Leonardo García Tsao
Entre la nostalgia musical y la actualidad violenta
Cannes. El ambiente nostálgico y celebratorio de Cannes en esta edición no sólo se explica por su 55 aniversario, sino también por los 25 años de Gilles Jacob a cargo del festival. Hoy, por ejemplo, ha sido seleccionado para festejar el Día de la Música, con la difusión a lo largo de La Croisette de los temas musicales de 54 películas, desde La bella y la bestia (1946), de Cocteau, a Moulin Rouge (2001), de Luhrmann. Culminando esta noche con un concierto en el espacio de Palm Beach, en el que compositores como Ennio Morricone, Francis Lai y Antoine Duhamel conducirán la interpretación de sus temas más representativos.
Por otro lado, la nostalgia se ha manifestado en la sección retrospectiva, dividida en dos partes: una dedicada a clásicos restaurados y otra a la programación oficial del primer certamen de 1939, cancelado por el acaecimiento de la Segunda Guerra Mundial. Incluso se ha instalado un jurado para decidir, con el beneficio de la perspectiva histórica, cuál de las siete películas merece una Palma de Oro. Hay algo tan conocido como El mago de Oz compitiendo con títulos francamente oscuros como Boejfé, thriller holandés de Douglas Sirk cuando todavía se llamaba Detlef Sierck.
Ya hablando de la competencia 2002, hoy se estrenó Kedma, del cineasta israelí Amos Gitai, cuya obra más interesante se ha referido a momentos precisos de la historia de su país. La película se sitúa en mayo de 1948, una semana previa a la creación oficial de la nación de Israel, para narrar el desembarco en lo que era Palestina de un grupo de sobrevivientes del Holocausto y su encuentro con tropas británicas, su integración al grupo armado Palmach y sus posteriores enfrentamientos con defensores árabes.
Es el principio del conflicto que hoy continúa ocupando los encabezados, narrado con la misma estrategia desdramatizada y a ratos demasiado morosa con la que Gitai se refirió a su participación personal en la llamada Guerra de los Seis Días en su anterior Kippur (2000). Hay una abundancia de planos-secuencias que siguen al grupo recién llegado (Kedma es el nombre de su barco y el término significa "hacia el Oriente") en su accidentado camino a Jerusalén. Hacia el final, Gitai establece las razones de ambos bandos de una forma algo discursiva pero justa.
Lo que no es justo es cómo la sección oficial programó tres de sus títulos con horarios tan encimados que uno se vio obligado a escoger uno solo de ellos. Bowling for Columbine es el documental con el que Michael Moore trata de encontrar la razón por la que los estadunidenses se matan entre sí con armas de fuego, a partir de hechos como la masacre ocurrida en la preparatoria de Columbine. Moore no es un cineasta disciplinado y su discurso tiende a ser disperso, mal estructurado y a ratos frívolo (vaya, no titubea en sacrificar el rigor en aras del protagonismo y la chistosada). Sin embargo, la película hace apuntes incisivos sobre cómo la sociedad estadunidense responde con violencia a un temor propagado por los medios y sus gobernantes.
Finalmente, mi elección fue acertada. Desde luego, no tenía ninguna urgencia por ver Episodio II: el ataque de los clones, de George Lucas, exhibida en proyección digital en la gran sala Lumière; mientras que el otro documental proyectado a la misma hora, Searching For Debra Winger (pomposamente anunciado como "una experiencia de Rosanna Arquette"), resultó ser una monótona encuesta de atractivas cabezas parlantes sobre el trabajo de diversas actrices en Hollywood, Salma Hayek incluida.