Juan Arturo Brennan
Tres de plata y un relevo
Hace unos días se realizó en la Sala Nezahualcóyotl un concierto de música de cámara envuelto en circunstancias muy especiales y que, desde el punto de vista musical, resultó instructivo. La ocasión de este concierto especial, organizado y promovido por el patronato de la Filarmónica de la UNAM y la Sociedad de Amigos de la orquesta, fue la despedida de Ronald Zollman como director artístico de la OFUNAM tras nueve años de labor, y la presentación oficial de Zuohuang Chen como nuevo encargado de los destinos musicales del conjunto universitario.
Las circunstancias de la salida de Zollman y la llegada de Chen, así como las entretelas de los diversos asuntos (no necesariamente musicales) que han ro-deado este relevo, se han discutido de manera más o menos amplia, aunque no necesariamente coherente ni imparcial, en diversos espacios de los medios de difusión.
Como una especie de colofón dedicado a aquellos ''críticos" y ''periodistas" que han aprovechado la coyuntura de la salida de Ronald Zollman para llevar agua a sus molinos propios y a los de los ''mecenas" que se agazapan bajo sus plumas, menciono la muy larga e intensa ovación recibida por el director belga esa noche, y que seguramente será aún mayor este fin de semana cuando dirija sus dos últimos conciertos como titular de la OFUNAM.
Después de la breve ceremonia, que incluyó un discurso bueno y uno muy malo, se presentó el Trío D'Argent, formado por los flautistas Michel Boizot, François Daudin Clavaud y Xavier Saint-Bonnet. Luego de iniciar su presentación ejecutando con solvencia un Trío de François Devienne, los tres flautistas franceses sacaron del programa un Trío de Reicha que estaba programado y en su lugar interpretaron un Trío de Joseph Bodin de Boismortier, en el que además de un trabajo de ensamble de alto nivel, destacó la fusión completa del hermoso timbre de tres flautas en sol.
La audición de este sabroso Trío de Boismortier me hizo recordar, con cierta nostalgia acústica, el sonido incomparable de sus conciertos para cinco flautas, que escuché por primera vez hace muchos años en una sensacional grabación, hoy inconseguible, a cargo de un quinteto irrepetible de flautistas: Jean-Pierre Rampal, Joseph Rampal, Alain Marion, Maxence Larrieu y Marius Boeuf.
El Trío D'Argent concluyó la primera parte de su programa con un Cuarteto de Georg Philipp Telemann interpretado con una combinación instrumental singular: dos flautas en do, y una flauta en sol como parte del continuo, junto con el clavecín. Vale la pena dar cuenta de la sobria participación del clavecinista José Suárez en esta obra de Telemann, proporcionando a los flautistas una textura base muy austera y sin tomarse demasiadas libertades exhibicionistas con la ornamentación.
La segunda parte del programa estuvo encabezada por un Trío de Eugène Walckiers, decimonónico flautista francés cuya obra bien puede considerarse un lógico paso siguiente a las de Devienne y Boismortier interpretadas al principio del programa. En este sentido, fue notable el buen gusto del Trío D'Argent para la elección del programa, en el entendido de que en los siglos XVIII y XIX se escribió mucha música para la flauta (y para otros instrumentos) caracterizada por mucho virtuosismo y poca música, mucha pirotecnia y poco contenido.
En cambio, las obras propuestas por el trío francés resultaron estar bien equilibradas entre el despliegue puramente técnico y la atención a la forma y el lenguaje. Y ya que se habla de técnica, es evidente que los miembros del Trío D'Argent la poseen en alto nivel y la combinan con un trabajo de conjunto impecable, más notable aún por las dificultades implícitas en lograr tal homogeneidad en un ensamble de tres flautas. La parte final del programa estuvo cubierta por dos obras de uno de los flautistas del trío, François Daudin Clavaud. La primera, titulada Deseo de sol, es una reminiscencia de un viaje del trío por México y Guatemala, y tiene la virtud (además de una escritura cabalmente idiomática para las flautas) de aludir a sonidos populares sin caer en el pintoresquismo típico del ''turista musical". La segunda, una fascinante pieza, de corte mucho más moderno, interpretada en tres flautas de bambú de origen vietnamita, marcada por una inteligente estilización de las fuentes y un repertorio de sonoridades realmente sugestivas.
Dada la evidente calidad del Trío D'Argent y de la buena selección de obras, me extrañó oír a varios melómanos ilustrados comentar que el concierto les había dejado la impresión de ''demasiada flauta". No recuerdo haberlos oído decir, en ocasiones análogas, ''demasiado piano" o ''demasiado cuarteto". Me parece que, ante la repetitiva abundancia de dotaciones más convencionales, una buena sesión de flauta es más que satisfactoria.