POR LA CONCORDIA
La
serie de declaraciones vertidas durante los recientes días por el
presidente Vicente Fox en Europa merecen ser desmenuzadas cuidadosamente
por los agentes políticos y sociales del país. Por principio
de cuentas, vale decir por principios, habría que preguntarse por
qué el Ejecutivo prefirió un foro externo para expresar su
opinión sobre aspectos fundamentales de la nación. Habló
de los partidos, de privatizar el sector energético, de la nueva
política exterior y, a modo de guinda, de reformar la Constitución.
Todos esos temas competen, primero que a nadie, a nuestro
país. Aquí en México, guste o no, hay un Congreso
de la Unión tan legítimamente constituido como el resto de
los poderes que dan fondo y forma a la República.
Ese Congreso está integrado por los representantes
que el pueblo en las urnas decidió, y ellos son los depositarios
de la voluntad popular, como sucede con el titular del Ejecutivo, elegido,
al igual que senadores y diputados, en elección abierta y democrática.
El Presidente de la República tiene todo el derecho
de decir lo que necesite decir, en el foro y país que mejor le convenga,
pero no está de más recordar que en el exterior, en la nación
que sea, no van a solucionarse nuestros problemas. Los consensos políticos
y sociales, inevitables en la democracia de nuestros días, no hacen
sino posibilitar el ambiente necesario para llevar al cabo las políticas
de los gobiernos en turno. Y esos consensos no se logran ventilándolos
fuera de casa, aprovechando las candilejas de, por ejemplo, el gélido
encuentro entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe
que se celebra en Madrid.
Hacerlo de ese modo, lejos de crear el ambiente necesario
para la concertación, provoca recelos que alejan el objetivo que
se dice perseguir. Es legítimo que el presidente Fox diga lo que
piensa donde lo decida, nadie en su sano juicio puede ir contra eso. Otra
cosa es que sea pertinente hacerlo. No es grato que desde el otro lado
del Atlántico oigamos de su boca que la oposición está
acelerada, o que en el próximo periodo extraordinario de sesiones
en el Congreso se destrabarán las reformas al sector energético;
que México está decididamente apostando por una nueva política
exterior, o que de plano hay que reformar la Carta Magna.
Dichos comentarios no parecen buscar la concordia interna,
elemento imprescindible para el buen desarrollo del quehacer político.
Lejos de ello, esas declaraciones alejan los consensos y crean sospechas
sobre la sinceridad del discurso presidencial. No es lógico reunirse
un día con el principal partido de oposición --con mayoría
en el Congreso-- y anunciar que se le invita a gobernar, para horas después
llamarlos acelerados y, además, culparlo --junto con el PRD-- de
obstruir los planes de su gobierno.
Igualmente, es preocupante prometer a los inversionistas
europeos que se abrirán los sectores energéticos cuando tres
semanas atrás la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)
había asestado un varapalo a las pretensiones del Ejecutivo en dicha
materia, aduciendo que estaban violentándose varios artículos
de la Constitución. Baste decir, además, que a estas alturas
se desconoce si habrá periodo extraordinario de sesiones.
Tampoco puede aplaudirse que el presidente Fox haya dicho,
el jueves en Madrid, que el orden internacional debe ir más allá
del concepto de la soberanía. Por supuesto que tal declaración
halagó, sin duda, los oídos de algunos presidentes, como
el de Estados Unidos y el de España, pero lo cierto es que no puede
jugarse con la soberanía de un país sin antes consultarlo
con sus ciudadanos.
Todo lo anterior nos lleva a la declaración hecha
ayer viernes por el Presidente en Madrid, cuando dijo que era ya necesario
reformar la Constitución. Hay que insistir en que le asiste todo
el derecho a expresar sus opiniones, donde quiera que se produzcan. Pero
del mismo modo hay que defender el derecho de la ciudadanía a expresarse
sobre esos temas, más allá de que tales opiniones concuerden
o difieran de los pensamientos del presidente Vicente Fox.
Lo deseable es que esos temas candentes tratados por el
mandatario tan abiertamente lejos del país, hubieran sido dilucidados
aquí. Es entendible que el Ejecutivo haya preferido los foros externos
para ventilar aspectos tan importantes del acontecer nacional, pero de
nada sirve que donde vaya de gira sus colegas le expresen simpatía
y comprensión.
Es aquí donde hay que tejer los acuerdos. Es aquí
donde deberán resolverse nuestros problemas. Es aquí, antes
que en ningún otro país, donde se hace imprescindible hablar
con la verdad.
La democracia no funciona sin contrapesos. Haber sido
elegido Presidente, por más que se llegue a la silla después
de siete décadas de gobierno unipartidista, no otorga un cheque
en blanco al portador. Este es un país plural, más allá
de la existencia, necesaria y saludable, de los partidos políticos,
de los sindicatos y, en suma, de un vasto y complejo entramado social que
da vida a la nación.
La concordia empieza en casa. A partir de ahí se
teje el liderazgo doméstico.
Lo demás... es lo demás.