LAS MANZANAS PODRIDAS Y EL RESTO DEL BARRIL
Hace
pocos días el presidente de Estados Unidos, gran beneficiario de
los favores de la empresa Enron -séptima en tamaño de ese
país- que defraudó al fisco y a sus accionistas, y robó
a sus empleados por decenas de miles de millones de dólares, declaró
que "por cuatro manzanas podridas" no se podía juzgar a las grandes
empresas de su país. Sin embargo, esta misma semana se conoció
el gigantesco fraude en la WorldCom, que había presentado como ganancias
una deuda de 3 mil 850 millones de dólares y se esparció
el rumor, hasta ahora no confirmado, de que el gigante General Motors también
había falseado su contabilidad. Ayer estalló la noticia de
que el mayor fabricante mundial de fotocopiadoras, Xerox, habría
inflado sus ganancias en los pasados cuatro años en 6 mil millones
de dólares, con la complicidad de la misma consultora y auditora
Andersen, implicada en el caso Enron, engañando y defraudando a
sus accionistas y burlando la ley. Surgieron también graves problemas
de defraudación en los casos de Tyco International, de la empresa
de biotecnología ImClone, de la de telecomunicaciones Global Crossing,
de la de energía Dynegy (principal competidor de Enron) y del banco
de inversiones Merril Lynch (el principal de Estados Unidos, el mismo que
acostumbra establecer el riesgo país de los estados latinoamericanos),
mientras la familia propietaria de la televisión por cable Adelphia
(la sexta del país) habría "ordeñado" a su empresa
3 mil 100 millones de dólares.
Se imponen por consiguiente algunas comprobaciones y otras
tantas conclusiones. Para empezar, las manzanas podridas no son cuatro
sino buena parte de todo el barril y se cuentan entre las mayores empresas
estadunidenses y mundiales (GM, por ejemplo, tiene un movimiento que supera
el entero producto interno bruto de México). No se trata, por lo
tanto, de nubecitas negras en un cielo sereno. En segundo lugar, todas
ellas forman parte del Gotha, de la crema misma de las grandes empresas
del país del norte y, como la Enron, tienen fuertes lazos políticos
con el poder, ya que de ellas han salido desde hace mucho los principales
funcionarios (¿se acuerdan aquello de "lo que es bueno para General
Motors es bueno para los Estados Unidos", según la frase del ex
presidente Robert McNamara, de la casa automotriz, transformado en secretario
de Defensa, o sea, en comprador de los productos de la misma?)
En tercer lugar, la voluntad delictiva y la confianza
en la impunidad de los defraudadores son tales que Merrill Lynch, por ejemplo,
sabiendo que algunas acciones no valían nada las recomendó
a sus clientes porque se sentía con la espalda cubierta en lo que
respecta al gobierno. En cuarto lugar, la sucesión de escándalos
lleva a los ahorristas y pequeños inversionistas a sentir, con razón,
que nadan en un mar de tiburones. Si el valor de las acciones estadunidenses
en lo que va del año ha disminuido en mil 500 millones de millones
de dólares, es evidente que la actual desconfianza agravará
esa caída y llevará a muchos capitales europeos y japoneses
a retirarse del mercado estadunidense, debilitando así más
al dólar y aumentando más la falta de confianza en la recuperación
económica.
Las conclusiones también son pocas pero importantes:
la deuda pública y el déficit en la balanza de pagos de Estados
Unidos son los mayores del mundo en cuanto al monto (y en cuanto al porcentaje
del PIB superan incluso a los que afectan, por ejemplo, a la Argentina).
Si los capitales extranjeros no confíasen y se fueran, la recesión
se agravaría mucho. Además, si los ciudadanos dejasen de
confiar, el consumo disminuiría, los despidos aumentarían
y aparecerían conflictos sociales que afectarían la estabilidad
del gobierno del presidente Bush (que como se recordará fue electo
con la minoría de la minoría que votó) justo cuando
no es seguro que el partido del mismo logre afirmarse en las elecciones
legislativas próximas. Por lo tanto, los escándalos que tanto
salpican al presidente y a su entorno tienen también una fuerte
consecuencia política desestabilizadora, que a su vez pesa sobre
la economía. No se trata sólo de que el ejemplo que se quiere
dar al mundo de democracia y eficiencia sea en realidad el de una oligarquía
acorralada y corrupta, tan sin fe en su propio futuro que recurre al saqueo
hoy por si llega mañana el diluvio. Se trata también -y esto
no es cosa de poca monta- de que la omnipotencia que pretende mostrar el
gobierno de George W. Bush no logra convencer porque el gigante, todo enlodado,
demuestra también tener los pies de barro...