Sus ingresos en 2001 eran en promedio de más 10 millones de dólares
Los ejecutivos mejor pagados, detrás de recientes escándalos empresariales
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 28 de junio. El escándalo del mundo empresarial estadunidense que comenzó con Enron y que ahora se nutre con WorldCom y Xerox no es tan complicado como parece; no es otra cosa que avaricia, pero de tal dimensión que está amenazando el propio funcionamiento del sistema económico y político de este país.
Estas crisis no son, como algunos prefieren identificarlas, resultado de alguna fuerza natural, o un accidente económico y un error, sino obras hechas por personas con nombre y apellido y con el propósito explícito de hacer lo que estaban haciendo. Claro, la idea es que nadie se diera cuenta, y que sus apuestas resultaran exitosas. Pero tendrían razón en justificar sus acciones al sostener que sólo estaban haciendo su chamba.
Hace muy poco eran presentados como los héroes modernos de este país, sus fotos aparecían en portadas de las mejores revistas, sus libros eran best sellers, se les entrevistaba todos los días, y empezaron a competir con las estrellas del cine y la música. Se trataba de los nuevos ídolos de este país. Ahora, de pronto, han caído en desgracia y son considerados hasta menos honestos y confiables que los políticos -según una encuesta de Pew Research- o sea, no se puede caer mucho más abajo que eso. Son, claro, los grandes ejecutivos en jefe de los grandes imperios empresariales de Estados Unidos.
Los ejecutivos en jefe de las grandes empresas han tenido unos 15 años de festejo. Sus ingresos en 2001 eran, en promedio, de 10 millones, 457 mil 800 dólares, o 410 veces más que los ingresos de un trabajador promedio.
El incremento en la remuneración para los ejecutivos se elevó 866 por ciento desde 1985. Ese año, la remuneración promedio de un ejecutivo en jefe era de poco más de un millón al año, sólo 71 veces más que el de un trabajador promedio.
Como ejemplo, el presidente de Citigroup, Sandy Weill, obtuvo un paquete de remuneración de 151 millones en 2000. Jack Welch, presidente de General Electric ganó 125 millones.
Los ejecutivos estadunidenses mejor pagados durante los pasados cinco años obtuvieron remuneraciones en promedio de 274 millones al año. Steve Jobs, de Apple Computers, obtuvo la más grande de todas el año pasado, valuada en 381 millones.
Vale recordar que estos ejecutivos, con algunas excepciones, son trabajadores contratados por una empresa -no son los dueños, ni los que financian estas empresas. Supuestamente trabajan para los dueños, los accionistas. Sin embargo, controlan la empresa -junto con las juntas directivas- y la cultura empresarial moderna los ha convertido en una de las principales fuerzas de las cúpulas económicas y políticas de este país.
El alcance, influencia, y poder de los principales ejecutivos en jefe de este país llegaron hasta los niveles políticos y sociales más altos de Estados Unidos. El mejor ejemplo de estos ejecutivos es el caso de Ken Lay, el ex ejecutivo en jefe de Enron. Lay cultivó una relación personal con los dos Bush presidentes (George padre y George W., hijo), y se convirtió en uno de los principales patrocinadores de sus carreras políticas.
A cambio, los Bush prepararon el terreno legislativo y normativo que permitió que Enron entrara en todo tipo de negocios, desde la comercialización de la electricidad y el agua, hasta sus maniobras contables, que la llevaron a convertirse en la séptima empresa más grande del país, y que culminó en uno de los escándalos empresariales más notables de la historia.
Pero Lay no es un caso único, y tampoco se trata de algo que sólo los republicanos como los Bush hacían; son casi todos los principales ejecutivos en jefe del mundo empresarial y casi todas las principales figuras del mundo político, las que de alguna manera han participado en las prácticas que ahora están generando esta crisis y provocando dudas sobre eso del American way of life.
Aquí la lista sólo de los que están en apuros en este momento ya es larga. Joseph Berardino, el ex jefe ejecutivo de Andersen; Jon Rigas, de Adelphia; Chuck Watson, de Dynegy; Joseph Nacchio, de Qwest; Samuel Waksal, de ImClone; L. Dennis Kozlowski y Bernard Ebbers, de WorldCom, entre decenas más.
Hasta Martha Stewart, personalidad de televisión y otros medios, quien se promueve como la gran guía del buen vivir, de la ética social, y cuyo imperio comercial depende exclusivamente de su imagen pública, está bajo investigación por sus maniobras de vender acciones con información obtenida ilegalmente. Todos estos jefes ejecutivos tenían enormes remuneraciones, de entre un millón a decenas de millones de dólares al año.
"Creo que es justo decir que no hay nadie dentro de la comunidad de negocios que no esté implicado en todo esto de alguna manera", comentó Jeffrey Garten, director de la Escuela de Administración de Yale University, y una voz sumamente influyente en el mundo de la economía y las empresas.
Sólo hacían su chamba
Sin embargo, todos estos ejecutivos pueden argumentar que estaban haciendo el trabajo por el cual tanto se les paga. El profesor Jay Lorsch, de la Escuela de Negocios de Harvard, lo explicó así al Washington Post: "la presión sobre los ejecutivos en jefe y las empresas para producir ingresos, trimestre por trimestre, resultó en un comportamiento diferente. Era aceptable manejar esos ingresos. Era aceptable maniobrar con la contabilidad. Esa era la cultura -y era más extensa de lo que habíamos pensado".
Junto a ello, las remuneraciones para los ejecutivos en jefe se vincularon al precio de las acciones de la empresa, o por opciones de compra de acciones. Esto, señalan analistas, fue un incentivo para los ejecutivos de hacer todo lo posible para incrementar el precio de las acciones de sus empresas, y con ello el valor de su propia remuneración.
Y mientras se incrementaba el valor de las acciones, señalan varios observadores, no había incentivos para que nadie en el mundo empresarial o el financiero de Wall Street diera "el silbatazo" de lo que estaba detrás de esta aparente prosperidad, ya que todos estaban ganando. "Si el precio de tus acciones se incrementaban, eras un héroe. Si no, no. Lo único necesario para justificar un precio alto de una acción era un precio alto de una acción", dijo Jeffrey Pfeffer, de la Escuela de Negocios de Stanford al Post.
Ahora que cada día se revela que más y más ejecutivos en jefe no elevaron las utilidades y sí el valor de sus acciones por su talento como gente de negocios, que lo hicieron manipulando las cuentas de contabilidad, ocultando costos, inflando ganancias, distorsionando informes sobre sus actividades -o sea mediante trampas, mentiras y engaños- son percibidos como estafadores y rateros.
Así, los grandes ejecutivos en jefe están minando la confianza pública no sólo en ellos como capitanes del mundo empresarial, sino sobre el mismo sistema económico y político que tanto han promovido aquí y por todo el mundo.
Antes todo se comparaba con el manejo de un ejecutivo en jefe -desde los entrenadores de un equipo profesional hasta los políticos. Los propios gobernantes, incluido Bush, hacían referencias constantes al mundo empresarial, y cómo un mandatario debería manejar a un país como un ejecutivo en jefe de una empresa. Ahora, al parecer, habrá menos comentarios al respecto.
El American way of life está bajo la lupa.