San Isidro, con nueva encomienda
Además de lluvia, ejidatarios de Atenco le piden
que evite el despojo de tierras
MARIA RIVERA
Los símbolos recobran su significado en San Salvador
Atenco. Como cada 15 de mayo, los campesinos de este municipio -donde el
gobierno federal pretende construir el nuevo aeropuerto de la ciudad de
México- pidieron a san Isidro lluvia abundante para las cosechas.
Pero en esta ocasión el patrono de los labriegos recibió
una nueva encomienda: "defendernos de mal gobierno que quiere despojarnos
de nuestras tierras".
Se ha dicho que cuando todo parece perdido, cuando fracasan
todos los intentos, sólo quedan dos caminos: rezar o blasfemar.
El miércoles los ejidatarios optaron por el piadoso.
Al amanecer colocaron la pequeña imagen religiosa
sobre una plataforma jalada por un tractor, y con el acompañamiento
de una banda musical iniciaron su peregrinar por los ocho pozos del municipio.
En La Purísima, ante un altar adornado con claveles
y nubes le tocaron Las mañanitas y le agradecieron el nuevo
día y los bienes recibidos, sin olvidar la petición principal:
su intercesión ante las más altas instancias divinas para
detener el decreto expropiatorio del 22 de octubre del 2001, que afectaría
73 por ciento de su territorio.
Y
advirtieron al mártir que si no les hacía el milagro también
se quedaría como ellos, a la buena de Dios. "Porque si nos acaban
a nosotros quién le va a hacer peregrinaciones, ni modo que los
del aeropuerto se acuerden de él o le festejen su santo..."
Terminada la ceremonia religiosa, los campesinos dieron
cuenta de los tamales y del café caliente con que los recibió
la sociedad ejidal responsable del manantial. "¡Y échense
una alegre, que esto parece velorio!", gritó alguien a los músicos.
La banda Búfalo, de San Pablito Chiconcuac, respondió con
un animado Juan Colorado.
Conforme transcurría la mañana, y mejoraba
el menú, se sumaban más peregrinos. En la siguiente parada,
apenas terminado el rezo, más tardaron en sacar la barbacoa del
hoyo y los chicharrones del fuego que la romería en desaparecerlos.
Las primeras botellas de Don Pedro también se esfumaron.
Gerardo Sánchez, de 57 años, uno de los
organizadores del festejo, explica que es la forma de agradecerle a san
Isidro por las cosechas con que los ha socorrido. Entre todos los vecinos
se cooperaron para comprar o preparar la comida. "Quien más quien
menos dio su parte, 50 o 100 pesos son buenos para hacer esta fiesta; estas
son las cosas que nos unen".
Mientras va de un lado para otro poniéndole su
piquetito a las canelitas que surgen a su paso, aclara: "Nosotros no somos
agresivos ni nada de eso, lo único que queremos es defender nuestro
ejido. Si nos expropian esto, nos quitarían todo nuestro patrimonio,
nuestra manutención, ¿de dónde vamos a sacar para
comer después? Todos nos cierran las puertas para conseguir un empleo,
la mayoría nos dedicamos al campo porque poco o mucho pero ahí
vamos sacando para comer. Estas tortillas están hechas del maicito
que Dios nos socorre, no del que traen importado y al que le revuelven
de todo".
El pozo de la colonia Zapotlán de plano fue desairado
por los músicos, que tras una rápida diana dieron por terminada
su participación. Su comportamiento tenía razones: "Aquí
sólo dan galletas de animalitos y refrescos". "Nomás faltaba
que quisieran concierto", rumiaba uno de los músicos, entretenido
en una partida de baraja.
En El Manal cundió el desánimo cuando anunciaron
el menú: más galletas y más cocas. "¡Uuuy, qué
codos!", opinó el del trombón. A la pregunta de los anfitriones,
"¿a ver quién falta?", sólo los niños, que
poseen una infinita capacidad para consumir galletas de animalitos, respondieron.
El resto clavó la mirada en el cielo en busca de nubarrones de lluvia.
Con el tremendo banquete en el ejido La Galera el ánimo
combativo y las consignas retornaron. "¡Tierra sí, aviones
no!", fue la más socorrida de la tarde. Los ejidatarios recordaban
que apenas en septiembre del año pasado les instalaron su pozo,
después de interminables peticiones. "Estábamos felices porque
nunca nos habían dado nada -relata Santiago Medina-; le metimos
todos nuestros ahorros a la siembra y ahora resulta que no sólo
nos quieren quitar el agua, sino hasta las tierras. Le digo que cuando
el pobre emplea el dinero en sombreros, los hijos nacen sin cabeza. Pero
primeramente Dios estamos dispuestos a todo para defender lo nuestro".
Sonriendo apunta hacia el cielo: "Nuestros antepasados
nos enseñaron que san Isidro es quien nos ayuda, y esta vez no nos
va a fallar. ¡Mire, parece que al rato caerá un buen aguacero!"
El jolgorio continuó y las abundantes botellas
de brandy y los galones de neutle hicieron que la frontera entre lo sagrado
y lo profano desapareciera. Los brindis tradicionales del rumbo surgían
a cada paso: "cuando vivió la reina Xóchitl escribió
en los magueyes: ¡pulque para los hombres, agua para los bueyes!".
Bien comidos y bien tomados, los músicos se afanaban tocando lo
mejor de su repertorio: desde Por un caminito, la clásica
del argentino Leo Dan, hasta Jefe de jefes, el narcocorrido de
Los Tigres del Norte.
Al terminar la parada el nicho con el santito, como llaman
sus creyentes a san Isidro, comenzó a bambolearse peligrosamente
entre las manos de los achispados peregrinos. Como pudieron lo transportaron
hacia tierra firme, es decir, hacia su plataforma.
En el pozo de Santa Rosa, como que la peregrinación
recordó el motivo de la reunión. Volvieron a agradecer los
bienes recibidos y a demandar protección para su agua y sus parcelas.
"Te pedimos, señor, que intercedas por estas tierras y nos des fuerza
para seguir luchando. Gloria al Padre, al Hijo, y al santo patrono de los
campesinos, san Isidro Labrador".
Victorino Rosas, de 55 años, ejidatario de este
paraje, señala a su alrededor. "Montiel y Fox se cansan de decir
que este es un movimiento controlado, pero que vengan a ver. Esta festividad,
¿quién la hace? Campesinos que venimos a darle las gracias
al Creador por nuestras cosechas. Mire, yo tengo cinco hijos: dos de mis
muchachas son ingenieras, un hijo está por recibirse de veterinario
y otra en leyes, y el más chiquitillo es estudiante de secundaria.
A todos les he dado educación, con el campo. Yo de aquí saco
para comer y con lo que me sobra me pongo a engordar animales, y ahí
la voy llevando. El gobierno no se fija si tenemos qué comer, pero
ahora pretende quedarse con lo nuestro.
"Nos quieren quitar el pan de la boca para que vengan
los extranjeros y nos digan lo que hay que hacer. Luego hablan de soberanía.
¿A qué soberanía se refieren cuando ya ni la tierra
que pisamos es nuestra? Dicen que somos agresivos, pero los agredidos somos
nosotros. Estamos indignados, y con justa razón, pero de algo pueden
estar seguros: no vamos a dar un paso atrás."
Reflexivo, don Odilón del Valle, de 71 años,
comenta que conocen muy bien la estrategia del gobierno. "Tiempo, tiempo,
tiempo. Están apostando a cansarnos, pero no entienden que somos
pacientes, que nos vamos a mantener unidos. ¿Por qué quieren
quitarnos nuestras tierras, cuando es tan poco lo que hemos recibido de
allá, de los de arriba?"
Restablecido el ánimo piadoso, la peregrinación
se encaminó al parque de los Ahuehuetes de San Salvador, donde se
llevó a cabo el acto principal del día: una misa. Durante
ésta el sacerdote no hizo la mínima alusión al conflicto
que viven sus feligreses, siguiendo la pauta de la jerarquía eclesial
mexiquense. Ni falta que hizo: todos parecían tener en mente que
este no era un 15 de mayo cualquiera, que podría ser la última
celebración a su santo patrono y que hoy más que nunca requerían
de su protección.
En este pueblo siempre se necesita detener la mirada para
descubrir cosas que no se habían advertido antes. Por medio de sus
múltiples festividades los habitantes de Atenco ponen de manifiesto
su tradición comunitaria. No hay anfitrión que deje una mano
extendida; lo poco o mucho que poseen, lo comparten con gusto.
Los funcionarios gubernamentales, ex-plican, trata de
socavar estas bases, por eso esparcen rumores de que algunos ya están
negociando la venta de sus tierras, para dividirlos. Pero les recuerdan
la proverbial capacidad de resistencia que poseen. Con movilizaciones o
peregrinaciones, por me-dios divinos o humanos, Atenco se mantiene en pie
de lucha.