Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 18 de mayo de 2002
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Editorial
 
POR LA CONCORDIA

SOLLa serie de declaraciones vertidas durante los recientes días por el presidente Vicente Fox en Europa merecen ser desmenuzadas cuidadosamente por los agentes políticos y sociales del país. Por principio de cuentas, vale decir por principios, habría que preguntarse por qué el Ejecutivo prefirió un foro externo para expresar su opinión sobre aspectos fundamentales de la nación. Habló de los partidos, de privatizar el sector energético, de la nueva política exterior y, a modo de guinda, de reformar la Constitución.

Todos esos temas competen, primero que a nadie, a nuestro país. Aquí en México, guste o no, hay un Congreso de la Unión tan legítimamente constituido como el resto de los poderes que dan fondo y forma a la República.

Ese Congreso está integrado por los representantes que el pueblo en las urnas decidió, y ellos son los depositarios de la voluntad popular, como sucede con el titular del Ejecutivo, elegido, al igual que senadores y diputados, en elección abierta y democrática.

El Presidente de la República tiene todo el derecho de decir lo que necesite decir, en el foro y país que mejor le convenga, pero no está de más recordar que en el exterior, en la nación que sea, no van a solucionarse nuestros problemas. Los consensos políticos y sociales, inevitables en la democracia de nuestros días, no hacen sino posibilitar el ambiente necesario para llevar al cabo las políticas de los gobiernos en turno. Y esos consensos no se logran ventilándolos fuera de casa, aprovechando las candilejas de, por ejemplo, el gélido encuentro entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe que se celebra en Madrid.

Hacerlo de ese modo, lejos de crear el ambiente necesario para la concertación, provoca recelos que alejan el objetivo que se dice perseguir. Es legítimo que el presidente Fox diga lo que piensa donde lo decida, nadie en su sano juicio puede ir contra eso. Otra cosa es que sea pertinente hacerlo. No es grato que desde el otro lado del Atlántico oigamos de su boca que la oposición está acelerada, o que en el próximo periodo extraordinario de sesiones en el Congreso se destrabarán las reformas al sector energético; que México está decididamente apostando por una nueva política exterior, o que de plano hay que reformar la Carta Magna.

Dichos comentarios no parecen buscar la concordia interna, elemento imprescindible para el buen desarrollo del quehacer político. Lejos de ello, esas declaraciones alejan los consensos y crean sospechas sobre la sinceridad del discurso presidencial. No es lógico reunirse un día con el principal partido de oposición --con mayoría en el Congreso-- y anunciar que se le invita a gobernar, para horas después llamarlos acelerados y, además, culparlo --junto con el PRD-- de obstruir los planes de su gobierno.

Igualmente, es preocupante prometer a los inversionistas europeos que se abrirán los sectores energéticos cuando tres semanas atrás la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) había asestado un varapalo a las pretensiones del Ejecutivo en dicha materia, aduciendo que estaban violentándose varios artículos de la Constitución. Baste decir, además, que a estas alturas se desconoce si habrá periodo extraordinario de sesiones.

Tampoco puede aplaudirse que el presidente Fox haya dicho, el jueves en Madrid, que el orden internacional debe ir más allá del concepto de la soberanía. Por supuesto que tal declaración halagó, sin duda, los oídos de algunos presidentes, como el de Estados Unidos y el de España, pero lo cierto es que no puede jugarse con la soberanía de un país sin antes consultarlo con sus ciudadanos.

Todo lo anterior nos lleva a la declaración hecha ayer viernes por el Presidente en Madrid, cuando dijo que era ya necesario reformar la Constitución. Hay que insistir en que le asiste todo el derecho a expresar sus opiniones, donde quiera que se produzcan. Pero del mismo modo hay que defender el derecho de la ciudadanía a expresarse sobre esos temas, más allá de que tales opiniones concuerden o difieran de los pensamientos del presidente Vicente Fox.

Lo deseable es que esos temas candentes tratados por el mandatario tan abiertamente lejos del país, hubieran sido dilucidados aquí. Es entendible que el Ejecutivo haya preferido los foros externos para ventilar aspectos tan importantes del acontecer nacional, pero de nada sirve que donde vaya de gira sus colegas le expresen simpatía y comprensión.

Es aquí donde hay que tejer los acuerdos. Es aquí donde deberán resolverse nuestros problemas. Es aquí, antes que en ningún otro país, donde se hace imprescindible hablar con la verdad.

La democracia no funciona sin contrapesos. Haber sido elegido Presidente, por más que se llegue a la silla después de siete décadas de gobierno unipartidista, no otorga un cheque en blanco al portador. Este es un país plural, más allá de la existencia, necesaria y saludable, de los partidos políticos, de los sindicatos y, en suma, de un vasto y complejo entramado social que da vida a la nación.

La concordia empieza en casa. A partir de ahí se teje el liderazgo doméstico.

Lo demás... es lo demás.
 

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