Misha Katz dirigió la Orquesta de Cámara
de Rusia
Sana diversión para melómanos con probado
sentido del humor
Programa con obras de Mozart y Bach, entre otros
PABLO ESPINOSA
El director de orquesta ruso Misha Katz, quien se ha convertido
en una de esas celebridades mediáticas de las que todo mundo habla
pero cuyo trabajo pocos conocen, se presentó finalmente la noche
del miércoles en el Teatro de la Ciudad, al frente de la Orquesta
de Cámara de Rusia, como parte del 18 Festival del Centro Histórico,
en lo que constituyó una reivindicación a su persona, un
éxito entre el público y una sana diversión para melómanos
debido a su tan peculiar estilo de dirigir, con el cual no hay más
que dos alternativas: o el rechazo o el humor.
La primera de estas opciones, la del rechazo, hizo la
fama pública de Katz, pues hace hoy exactamente tres meses los atrilistas
de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM)
se negaron a ser dirigidos por este músico cuyas referencias habían
crecido, entre rumores e informes de primera mano, de un programa anterior
que había dirigido en México con una orquesta grande, en
aquel caso la Filarmónica de la UNAM, que se hizo célebre
por el estilo katziano, tan heterodoxo que, otra vez, o irrita o divierte.
Gestualidad desorbitada
Tal estilo fue degustado enterito, o bien padecido completo,
la noche del miércoles. Como en el caso de la Sinfonía
novena de Dmitri Shostakovich, cuyo humor deliberado puede hacer reír
a carcajadas al melómano conocedor frente a la indignación
del público tieso y tradicionalista, el concierto ?conformado con
obras de Mozart, Bach y Chaikovski? en el Teatro de la Ciudad movió
a risa loca a unos pocos conocedores, mientras la mayoría del público
se dejó seducir por un programa complaciente, de éxito asegurado
debido a sus características cercanas a lo que los clásicos
conocen como lo villamelón, y por el estilo tan ya célebre
de Misha Katz y del pianista ruso Timur Sergeyenia, quien había
sufrido junto a Katz el desaire también célebre de hace tres
meses, de haber sido programados para un concierto público con la
Filarmónica de la Ciudad de México que finalmente se canceló
ante la negativa de los atrilistas mencionados, quienes argumentaron falta
de capacidad profesional de Katz.
El
estilo Katz: sin podio, sin partitura, gestualidad exagerada, desorbitada
incluso, según definiciones del propio público, carreritas
hacia los músicos, teatralización y desconexión entre
lo visual y lo que suena, como si se tratase de una parodia o un performance
de los que acostumbraban algunos intelectuales y melómanos en los
años 60, cuando organizaban conciertos en los que alguno de ellos
se vestía de director de orquesta, tomaba una batuta y se ponía
a dirigir... un disco.
Bach romantizado
Junto al pianista Timur Sergeyenia, Katz ofreció
una versión de Bach típicamente de conservatorio ruso: un
Bach romantizado, forzado hacia un virtuosismo ajeno al compositor barroco
alemán.
El par de encores del pianista conmovió
a la mayoría mientras a algunos cuantos divertía de lo lindo,
en una hipérbole que recordaba los afanes autoparódicos de
Liberace. Eso sí, una capacidad impresionante de volumen, tono y
cantidad de corcheas por segundo.
Los batutazos de Katz, en tanto, tenían como destinatario
incluso el suelo, como en un momento en que recordaba a El Zorro trazando
la Z y un ''buenas noches, caballeros".
Su dramatización gestual conmovió profundamente
a los entuasiastas aplaudientes y todo terminó con final feliz y
una serie de bises con un par de estrenos en México de piezas poco
conocidas de Shostakovich.
Cuatro polkas de regalo, evocaciones de los Tiny Toons,
los dibujos animados con música sinfónica, muchos bravos
y aplausos y emoción del público y mucha sana diversión
para melómanos con sentido del humor.
El final fue de polkas, es decir que ahí fue donde
la polka torció el rabo.