Curaduría, muestra al alimón
en la Casa de Francia
Marisa Lara y Arturo Guerrero exorcizan la enfermedad
Incluye ensambles, fotografías y arte objeto
sobre la vida
MERRY MAC MASTERS
Los
artistas visuales Marisa Lara y Arturo Guerrero comparten desde hace cuatro
años situaciones de salud y enfermedad con familiares muy cercanos.
Este hecho ha acabado por permear su producción artística
en forma directa.
Dueños de un humor ácido y crítico,
esta pareja que gusta de trabajar al alimón ha partido del concepto
del ''cuerpo lastimado" y las implicaciones de la acción de curar
para jugar con dicho verbo, que hoy día se aplica al ámbito
artístico. Dentro de esto no podría quedar fuera el mismo
ejercicio de la democracia porque, como apunta Guerrero, las vanguardias
de relevancia, en particular del siglo pasado, y las que se desarrollan
en el XXI, ''se han abierto cancha en el terreno de la libertad".
Inaugurada anoche en la galería de la Casa de Francia
(Havre 15, Zona Rosa), la exposición Curaduría incluye
ensambles, fotografías y arte objeto para reflexionar sobre la existencia
como un hecho frágil. La obra en cuestión nace también
de la cavilación de lo que es nuestra sociedad, con sus zonas ''enfermas"
y ''sanas".
El ser humano y su cuerpo juegan un papel protagónico
en el trabajo de Lara y Guerrero. En Curaduría, sin embargo,
se exorciza una sensación de la que a las personas en general no
les gusta hablar de manera pública: su propio dolor ante el cuerpo,
ya sea el suyo o el de algún familiar muy querido. Guerrero agrega:
''Exorcizamos esa frontera que hay entre la vida y la muerte, que es, precisamente,
la de la enfermedad".
Debacle social
¿Cómo
surge este juego a partir de la palabra curar? Lara responde: ''El término
hace pensar en la cura, así como en el cura con su sentido teológico,
de salvación, de perdón, de expiación de culpas. Curar
reviste también la posibilidad de redimirse o de remediar algo.
Y, curiosamente, es un término que se emplea hoy en el arte de manera
paradójica, porque implica diferentes personajes al jugar roles
específicos. ¿Quiénes son los pacientes? ¿Los
artistas? ¿Quiénes son los enfermos o los enfermeros o los
camilleros? En los grados de jerarquía, ¿quién es
el jefe médico, el médico en turno, el médico de guardia?
¿Quién es el curador asociado o anexo? ¿Quién
es el curador independiente? ¿Quién es el curador institucional,
asalariado, empleado del príncipe?"
No es que Marisa y Arturo tengan algo en contra de los
curadores. El asunto empieza, considera Lara, justamente en medio de un
estado de enfermedad social en el que las cosas y las personas ''sólo
aparentan ser y no son". En el que, de repente, hay artistas que no lo
son, y ''expertos" en arte que ''no saben ni jota" del tema, inventados
''anoche". Esta situación, continúa, ''se explica en un contexto
de debacle que se vive socialmente pero que, por fortuna, no es el único,
ya que la posibilidad de la crítica, de la discusión de los
elementos que rodean el mundo del arte, es algo que Arturo y yo siempre
hemos tenido".
Es aquí, anota Guerrero, donde el curador a veces
se considera ''evaluador del arte", el que va a objetivar lo que va a trascender.
Por ello ''pensamos, de una manera lúdica desde luego, en que nadie
tiene la verdad absoluta".
Objetos como un lavabo, con una frase de Baudelaire escrita
en su interior, y donde uno ''se limpia" con un líquido rojo (agua
de jamaica) que alude a la circulación de la sangre, se entremezclan
con fotografías contenidas en tablas de control médico que
encierran ese grito sordo de dolor, así como un ''cuerpo de agua",
que simboliza el naufragio, utilizado por los enfermos cuyo cuerpo empieza
a tener llagas.
En fin, la riqueza de ideas de Marisa y Arturo es el producto
de sus experiencias en los hopitales y de la soledad de su taller.