Martí Batres Guadarrama
Supremacía del Estado y diversidad religiosa
1.Bienvenido, Juan Pablo II. Bienvenido como siempre. Y también bienvenido como todos los líderes religiosos.
Contrariamente a lo que se propaga, un Estado laico no es un Estado antirreligioso. Antes bien, sólo el Estado laico puede ser respetuoso de las religiones, toda vez que no tiene una religión oficial. Es así que representa a todos. Un Estado con religión oficial es excluyente, impositivo, autoritario. Un Estado laico representa a católicos y protestantes, a judíos y mormones, a creyentes y no creyentes. Por eso, insistimos, sólo el Estado laico respeta las religiones y a las iglesias. Sólo el Estado laico es democrático y puede ser hospitalario con todos los líderes religiosos.
2. Ese respeto a las iglesias se da en el marco de la separación entre una esfera y otra. Los asuntos de las iglesias se refieren a las creencias, a ciertos valores morales, a la tranquilidad espiritual, a las conductas personales. Los asuntos del Estado son otros: gobernar, resolver los problemas sociales, garantizar la paz social y la seguridad de los ciudadanos, representar al conjunto de la sociedad. El Estado es por excelencia la esfera de lo público, la de todos. La iglesia es una esfera particular, la privada, la de cada individuo. La laicidad del Estado presupone también la garantía de la libertad para optar por alguna religión o pertenecer a alguna iglesia, decisión privada de cada individuo.
3. El respeto del Estado a las iglesias no implica subordinación hacia las mismas, ni siquiera una relación entre iguales. La soberanía estatal implica la supremacía de un poder, la existencia de un poder que está por encima de todos. Ese poder es el poder civil, el poder público, el instituido por todos los ciudadanos. Las iglesias son instituciones privadas cuya existencia y libertad son protegidas por el Estado, pero como estructuras institucionales se encuentran por debajo del Estado, dado que éste está por encima de todo poder religioso.
4. Para los políticos es importante conocer y respetar los sentimientos religiosos de la gente, de los pueblos, de los ciudadanos, pues ellos son finalmente sus representados. Ese respeto implica la tolerancia hacia las prácticas religiosas, pero también evitar la inducción o la presión para su ejercicio. Simple y sencillamente lo religioso es un asunto de la gente, decidido con libertad y por voluntad propia. El político debe reconocer los aportes de las iglesias a sus comunidades, establecer mecanismos institucionales de convivencia y colaboración, así como construir buenas relaciones con dichas instituciones -que son tan importantes para la vida cotidiana de la gente-, pero siempre teniendo en cuenta los límites y las formas.
5. Las religiones son parte de las culturas y de sus transformaciones. La beatificación de Juan Diego puede tener muy diversos significados religiosos. Tiene, empero, una interesante connotación cultural: representa parte de la disputa simbólica del mundo indígena. La Iglesia católica reconoce ahora, después de 500 años, que tiene una enorme deuda con los indígenas de América y el peso cultural que los pueblos indios siguen teniendo en el mundo actual. Pero ello no exime a la sociedad ni al Estado mexicano de los grandes pendientes que en materia de derechos y cultura tiene con los pueblos indígenas de nuestro país.
Las iglesias y las religiones no son en sí ni de derecha ni de izquierda. En su interior luchan tendencias diversas donde hay preferencias por los ricos o por los pobres y opciones a favor de la dominación o de la liberación.
6. El discurso del presidente Fox al recibir a Juan Pablo II incluyó el reconocimiento de la diversidad cultural, la importancia del los pueblos indios, los derechos humanos y la diversidad religiosa. Su actitud, sin embargo, contradijo todo el discurso. El Presidente de México, que lo es de todos y todo el tiempo, no supo o no quiso expresar la supremacía del Estado y el respeto a la diversidad religiosa del país.
No obstante, estamos seguros de que existen las formas para ser al mismo tiempo hospitalarios con el líder de la Iglesia católica y respetuosos de los principios constitucionales de un Estado laico.