Jorge Santibáñez Romellón
La Interparlamentaria: ¿otro acontecimiento social?
El próximo jueves da inicio en Guanajuato la reunión
Interparlamentaria México-Estados Unidos. Estos encuentros, en los
que periódicamente se reúnen legisladores mexicanos con sus
homólogos de Estados Unidos, se realizan desde hace algún
tiempo (esta es la ocasión número 41), y para decirlo con
toda franqueza han caído en reuniones de forma, de protocolo, que
en muy poco o nada han servido a los intereses de los mexicanos. Una de
las razones que explican ese desencanto es que en nuestro país el
Congreso tenía un peso y una independencia muy limitados.
Más allá de la sistemática y estéril
crítica que el Congreso mexicano hace de todo lo que venga de Estados
Unidos, nuestros representantes eran ignorados por sus contrapartes por
la sencilla razón de que no los consideraban "pares". Esencialmente
los congresistas estadunidenses, con cierta razón, partían
de dos supuestos: la falta de representatividad y el sometimiento al Ejecutivo.
El primero se refiere a que nuestros diputados y senadores, a diferencia
de ellos, no representaban a nadie, ya que derivaban sus cargos de procesos
electorales más que dudosos, y el segundo a que nuestro Poder Legislativo
estaba totalmente subordinado al Ejecutivo. En estas condiciones, qué
sentido tendría reunirse a platicar temas de relevancia con actores
que no son representantes de nadie y que, además, solamente cumplen
órdenes. En esta lógica era mucho más rentable reunirse
con el jefe y no con los subordinados.
Hoy, después de un largo proceso que alcanza uno
de sus momentos más importantes, pero que no comienza ni concluye
con las elecciones mexicanas de 2000, ninguno de los dos supuestos se cumple,
y la pregunta que nos hacemos es si eso será suficiente para que
estas reuniones de los dos congresos se conviertan en verdaderos instrumentos
de cambio. Desafortunadamente el asunto no es tan fácil ni tan evidente.
Para ello se requiere que varios factores ocurran. Analicemos algunos.
La conformación de las delegaciones es de gran
importancia. En la medida que ambos países envíen a los congresistas
más influyentes, la reunión no sólo tendrá
mayor impacto, sino lo que de ella se derive. Al respecto, el pasado martes
se conocieron los nombres que integrarán la delegación mexicana,
y lo menos que podemos decir es que, en efecto, en ella aparecen legisladores
de gran influencia (Felipe Calderón, Ricardo García Cervantes,
Diego Fernández de Cevallos, Irma Piñeyro, Ildefonso Guajardo,
Silvia Hernández, etcétera). Del lado estadunidense aún
no se conoce la lista, pero sí se sabe que será presidida
por Jim Kolbe, un republicano de influencia, pero que no es precisamente
el gran amigo de México.
La conformación de la agenda es otro factor de
gran relevancia. Como la reunión se realiza en México, nosotros
llevamos "mano" para proponer los temas a tratar, y es muy importante que
se aborden los verdaderos problemas y en su real dimensión. No tiene
sentido desgastarnos en asuntos coyunturales o que no tienen solución.
Recurro nuevamente como ejemplo al tema del fallo de la Suprema Corte estadunidense
en contra de un indocumentado. La resolución es inapelable y nada
ganamos denunciándola, como no sea tensar la reunión cuestionando
al máximo tribunal de un país democrático. Por el
contrario, debemos trabajar por soluciones de fondo, como la regularización
de los migrantes mexicanos indocumentados, que será la mejor forma
de evitar los abusos. Por lo que se sabe, la agenda propuesta gira en torno
a migración, seguridad fronteriza, Tratado de Libre Comercio y la
relación entre ambos congresos. Esto suena muy bien.
La cohesión y congruencia de la delegación
mexicana será factor determinante del éxito de dicha reunión
para México. Ojalá que a nuestros diputados y senadores no
se les ocurra aprovechar el foro para atacar al Ejecutivo, a Jorge G. Castañeda
o a otros partidos; ventilar asuntos que son de la agenda interna; revivir
el asunto cubano; tener desplantes de independencia total con respecto
a Estados Unidos (como si alguien se la creyera), o bien reclamar airadamente
abusos mucho menos graves que aquellos que nosotros mismos cometemos.
Ya va siendo hora de que la oposición mexicana
muestre que es lo suficientemente madura para distinguir que con algunas
estrategias, si bien es cierto son útiles a corto plazo para dañar
al contrario, a final de cuentas no gana nada y, por el contrario, México
sí pierde. Un poco de institucionalidad no hace daño. Si
quieren influir en la política exterior mexicana, ésta es
una buena oportunidad para demostrar que tienen capacidad para ello.
Esta es la oportunidad para demostrar que el Congreso
mexicano es un instrumento de gobierno útil al país, que
sabe negociar por el país y no sólo para pelearse entre sus
miembros o golpear al Ejecutivo. Es necesario reconocer la relevancia de
la relación con Estados Unidos: nada más analice usted el
monto de nuestras transacciones económicas y comerciales, o el número
de mexicanos que vive en ese país, y se dará cuenta de que
la dependencia, que no el sometimiento, es una variable con la que tenemos
que aprender a vivir, y que sus reglas son aquellas con las que tenemos
que aprender a jugar. Ojalá no perdamos otra oportunidad, ya que
nunca se sabe cuándo será la última.
Presidente de El Colegio de la Frontera Norte