Ana María Aragonés
Los derechos de la derecha antinmigrante
La discusión acerca del fenómeno migratorio
ha adquirido a últimas fechas enorme preponderancia, pasando por
Estados Unidos hasta llegar a la Unión Europea. El debate no sólo
gira alrededor de la idea de que es el gran reto del presente siglo -con
lo cual estaríamos de acuerdo siempre que se pusiera en la perspectiva
de los propios migrantes y se subrayara la falta de comprensión
de los hilos que mueven la migración-, sino que se le asignan connotaciones
de catástrofe, de hecatombe mundial, de seres humanos desharrapados
y pobres que hacen peligrar la paz mundial. Y desde el 11 de septiembre
este debate se intensifica e intenta justificar y reforzar una posible
vinculación migración-delincuencia, migración-terrorismo.
No es gratuito que en este contexto la ultraderecha europea
esté teniendo un éxito político como no se había
visto desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial con la derrota
del fascismo y del nazismo. Los lemas de sus campañas coinciden
en tratar a la migración bajo el prisma de la xenofobia y el racismo,
discurso que les ha reportado la preferencia de una parte importante del
electorado. Recordemos al ultraderechista Jean-Marie Le Pen en Francia,
que si bien no ganó sí desbancó al socialista Lionel
Jospin; el partido del asesinado Pym Fortuyn, quien obtuvo la segunda votación
más alta en Holanda; el Partido Liberal Austriaco de Jörg Haider,
que se hizo gobierno en 2000, el triunfo de Silvio Berlusconi en Italia,
que llevó al gobierno al xenófobo Humberto Bossi. Precisamente
la cumbre de Sevilla, que se realizó los pasados 21 y 22 de junio,
encabezada por el derechista José María Aznar, buscaba la
aprobación de un programa común contra la inmigración
ilegal y un proyecto para reforzar las fronteras de la Unión Europea.
Sin embargo, así como al terrorismo no se le puede
parar bajo un alud de bombas, destruyendo poblaciones enteras, la migración
indocumentada no es sólo resultado del hambre y corrupción
de los países expulsores, sino de las exigencias de un conjunto
de sectores que dependen de la mano de obra migrante, léase en agricultura,
construcción, ciertas industrias, como las procesadoras de carne,
restaurantes, servicios, beneficiados por una estrategia policial que han
seguido los gobiernos receptores que intenta el cierre de fronteras y el
refuerzo de leyes antinmigrantes. Y aquí se encuentra el porqué
de las mafias traficantes de seres humanos, en muchas ocasiones coludidas
con esos mismos sectores. Esta supuesta contradicción es exactamente
la que da lugar al migrante indocumentado y sin duda caracteriza los desplazamientos
en la era de la globalización.
Habría que recordar que los grandes flujos migratorios
del pasado reciente no tenían ni mucho menos la connotación
de problemáticos y, por supuesto, el fenómeno del indocumentado
no había aparecido en la proporción actual. Será a
partir de los años 80, con la puesta en marcha del nuevo patrón
de acumulación que profundiza la internacionalización de
la economía y de los mercados de trabajo y otorga derechos al capital,
pero no al trabajo, parafraseando a Carlos Fuentes.
El Estado de bienestar desapareció en favor del
capital y del mercado, dando paso a la exclusión y a la marginación
de grandes contingentes de seres humanos. De esta forma se logra el objetivo
de precarizar el trabajo y obtener grandes ganancias, sin importar si las
muertes de migrantes indocumentados siguen engrosando la deuda a cuenta
de estas políticas.
Lejos de este panorama de racismo, xenofobia y exclusión
se encuentra Suecia, país que presenta los más altos niveles
de bienestar en el mundo. Cuenta con 10 por ciento de inmigrantes y, contrariamente
a lo que sucede en el resto de Europa, existe un amplio consenso social
sobre la necesidad de abrirles las puertas. La ministra sueca de Exteriores,
Anna Lindh, considera a su país vacunado contra explosiones xenófobas,
pues ningún partido defiende el mensaje de "Suecia para los suecos",
y advierte que "la hostilidad hacia los inmigrantes es un fenómeno
nuevo y amenazador que pone en peligro el proyecto europeo".