Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 8 de abril de 2002
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Editorial
 
PARAR EL GENOCIDIO

SOLAyer, el secretario de Estado estadunidense, Colin Powell, dijo que su gobierno espera una retirada de las fuerzas militares israelíes de Cisjordania y Gaza en cuanto culminen su "misión" allí. Ante la masacre que esas tropas perpetran en los amargos momentos presentes en las reocupadas tierras palestinas, no debiera quedar el menor resquicio para la duda sobre el verdadero sentido de esa "misión": matar a la mayor cantidad posible de palestinos, independientemente de su edad, género, ideología, antecedentes u ocupación. Los testimonios gráficos, textuales, televisivos y radiales que logran escapar a la férrea censura, la desinformación y la mentira sistemática del gobierno de Ariel Sharon, indican claramente que los objetivos de los soldados de Israel y de los helicópteros, tanques y aviones de combate facilitados a ese país por Estados Unidos no son principalmente los terroristas -individuos u organizaciones- responsables de los recientes y criminales atentados contra civiles israelíes, sino la población palestina en su conjunto.

El mundo se encuentra, pues, ante un genocidio en curso, en el que un pueblo aterrorizado, exasperado y humillado, se enfrenta con armas de policía, en el mejor de los casos, con piedras y palos o bien con el cuerpo inerme, a la más sofisticada y mortífera tecnología bélica, aplicada por uno de los ejércitos mejor pertrechados del mundo. Si esa circunstancia es similar o no al genocidio de judíos perpetrado por el régimen nazi, es por ahora un asunto retórico. En todo caso, los hechos presentes indican que el Estado de Israel ha emprendido en las tierras palestinas, después de décadas de ocupación opresiva y criminal y de una limpieza étnica regular, un operativo militar que en nada se diferencia de las atrocidades perpetradas por Belgrado en Bosnia, por los turcos en Chipre y el Kurdistán, por Irak en Kuwait, por Marruecos en el Sáhara Occidental, por Indonesia en Timor o por el extinto régimen racista sudafricano en Namibia. El gobierno de Israel se ha hecho responsable de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Si la justicia internacional fuese mínimamente pareja y equitativa, Sharon tendría que estar sentado frente a la fiscal Carla del Ponte al lado de Slobodan Milosevic.

Sharon no está solo en la carnicería. Lo acompaña, en destacadísimo lugar, el gobierno de Estados Unidos, su protector incondicional, su paraguas diplomático, su proveedor de bombas para matar civiles, su fabricante de coartadas y argumentos. Es vergonzoso que Powell y su jefe, el presidente George W. Bush, defiendan "el derecho de Israel a defenderse de los terroristas", cuando el ejercicio de ese derecho se traduce en el bombardeo de ambulancias, en el asesinato de ancianas inocentes dentro de sus viviendas miserables o en la difusión de mentiras, como la versión de que supuestos combatientes armados palestinos retenían como rehenes, en la iglesia de la Natividad, en Belén, a un grupo de civiles y religiosos.

Pero en el genocidio en curso hay muchas otras responsabilidades: la de la Organización de Naciones Unidas, que en el escenario atroz de Medio Oriente desempeña una función de mera utilería; la Unión Europea -el único poder mundial, aparte de Washington, que podría hacer algo para detener la matanza-; la Liga Arabe, siempre más ocupada en dirimir sus intrigas y rencillas que en defender de manera efectiva a los palestinos, y cada persona en el mundo que calla su desacuerdo, su indignación o su asco ante el genocidio que se lleva a cabo ante sus ojos.
 

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