Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 26 de abril de 2002
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Cultura
Misha Katz dirigió la Orquesta de Cámara de Rusia

Sana diversión para melómanos con probado sentido del humor

Programa con obras de Mozart y Bach, entre otros

PABLO ESPINOSA

El director de orquesta ruso Misha Katz, quien se ha convertido en una de esas celebridades mediáticas de las que todo mundo habla pero cuyo trabajo pocos conocen, se presentó finalmente la noche del miércoles en el Teatro de la Ciudad, al frente de la Orquesta de Cámara de Rusia, como parte del 18 Festival del Centro Histórico, en lo que constituyó una reivindicación a su persona, un éxito entre el público y una sana diversión para melómanos debido a su tan peculiar estilo de dirigir, con el cual no hay más que dos alternativas: o el rechazo o el humor.

La primera de estas opciones, la del rechazo, hizo la fama pública de Katz, pues hace hoy exactamente tres meses los atrilistas de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) se negaron a ser dirigidos por este músico cuyas referencias habían crecido, entre rumores e informes de primera mano, de un programa anterior que había dirigido en México con una orquesta grande, en aquel caso la Filarmónica de la UNAM, que se hizo célebre por el estilo katziano, tan heterodoxo que, otra vez, o irrita o divierte.

Gestualidad desorbitada

Tal estilo fue degustado enterito, o bien padecido completo, la noche del miércoles. Como en el caso de la Sinfonía novena de Dmitri Shostakovich, cuyo humor deliberado puede hacer reír a carcajadas al melómano conocedor frente a la indignación del público tieso y tradicionalista, el concierto ?conformado con obras de Mozart, Bach y Chaikovski? en el Teatro de la Ciudad movió a risa loca a unos pocos conocedores, mientras la mayoría del público se dejó seducir por un programa complaciente, de éxito asegurado debido a sus características cercanas a lo que los clásicos conocen como lo villamelón, y por el estilo tan ya célebre de Misha Katz y del pianista ruso Timur Sergeyenia, quien había sufrido junto a Katz el desaire también célebre de hace tres meses, de haber sido programados para un concierto público con la Filarmónica de la Ciudad de México que finalmente se canceló ante la negativa de los atrilistas mencionados, quienes argumentaron falta de capacidad profesional de Katz.

El estilo Katz: sin podio, sin partitura, gestualidad exagerada, desorbitada incluso, según definiciones del propio público, carreritas hacia los músicos, teatralización y desconexión entre lo visual y lo que suena, como si se tratase de una parodia o un performance de los que acostumbraban algunos intelectuales y melómanos en los años 60, cuando organizaban conciertos en los que alguno de ellos se vestía de director de orquesta, tomaba una batuta y se ponía a dirigir... un disco.

Bach romantizado

Junto al pianista Timur Sergeyenia, Katz ofreció una versión de Bach típicamente de conservatorio ruso: un Bach romantizado, forzado hacia un virtuosismo ajeno al compositor barroco alemán.

El par de encores del pianista conmovió a la mayoría mientras a algunos cuantos divertía de lo lindo, en una hipérbole que recordaba los afanes autoparódicos de Liberace. Eso sí, una capacidad impresionante de volumen, tono y cantidad de corcheas por segundo.

Los batutazos de Katz, en tanto, tenían como destinatario incluso el suelo, como en un momento en que recordaba a El Zorro trazando la Z y un ''buenas noches, caballeros".

Su dramatización gestual conmovió profundamente a los entuasiastas aplaudientes y todo terminó con final feliz y una serie de bises con un par de estrenos en México de piezas poco conocidas de Shostakovich.

Cuatro polkas de regalo, evocaciones de los Tiny Toons, los dibujos animados con música sinfónica, muchos bravos y aplausos y emoción del público y mucha sana diversión para melómanos con sentido del humor.

El final fue de polkas, es decir que ahí fue donde la polka torció el rabo.

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