La firma de un tratado de reducción de armamento estratégico, principal objetivo
Hoy comienza Bush primera visita oficial a Rusia
A sugerencia de Condoleezza Rice, el mandatario de EU lee por primera vez Crimen y Castigo
Con acuerdo o sin él, en 10 años Moscú tendrá sólo mil 500 ojivas en disposición de combate
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 22 de mayo. Con más escenografía que sustancia, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, iniciará este jueves por la noche su primera visita oficial a Rusia. Será, al mismo tiempo, el quinto encuentro de Bush con el líder ruso, Vladimir Putin, desde que ambos están al frente de sus respectivos países.
Para la ocasión, y a sugerencia de Condoleezza Rice, su asesora de Seguridad Nacional, Bush se decidió a dar un paso encomiable, quizás algo tardío: está leyendo, por primera vez, Crimen y Castigo, de Fedor Dostoievski.
Sostiene la asesora, por lo demás de larga trayectoria en los vericuetos de la kremlinología, que dicha lectura, aunque por falta de tiempo tenga que limitarse a las primeras páginas, ayudará a su jefe a entender mejor el alma rusa, enigmática como pocas.
Pero no hace falta ser un estudioso de la obra de Dostoievski, podría decir en su cultural descargo Bush, cuando el comportamiento de Rusia es cada vez más previsible, en el sentido de aceptar las reglas del juego que impone Estados Unidos.
El momento culminante de la cumbre de Moscú, según anuncian con bombo y platillo ambos gobiernos, será la firma de un tratado sobre reducción de armamento estratégico, que para los voceros oficiales de Rusia y Estados Unidos asegura el éxito de la reunión presidencial.
En el fondo, unos y otros saben que dicha firma sería totalmente prescindible. Porque el documento que Putin y Bush van a suscribir el viernes sólo constata una realidad: con tratado o sin él, dentro de diez años, el plazo de vigencia que se propone para este instrumento, Rusia podrá tener en el escenario más optimista sólo mil 500 ojivas nucleares en plena disposición de combate.
Desde hace tiempo, al negociar con Moscú el desarme, Washington ha tenido muy claro que el problema no es el número de ojivas nucleares que tenga cada parte, sino la cantidad de portadores, o lo que es lo mismo, de misiles, cuyo combustible supera todo plazo razonable de explotación, en el caso de Rusia.
En otras palabras, casi la totalidad de los mil 174 misiles intercontinentales del arsenal ruso están ya obsoletos y, para evitar que exploten al ser disparados sin salir de su rampa de lanzamiento o que se desvíen de su ruta programada, tienen que ser sustituidos con cohetes de nueva generación, el Topol-M.
La capacidad de producción anual de este misil apenas llega a 25 unidades, con lo cual dentro de diez años Rusia podría tener 250 Topol-M, los cuales se pueden dotar de hasta 5 cabezas nucleares cada uno.
El nuevo tratado establece, para Rusia, un tope de mil 700 ojivas nucleares y, para Estados Unidos, 2 mil 200. Parece un avance significativo frente a las cerca de 6 mil ojivas que permite actualmente el tratado START-1 (el START-2, que fijaba en 3 mil 500 dicho número, nunca entró en vigor al no ser ratificado por el Senado estadunidense).
Pacto sencillo
Sin embargo, mientras el START-1 está compuesto de cientos de páginas con letra microscópica y complicados anexos técnicos que definen el procedimiento y el tipo de reducción de sistemas de armamento concretos, medidas de verificación y métodos para contar las ojivas, el nuevo tratado cupo en tres hojitas.
El entendimiento propiamente, tras un largo preámbulo de lugares comunes, se expresa en la fórmula de que, para 2012, Rusia y Estados Unidos conserven en plena disposición de combate no más de mil 700 y 2 mil 200 ojivas, respectivamente. Nada más.
A falta de definiciones precisas, queda a criterio de cada país decidir qué sistemas de armamento incluir y cuáles no, así como hacer con las ojivas desmontadas lo que estime más conveniente, al no existir la obligación de destruirlas.
En la práctica, esto significa que dentro de diez años Estados Unidos podría volver a instalar en misiles (con combustible vigente, a diferencia de los rusos actuales) no menos de cuatro mil 600 cabezas, en un plazo de entre dos y tres semanas. Rusia, si bien le va, tendrá sólo 250 cohetes nuevos con cabezas múltiples.
Además, este acuerdo tiene que ser ratificado por los respectivos parlamentos, pero basta, para salirse del mismo, con que una de las partes se lo comunique a la otra con tres meses de anticipación. Aunque Rusia almacenara las ojivas desmontadas, no tendría misiles suficientes para volverlas a colocar, a diferencia de Estados Unidos.
Esta es la esencia del nuevo tratado, que no es sino un reflejo más de la asimetría que marca hoy la relación de Rusia y Estados Unidos. En todo caso, resulta un tanto forzado hablar de paridad entre los interlocutores, cuando el presupuesto militar de uno supera en 30 veces el del otro.
Por lo mismo, Rusia tuvo que ceder respecto de la intención de Estados Unidos de abandonar el acuerdo ABM que no hace tanto consideraba como "piedra angular de la estabilidad estratégica" y le impedía desarrollar su controvertido escudo antimisiles. El próximo 13 de junio, cumplido el plazo de seis meses desde que denunció dicho acuerdo, Estados Unidos no tendrá ningún impedimento legal para comenzar a desplegar componentes de su escudo antimisiles, ni habrá objeción de Rusia.
Con la pomposa ceremonia de firma del nuevo tratado, Bush en el fondo no se compromete a nada y guarda las formas en casa de su anfitrión. Además, todavía quedan importantes áreas en que Estados Unidos puede arrancarle concesiones a Rusia. No es fortuito que, en vísperas de la cumbre de Moscú, el Departamento estadunidense de Estado diera a conocer su reporte anual sobre las "Pautas del terrorismo mundial en 2001" y calificara a Irán como "principal país patrocinador del terrorismo".
Mucho antes de la cumbre de Moscú, el 11 de abril pasado, Estados Unidos ya daba por hecho que Rusia había aceptado los términos del tratado que se firmará el viernes. Lo dijo el secretario asistente de Estado para Economía, Negocios y Agricultura, Alan P. Larson, al abogar ante la Cámara de Representantes por la supresión del anacronismo de la enmienda Jackson-Vanik que afecta el comercio con Rusia desde 1974.
Vale la pena reproducir las razones que la administración Bush plantea al Congreso para que abrogue la mencionada enmienda discriminatoria. Afirmó Larson que bajo el presidente Putin, Rusia:
"Ha ofrecido un amplio apoyo en la campaña global contra el terrorismo: información de inteligencia, corredores aéreos a nuestros aviones, así como asistencia en búsqueda y rescates. En contra de lo que predijeron muchos analistas occidentales, el presidente Putin no presentó objeciones a que las tropas de Estados Unidos se estacionen en Asia central. Tampoco se opuso al programa de entrenamiento y equipos para que Georgia combata el terrorismo.
"Aceptó nuestra oferta de realizar reducciones paralelas de cabezas nucleares desplegadas a los niveles más bajos en décadas: a mil 700 y 2 mil 200.
"Aceptó nuestra decisión de abandonar el acuerdo ABM y demostró mayor comprensión de nuestros argumentos sobre defensa antimisiles.
"Despejó el camino para una relación de trabajo más estrecha con la OTAN y desechó las objeciones estridentes de Rusia a la ampliación de la OTAN.
"Coordina con nosotros y apoya la posición de Estados Unidos en Medio Oriente.
"Anunció el cierre de las instalaciones de espionaje en Lourdes, Cuba, y el retiro de la base naval de Cam Ranh en Vietnam.
"Coopera con nosotros en los Balcanes, donde buscamos impulsar una situación estable y democrática.
"Mantiene un diálogo con nosotros sobre Irak (...) y coincide en hacer más efectivo el régimen de sanciones.
"Sostiene la producción de petróleo, a pesar de las presiones de la OPEP para hacer recortes a las exportaciones, lo cual contribuye a mantener precios moderados a nivel internacional".