FOX Y EL DETERIORO INSTITUCIONAL
Ayer,
en el marco de una visita de trabajo a Campeche, el presidente Vicente
Fox, cuestionado por los reporteros sobre la resolución emitida
anteayer por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
(TEPJF), que ordena investigar los fondos presuntamente ilícitos
recabados durante su campaña electoral, dijo que el tema "no tiene
importancia", que "no vale la pena" y que el asunto no le preocupa en lo
absoluto.
Tales expresiones resultan ofensivas, inaceptables y agraviantes
para la soberanía del Poder Judicial, para la vigencia del estado
de derecho y para la sociedad, a la que el actual mandatario ofreció
un cambio en la forma de ejercer el poder público. El Presidente
no tiene atribuciones para restar importancia a las determinaciones del
máximo tribunal electoral del país, ni facultades para dictar
qué procedimientos judiciales tienen relevancia y cuáles
no, ni potestad para definir cuáles son las leyes que "no valen
la pena".
Es cierto que el dislate de Fox en Campeche pretendió
ser subsanado --así fuera parcialmente-- por su oficina, la cual
emitió horas más tarde un comunicado menos descortés,
aunque igualmente equívoco: por una parte, ofreció acatar
una exigencia que no está dirigida a la Presidencia de la República,
sino, primordialmente, al Instituto Federal Electoral (IFE), al cual se
ordena investigar los fondos dudosos de la campaña foxista y se
le inviste con poderes para exigir a la Secretaría de Hacienda y
a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores documentación
relacionada con el caso. Por la otra, el comunicado de la Presidencia parece
insistir en considerar de poca monta la investigación sobre el financiamiento
de la candidatura del actual mandatario, al pedir su pronta resolución
"para continuar trabajando en los temas relevantes de la agenda nacional".
El hecho preocupante es que, al desairar el procedimiento
judicial referido, el propio Fox vulnera el equilibrio de poderes, arremete
contra el estado de derecho y pone en tela de juicio sus proclamados compromisos
con el cambio, con la legalidad, con la transparencia, con la vigencia
de las instituciones y contra la corrupción.
Si el Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales (Cofipe) es irrelevante, si las resoluciones del máximo
tribunal electoral del país no tienen importancia, y si el cumplimiento
de las leyes --electorales en este caso-- es un asunto que "no vale la
pena", cabe preguntarse qué credibilidad puede tener el discurso
legalista del actual régimen, y si no resulta obligado ver sus acciones
como mera expresión de intereses facciosos.
Es obligado preguntarse, por ejemplo, con qué criterio
se determinó que el proceso iniciado por el PRI y el PRD en torno
a los recursos de la campaña foxista carece de relevancia, y por
qué habría de tenerla, en cambio, la investigación
en torno al presunto desvío de fondos de Pemex para sufragar la
propaganda del priísta Francisco Labastida Ochoa, episodio que ayer
desembocó en una orden de captura contra el ex director general
de la paraestatal, Rogelio Montemayor Seguy.
En suma, la inopinada y lamentable reacción de
Fox al fallo emitido anteayer por el TEPJF mina severamente la credibilidad
de su gobierno y tiende un manto de sospecha en torno al conjunto de sus
acciones legales.