CUBA-MEXICO: DESASTRE
En
una inopinada respuesta al reciente voto del gobierno de Vicente Fox en
la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, el presidente
cubano, Fidel Castro, dio a conocer la transcripción íntegra
de la conversación telefónica en la que el primero le pidió
que limitara su estancia en la cumbre de Monterrey al tiempo mínimo
indispensable para leer su ponencia y que no "agrediera a Estados Unidos
o al presidente Bush". El hecho coloca las relaciones Cuba-México
en el nivel más bajo de su historia -muy a pesar de dos sociedades
unidas por el afecto, la solidaridad y la mutua simpatía-, pone
en evidencia aspectos deplorables de ambos gobiernos y deja mal parados
a los dos estadistas.
Por una parte, del texto de la conversación divulgada
ayer se desprende que sí existieron peticiones concretas de Fox
-sistemáticamente negadas por éste y por sus voceros- para
que el mandatario cubano acotase su visita y se abstuviera de tocar diversos
temas.
En un encuentro organizado por la ONU, el presidente anfitrión
no tenía ninguna razón para pedir a uno de los invitados
que se abstuviera de tocar ciertos asuntos. De cualquier forma, aunque
el intercambio telefónico fue un tanto ríspido en sus primeros
momentos, a la postre Castro estuvo de acuerdo con lo que él mismo
llamó "una fórmula honorable y aceptable" y un acuerdo de
"amigos y caballeros" para su participación en la cumbre de Monterrey.
No había, en consecuencia, motivos para insinuar primero -desde
la tribuna del encuentro- ni para divulgar posteriormente -como lo hizo
ayer- la existencia de esas condicionantes.
El propósito real de la publicación de la
charla telefónica no parece ser otro que aportar las pruebas que
con tanta insistencia demandó la parte mexicana a la cubana a propósito
de lo sucedido en la capital neoleonesa. También debe mencionarse,
a modo de corolario, que apenas el viernes pasado el gobierno de Fox emitió
un voto contra La Habana en la asamblea de la ONU sobre derechos humanos,
postura que ha sido considerada inaceptable e indignante, no sólo
en Cuba, sino también en sectores de la sociedad mexicana que, de
acuerdo con su representación legislativa, resultan mayoritarios.
Con todo, no es posible justificar la grabación
y la posterior difusión de una conversación que Fox había
pedido desde un inicio como "privada, entre tú y yo", según
la transcripción dada a conocer por el mandatario cubano, quien
de esa manera se presenta ante el conjunto mundial de los gobernantes como
un interlocutor poco confiable y ofrece una muestra de falta de ética
política que recuerda, por cierto, la bajeza semejante cometida
por Fox en tiempos de su campaña presidencial, cuando se comunicó
telefónicamente con sus rivales Francisco Labastida y Cuauhtémoc
Cárdenas, sin advertirles que la conversación estaba siendo
escuchada -y difundida- por los medios informativos.
En otro sentido, la transcripción referida muestra
que el mandatario mexicano mintió repetidamente a la opinión
pública cuando negó haber pedido a Castro que acortara su
estancia en el país, y pone en evidencia, además, a un Fox
ansioso por complacer y por agradar al gobierno estadunidense.
La respuesta del gobierno mexicano, divulgada anoche mismo
por el vocero presidencial, Rodolfo Elizondo, resulta tranquilizadora sólo
en la medida en que se descartó, en lo inmediato, una ruptura de
las relaciones diplomáticas, pero es inocultable que éstas
han quedado reducidas a un nivel meramente simbólico. Es preocupante,
en cambio, el llamado a la "unidad nacional" formulado por ese funcionario
ante la actual crisis diplomática, porque tiene el tono de un chantaje
dirigido a quienes critican los desatinos de la actual política
exterior, incluidos los desencuentros con Cuba.
Para finalizar, la fraternidad que une a las sociedades
cubana y mexicana se merece mucho más que las torpezas cometidas
por los gobernantes de ambos países. Cabe exigir que ambos regímenes
sean capaces de asumir miradas autocríticas, se den cuenta del desastre
que han provocado con sus animadversiones personales y su inflexibilidad,
y que emprendan acciones urgentes, profundas y de buena voluntad para remediarlo.