Cinco minutos
En breve entrará a escena. Luce tranquila, brillante, de blanco toda: vestido largo con aplicaciones de transparente pedrería; el oro rodea su rostro, incluyendo su estilizado copete. A sus anchas se recarga en la silla, animado el escote, ostentando el semblante de quien ha vivido mucho y hace tiempo que viene de regreso. Los minutos serán pocos y entonces comienza: "Los más jóvenes, mientras no tengan experiencia en el amor, no van a lograr sentir el tipo de canciones que interpreto. Cuando el ser humano llega a cierta edad, es cuando les toman atención". Sin embargo, subraya, su música "va para todos". Y dice que aunque a los niños les "cae de variedad aquello de la 'rata de dos patas', si se adentran más no van a entender por qué lo digo".
Su vibra no es la de una persona amargada; al contrario, es amable y sencilla. Y como ello es fuerte contraste con su enérgico enfado de escena, al comentario responde: "Al cantar recuerdo etapas desagradables de mi vida, pero no me sale ni antes ni después, tiene que ser en el momento exacto de la canción".
Y aunque define sus canciones como aquellas en las que "le dice a los hombres lo que son", afirma: "Para nada estoy peleada con los hombres. Yo canto para mí y para quien me escuche, en ningún momento abarco a todos los hombres; canto lo que siento, es mi trabajo. Pero también creo que mis canciones son un mensaje que se le da al hombre, porque sí, llevan mucho, mucho mensaje... Digamos, para quien le quede el saco".
El momento más alegre de su vida es, dice, tener a su nieto: "es maravilloso, fantástico". ƑY el más triste? "Preferiría no hablar de eso, porque siempre me pongo a llorar, además, ya todo mundo sabe mi vida, lo que he pasado..." La incauta reportera expresa: "Bueno, le hablo en nombre de quienes no lo sabemos", a lo que la cantante responde entre risas: "šAh, porque eres una inútil!"
PATRICIA PEÑALOZA