TOROS
Interesante cuarto festejo de la Feria Nacional del
Novillero en La Florecita
Gran tarde de la ganadería El Batán y
promisorio debut de Cortés y López
Bravura y nobleza en las reses Vocación y clase
en los jóvenes Primer resbalón del juez
LEONARDO PAEZ
En el cuarto festejo de la Feria Nacional del Novillero
Telmex 2002 celebrado ayer en el coso La Florecita de Ciudad Satélite,
hicieron el paseíllo los jóvenes César Augusto, del
DF; Paul Cortés, de Tulpetlac, estado de México; Marcos González,
de Querétaro; Bruno Vélez, de Morelia; Pepe López,
del DF, y Fermín Rivera, de San Luis Potosí, con apenas 13
años de edad, nieto del maestro Fermín y sobrino del maestro
Curro.
Se
lidió -es mera frase hecha- una bien presentada, brava y noble novillada
del hierro de El Batán, ubicada en el municipio de Amealco, Querétaro,
propiedad del matador de toros tlaxcalteca en retiro Gabino Aguilar, hace
muchos años comprometido en honrar la memoria de sus antepasados
toreros y ganaderos criando reses bravas, no su aproximación y menos
su caricatura.
Como ocurre siempre que en una plaza saltan al ruedo la
casta y el buen estilo, a lo largo del festejo en La Florecita prevaleció
la emoción, lejos, muy lejos de la diversión a la que algunos
han reducido el misterio de la tauromaquia, pues en el libro de los tiempos
quedó escrito: ¡Qué molesta pero qué emocionante
es la bravura!
Bravura y valor
Paul Cortés -el hombre hace al nombre- recibió
a Escritor (370 kg), segundo de la tarde, cómodo de cabeza,
con cuatro templadas y sentidas verónicas, gustándose y gustando,
rematadas con la revolera. Luego en los medios realizó un quite
por gaoneras con ritmo e idea, clavadas las zapatillas en la arena, para
que enseguida el bravo novillo provocara un herradero, pues como se sabe
y padece, la casta es cualidad en desuso.
El bravo ejemplar llegó a la muleta con claridad,
fijeza y son, pidiendo algo más que quietud y ganas, pero la natural
inexperiencia de Cortés -cinco novillos en toda su carrera- impidió
el aprovechamiento cabal de tantas cualidades táuricas, sobre todo
después de aquel excepcional y desmayado toreo de capa.
"Juez: ¡lento!", demandaron algunos aficionados
como postrer homenaje a tan extraordinario novillo. En cualquier caso,
Cortés mostró gran potencial en la medida en que lo que sabe
sentir y expresar con el capote lo repita con la muleta. La técnica
se puede asimilar; la quietud y la entrega, suelen ser innatas.
Pepe López, quien se despidió de niño
torero en la memorable tarde en que se consagró Joselito Adame en
la Plaza México, realizó con Maestro (375 kg), un
novillo bizco del pitón izquierdo pero con trapío y calidad,
verónicas aseadas que de inmediato tuvieron la réplica de
Paul Cortés en tres chicuelinas con celo y con sello.
Nueva dinastía rehiletera
En banderillas el público se asombró con
la precisión y torerismo de Adolfo Sánchez hijo -azul rey
y pasamanería blanca-, quien dejó un soberbio cuarteo en
todo lo alto, aguantando a ley, cuadrando en la cara y dejándose
llegar al encastado novillo, por lo que fue sacado al tercio en la ovación
más sonora de la tarde.
Con conocimiento de los terrenos, corriendo la mano y
ligando los muletazos en sorprendentes tandas, el espigado Pepe López
conmovió a los tendidos no obstante la frialdad de su expresión.
"En cuanto lo rechace una novia", comentó un aficionado, "su expresión
va a romper". Luego de cuatro pinchazos, los restos del novillo fueron
ovacionados en un arrastre lento diferido, pues el que en verdad lo mereció
fue el segundo de la tarde. Era el cuarto ejemplar de El Batán aplaudido
rumbo al destazadero.
Había abierto plaza Pintor (365 kg), bien
presentado y con cara, cuya fuerte embestida lanceó sobre pies César
Augusto. Con la muleta consiguió aguantar la también clara
embestida de la res en derechazos y naturales bien intencionados, pero
sin estar a la altura de la tauridad -bravura con nobleza y transmisión-
del de El Batán. Con un pinchazo y media estocada concluyó
su labor el novillero, que con un valor que no demostró frente al
novillo se arrancó a dar la vuelta por su cuenta. El juez Raúl
Espíndola, un tanto precipitado, ordenaría arrastre lento
a los despojos del animal.
Fermín Rivera se las vio con Inspirado (350),
el menos toreable del encierro, sosillo y menos repetidor que sus hermanos,
al que tanto le insistió que se olvidó del público
y del tiempo. Su voluntad e intuición hacen abrigar fundadas esperanzas
de un buen torero en cierne.
Los jóvenes Marcos González -tan verde como
su terno- y Bruno Vélez deberán reflexionar serenamente acerca
de su vocación torera, pues una cosa son las ganas y otra las cualidades
mínimas.