Luis Hernández Navarro
Estado de malestar
sucedió en Morelos, a comienzos de la década de los 70. En la región todavía estaba fresco el levantamiento armado de Lucio Cabañas y vivo el jaramillismo. Dirigentes campesinos de varias regiones del país, muchos con años de cárcel, persecuciones políticas y enfrentamientos violentos con caciques y fuerzas del orden a cuestas, se reunieron en una escuela de formación de cuadros. Un destacado politólogo explicó cómo el Estado era un instrumento de dominación de una clase sobre otra, y cómo está integrado por tres pilares. Al terminar le preguntó a uno de los asistentes, un viejo dirigente agrario:
-A ver, compañero, después de lo que ha escuchado en esta plática, Ƒpuede usted decirnos qué es el Estado?
-Pos mire, compa -le respondió el campesino-, yo mero, antes de venir aquí, creía que los estados eran esos en los que vivimos: Guerrero, Oaxaca, Morelos... Ahora vengo a caer en cuenta que no es sólo así, que también existe el estado de la chingada en el que nos encontramos... Pero no hay problema, estoy de acuerdo en que lo que hay que hacer es darle en la madre a los dos: al que usted nos platicó y al que nosotros sufrimos...
Que ese particular tipo de estado permanece en el ánimo de las multitudes, a pesar del paso de los años, y que no se limita al México rural, quedó claro este fin de semana en la ciudad de Washington, donde 100 mil personas marcharon contra el Banco Mundial (BM), a favor de los derechos del pueblo palestino.
A más de dos años de distancia, el ciclo de movilizaciones en contra de las instituciones de Bretton Woods, inaugurado por las protestas de Seattle, sigue vivo, a pesar del 11 de septiembre y de la guerra en Medio Oriente. Y, como lo muestran los activistas contra la globalización neoliberal que se trasladaron a Palestina en una iniciativa de diplomacia civil contra la guerra, ese movimiento se ha engarzado estrechamente con la lucha por la paz.
En sentido opuesto a lo que asegura la nomenclatura de las instituciones multilaterales, quienes rechazan al BM, al FMI y a la OMC no son sólo jóvenes desencantados con la sociedad de bienestar de los países ricos. Las jornadas de protesta contra la mundialización, efectuadas en Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, muestran tanto el agotamiento que frente a los nuevos retos del desarrollo sufre el viejo Estado de bienestar (fin del pleno empleo, desmantelamiento de las redes de protección social, crecimiento de la migración ilegal y del racismo) como los efectos destructivos que sobre las relaciones de cooperación y solidaridad tienen las políticas neoliberales.
El segundo informe de la asociación World Development Movement (WDP), titulado Estados de descontento II y publicado este 20 y 21 de abril (www.wdm.org.uk), documenta las protestas que se han llevado a cabo en al menos 23 países en vías de desarrollo, entre los que se encuentran Zambia, Turquía, Zimbabwe, India, Marruecos, Corea del Sur, Indonesia y Angola.
De acuerdo con este informe las manifestaciones y el malestar ciudadano en contra de las instituciones multilaterales en las naciones pobres se incrementaron durante 2001 en relación con lo sucedido un año antes, cuando se contabilizaron 50 protestas efectuadas en 13 países, en contra de 77 movilizaciones realizadas en 23 naciones.
Como resultado de la represión gubernamental a 18 protestas efectuadas el año pasado (pacíficas en su mayoría) murieron 76 personas, entre las que se encontraba un muchacho de 14 años, mientras cientos más fueron detenidas. La cifra es superior a la registrada entre la reunión del BM y el FMI del año 2000 y las jornadas de Praga en septiembre de ese mismo año: 10 muertos y 300 heridos.
Quienes protagonizan esas protestas en el llamado Tercer Mundo son maestros, campesinos, médicos, estudiantes, sindicalistas, sacerdotes, pequeños empresarios y pobres urbanos que han sufrido la pérdida de empleo, la privatización de la educación pública, de los servicios de salud y del agua, la quiebra de sus pequeños negocios, la competencia desleal de productos agrícolas importados de países con grandes subsidios o la expulsión de sus territorios como resultado de las políticas de desarrollo y de combate a la pobreza, "recomendadas" por el BM y el FMI.
Esas políticas benefician -según recordaron este fin de semana en la capital del imperio los indígenas u'wa de Colombia- a las grandes corporaciones privadas, dueñas del mundo, y propician que en esos países el Estado del que hablaba el politólogo a los campesinos en Morelos haya sido jibarizado al máximo y su soberanía nacional limitada.
En cambio, según muestran las jornadas de protesta en Washington, la huelga general de Italia, las protestas de Barcelona y la publicación de Estados de descontento II, el malestar en contra del gobierno mundial de facto crece en todo el mundo.
Las multitudes se han cansado del estado de la chingada en que se encuentran, y ni guerras ni amenazas parecen ser suficientes para detenerlas.