ECONOMIA MORAL
Pobreza de tiempo en México
Julio Boltvinik
La nueva ortodoxia
LA TEORIA ECONOMICA dominante, la que se enseña
en la mayor parte de las escuelas de economía del mundo como la
teoría económica, y que se conoce como la teoría
neoclásica, es la que sustenta el pensamiento neoliberal. Hasta
mediados del siglo pasado esta teoría concebía a los hogares
como unidades exclusivamente de consumo. La única restricción
al bienestar de dichos hogares eran los ingresos con los que adquirían
bienes de consumo. Sobre esta base se mantuvo la versión de la "teoría
del consumidor" (su nombre lo dice todo) durante más de un siglo.
Naturalmente, en otras escuelas de pensamiento había plena claridad
de que los hogares eran unidades de consumo y de producción simultáneamente,
aunque ciertas actividades domésticas no se concebían claramente
como actividades productivas, hasta que el pensamiento feminista lo puso
en evidencia. A mediados de los años sesenta el propio paradigma
neoclásico se transforma. Gary Becker, con el lenguaje y los instrumentos
de la teoría neoclásica, desarrolla una concepción
de los hogares en la que éstos son productores y consumidores simultáneamente.
Particularmente reconoce que los bienes adquiridos en el mercado no son,
con frecuencia, los satisfactores finales de las necesidades humanas, sino
que deben ser procesados en el hogar. Así lo expresa Becker: "La
producción de una comida, por ejemplo, puede requerir el insumo
de pan, vino, carne, tiempo dedicado a las compras, tiempo de preparación,
sillas, libros de cocina y así sucesivamente. Este enfoque abandona
la separación tradicional entre producción y consumo y convierte
a los hogares en productores y consumidores"1. Así describe
este cambio un autor de un libro de texto reciente sobre la organización
económica de los hogares: "Desde los cincuenta y los sesenta los
economistas reconocieron la importancia del tiempo como una restricción
del comportamiento. Debido a que el consumo involucra tiempo además
de bienes y servicios, se dieron cuenta que los hogares enfrentaban una
restricción tanto de ingreso como de tiempo limitado"2.
En pobreza, vieja ortodoxia
LA PROFESORA ARACELI Damián, en la ponencia
que cité en esta columna la semana pasada3, señala
acertadamente que a pesar de este cambio en la teoría económica,
la forma dominante de medir la pobreza, que considera sólo los ingresos
de la población, pasa por alto la necesidad de considerar el tiempo
como un componente esencial del bienestar. En este sentido, este método
de medición de la pobreza está rezagado respecto a la teoría
económica que los propios practicantes del método profesan
como la teoría adecuada.
NO SE NECESITA compartir la visión teórica
neoclásica para estar de acuerdo con Becker en la imperiosa necesidad
de introducir el tiempo dedicado a las tareas domésticas en el análisis
de los hogares. Pero, como explicamos en la entrega pasada, el concepto
de pobreza de tiempo va más allá y debe considerar los tiempos
necesarios para la educación y la recreación.
El acierto de Vickery
LA PROFESORA DAMIAN describe en su ponencia en
qué consiste la propuesta de la autora estadunidense Vickery4,
quien construye lo que llama el estándar generalizado de pobreza.
Para ello parte de la idea de que los mínimos requeridos por los
hogares son combinaciones de ingresos y tiempo disponibles, pero con umbrales
mínimos independientes de tiempo e ingresos. Si bien un mayor ingreso
puede sustituir la falta de tiempo hasta cierto punto, ello tiene un límite.
Esta es una idea acertada de Vickery. Para ilustrar su acierto, pensemos
de momento sólo en la alimentación. Si en un hogar todos
los alimentos que consumen los miembros del hogar (incluso fuera de él)
son preparados en él, incluyendo las botanas, el costo monetario
de la alimentación llega a su mínimo, pero el tiempo de preparación
(y de abasto) llega a su máximo. El tiempo de trabajo doméstico
se puede ir disminuyendo si se compran algunos alimentos listos para consumirse,
lo que sin embargo hará aumentar el monto de dinero requerido. O
bien, el tiempo dedicado por los miembros del hogar puede disminuirse contratando
personal de servicio doméstico.
DE ESTA MANERA, toda definición de ingreso
mínimo supone, de manera asociada, un paquete de tareas para el
trabajo doméstico. Si el ingreso mínimo está definido,
como hacen diversos autores en México, en función de una
canasta mínima de alimentos, todos ellos para cocinar en casa, y
no se incluyen previsiones, por ejemplo, para un refrigerador ni una licuadora,
se está diseñando un paquete de tareas domésticas
que incluyen ir varias veces al día de compras, realizar el molido
de chiles, jitomates, etcétera, en metate, preparar las bebidas
en casa. Cuando definimos en 1982 la Canasta Normativa de Satisfactores
Esenciales (CNSE) en Coplamar estábamos concientes de este hecho.
Así, afirmamos: "Otro criterio de carácter general utilizado
en la elaboración de la lista de bienes y servicios fue la consideración
de que el trabajo doméstico no fuera llevado a límites excesivos,
por lo que se incluyeron algunos bienes que simplifican este trabajo (por
ejemplo refrigerador y licuadora)"5.
Comparación Vickery-Boltvinik
ARACELI DAMIAN PRESENTA también el procedimiento
seguido por Julio Boltvinik en el Método de Medición Integrada
de la Pobreza (MMIP) para medir la pobreza de tiempo. En la ponencia de
la profesora se hace notar que "existen ciertas similitudes entre la propuesta
de Vickery y la de Boltvinik"6. En efecto, ambos autores coinciden
en el procedimiento general. Para saber si los miembros de un hogar son
pobres de tiempo es necesario descontar de las 168 horas que conforman
una semana los tiempos requeridos para sueño, alimentación
y aseo, y los requerimientos de tiempo de trabajo doméstico, para
luego comparar el tiempo que queda disponible con las horas trabajadas
extradomésticamente. En el MMIP se extiende la norma constitucional
de 48 horas semanales al trabajo doméstico también. De esta
manera, si una persona trabaja extradomésticamente 48 horas, ya
no puede, según estas normas, realizar trabajo doméstico
sin incurrir en pobreza de tiempo. Lo mismo ocurriría con la persona
que trabaja 48 horas en el hogar, ya no podría realizar trabajo
extradoméstico sin incurrir en pobreza de tiempo. Está implícito,
si descontamos 10 horas diarias de sueño, aseo y consumo de alimentos,
que las personas, en la norma, deberían disponer, de lunes a sábado,
6 horas para traslados y tiempo libre. Como los tiempos de traslado al
trabajo varían enormemente, las personas podrían tener entre,
digamos, 5.5 y cero horas de tiempo libre diariamente.
SI LAS ENCUESTAS captasen regularmente los tiempos
de traslado empleados por las personas, se volvería útil
definir una norma máxima de traslado contra la cual cotejar el tiempo
efectivamente empleado. Dos horas al día podría ser una norma
máxima razonable, dejando, por tanto, el tiempo libre en cuatro
horas diarias de lunes a sábado, más 14 horas los domingos,
lo que daría un total semanal de tiempo libre de 38 horas.
VICKERY FIJA 40 horas a la semana como norma de
trabajo extradoméstico, añadiendo nueve horas de traslado
y otras actividades relacionadas con el trabajo. Pero la autora estadunidense,
como señala Damián, asume como norma máxima aceptable
que esta persona realice también 36.6 horas de trabajo doméstico
a la semana. Es decir, un total acumulado de trabajo de 76.6 horas
semanales, casi 13 horas al día de lunes a sábado. Vickery
define en sólo 12 horas a la semana el tiempo libre necesario para
mantener física y mentalmente sana a una persona. Como señala
Damián, Vickery tiene una visión minimalista de los requerimientos
de tiempo libre de las personas. En efecto, se trata del tiempo libre mínimo
para no enfermarse y no del requerido para disfrutar (aunque sea un poco)
la vida. Sus normas de tiempo libre podrían interpretarse como el
umbral de la pobreza extrema de tiempo y no de la pobreza de tiempo en
general.
Evaluando la propuesta de Boltvinik
LA PROFESORA DAMIAN utiliza nuevos datos sobre
el uso del tiempo de las personas que ha venido generando el INEGI para
evaluar si los parámetros usados en esta metodología son
consistentes con la realidad del país. En primer lugar analiza cuánto
tiempo dedican al trabajo doméstico y al extradoméstico las
personas que sólo realizan una de estas actividades. Concluye que
la norma de 48 horas es no sólo una norma jurídica sino que
se acerca al tiempo promedio que las personas dedican a estas actividades.
Sugiere, por tanto, conservar esta norma. Después compara los requerimientos
de trabajo doméstico estimados por Boltvinik para diversos tipos
y tamaños de hogares con los cálculos de Vickery y con los
que realizó Teresita de Barbieri7. Los cálculos
de Boltvinik van desde 0.3 jornadas o 16 horas semanales para hogares de
menos de 4 personas, sin menores de 10 años, que cuentan con equipo
ahorrador de trabajo doméstico, hasta 1.8 jornadas semanales (86.4
horas) para hogares numerosos, con menores y sin equipo ahorrador de trabajo
doméstico. La conclusión de Damián es que los requerimientos
así calculados son muy similares a los estimados por Vickery y por
Barbieri y que están en el orden de magnitud correcto. Evalúa
después las normas de edad para realizar trabajo de ambos tipos,
que Boltvinik fija entre 15 y 69 años, llegando a la conclusión
de que ambos límites son consistentes con la práctica social
del trabajo extradoméstico, pero no evalúa la del trabajo
doméstico. Finalmente evalúa la norma que permite el trabajo
(hasta de 20 horas a la semana) de los estudiantes de 15 y más años,
llegando también a la conclusión de que es consistente con
la práctica social.
La pobreza de tiempo en México
Una vez validados los parámetros usados en el MMIP,
la profesora Damián la utiliza para calcular la evolución
de la pobreza de tiempo en México y mostrar sus interrelaciones
con la pobreza de ingresos. Reproducimos aquí un cuadro de su ponencia
que muestra las matrices de la pobreza por ingresos y de tiempo en 1994,
1996, 1998 y 2000. En cada año hay cuatro celdas. En la de arriba
a la izquierda se ubican los hogares que son pobres de tiempo y de ingresos.
En la de abajo a la derecha, los que no son pobres por ninguno de los dos
criterios. En la celda derecha de arriba están los pobres de ingresos
y no pobres de tiempo, es decir, los pobres con tiempo disponible. Por
último, en la celda de abajo a la izquierda están los que
no son pobres por ingresos pero sí por tiempo. La profesora Damián
analiza los resultados en los siguientes términos:
"En 1996, año en que las consecuencias de la crisis
de diciembre de 1994 se reflejan claramente (la pobreza por ingreso aumentó
de 64.3% a 74.7%), el porcentaje de hogares pobres por ingreso, pero no
por tiempo se ubica en el nivel más alto de toda la década,
llegando a casi 40% de la población. A medida que la economía
se va recuperando, el porcentaje de este tipo de hogares tiende a disminuir,
pasando a 36.3% en 1998 y a 35.1% en 2000." "Los datos sobre las brechas
?continúa la profesora Damián citando datos que no he reproducido
aquí? de ingreso y tiempo nos confirman la situación antes
descrita. Mientras que la intensidad media de la carencia de ingresos aumentó
7.4%, la de tiempo se elevó en tan sólo 1.5%. Esto significa
que los hogares tuvieron una escasa posibilidad de aumentar el trabajo
extradoméstico realizado aun cuando hubo un significativo deterioro
del ingreso."
La ponente muestra entonces que entre 1996 y el 2000 hay
un fuerte aumento en la intensidad de la pobreza de tiempo y comenta: "Esto
quiere decir que no sólo aumentó el número de trabajadores,
sino que aquellos que ya participaban en el mercado de trabajo también
intensificaron su esfuerzo laboral". Y concluye: "Esta evidencia nos confirma
que la cantidad de trabajo efectivamente realizado en la economía
es procíclica, los hogares pueden aumentar significativamente su
esfuerzo laboral en la medida en que la economía se expande" pero
no en las crisis, a pesar de las estrategias de sobrevivencia de los hogares.
1 Gary S. Becker, Economic Theory, Alfred
A. Knopf, Nueva York, 1971, p.45
2 Keith W. Bryant, The Economic Organization
of the Household, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido,
1990, p.9)
3 "La pobreza de tiempo. El caso de México",
ponencia presentada en el Seminario de investigación del Centro
de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano, El Colegio de México,
abril de 2002. Próxima publicación en alguna de las revistas
de esta institución.
4 Clair Vickery, "The Time-poor: A New Look
at poverty", The Journal of Human Resources
5 Coplamar, Necesidades esenciales y estructura
productiva en México. Lineamientos de programación para el
proyecto nacional, Presidencia de la República, México,
1982, p.118
6 El desarrollo del MMIP, incluyendo el procedimiento
para el cálculo de la pobreza, se desarrolló de manera independiente
del trabajo de Vickery, que si bien fue publicado en 1977, había
pasado desapercibido en buena parte de la bibliografía de pobreza.
Yo lo conocí apenas hace un año.
7 Teresita de Barbieri, Mujeres y vida cotidiana,
SEP/80, México, Fondo de Cultura Económica, México,
1984