Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 1 de abril de 2002
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Editorial
 
MEDIO ORIENTE: URGENTE INTERVENIR

SOL CORNISA 1Ayer, el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, declaró una suerte de guerra total contra los palestinos y su dirigencia, la Autoridad Nacional Palestina, que preside Yasser Arafat. Esa declaración se presentó como respuesta al atroz atentado suicida perpetrado por elementos de la organización fundamentalista Hamas en la localidad israelí de Haifa, en el que murieron 16 personas --incluido el atacante-- y 30 resultaron heridas.

Las palabras del premier israelí, sobre quien pesa la acusación de haber instigado los crímenes de lesa humanidad cometidos contra cientos de refugiados palestinos en Sabra y Chatila, Líbano, en 1982, fueron de inmediato seguidas por una violenta ofensiva de las fuerzas de Tel Aviv contra la generalidad de las poblaciones en los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania, de donde provenían, en la tarde de ayer, reportes sobre una matanza de 30 personas perpetrada por los soldados ocupantes. En su alocución, Sharon dejó en claro que considera a Arafat "enemigo de la paz" y "del mundo libre", y "orquestador del terrorismo".

No es difícil descifrar la amenaza que tales calificativos encierran para la vida del dirigente árabe, ni imaginar las terribles consecuencias que generaría el asesinato, por parte de Israel, de quien ha resultado ser, a fin de cuentas, el líder del sector palestino más dispuesto a dialogar y a buscar alternativas para la convivencia pacífica entre ambos pueblos.

Es significativo, a este respecto, que analistas en Israel como Emanuel Rosen, de Maariv; Yoel Marcus, de Haaretz, y Nahum Barnea, de Yediot Ajronot, cuestionen la ofensiva lanzada por Sharon y señalen que parece más una venganza personal contra Arafat que un intento serio por poner fin a los atentados terroristas, los cuales se han incrementado en frecuencia y violencia a raíz del salvajismo practicado por las fuerzas de ocupación israelíes en Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental y a consecuencia del virtual arresto domiciliario en el que los ocupantes mantienen al líder palestino en Ramallah.

En suma, diríase que la pavorosa circunstancia generada en Medio Oriente no es para Sharon un problema, sino un éxito: a fin de cuentas, la guerra total es resultado de la larga serie de provocaciones en la que el actual primer ministro de Israel y los elementos palestinos radicales y fanáticos parecen haber actuado todo el tiempo como aliados.

Como quiera, con Sharon triunfante en su reactivación de la guerra, con los moderados israelíes fuera del gobierno, y con Arafat aislado, indefenso y casi prisionero, no hay en el escenario del conflicto factores que permitan frenar la violencia y la confrontación. Tampoco podría esperarse ya nada del gobierno de Estados Unidos, el cual se autonombró "mediador" del problema cuando es parte activa del mismo, en su calidad de aliado estratégico de Israel.

Tales factores se encuentran, por hoy, en el exterior, y los principales son actores sociales internacionales como José Bové y otros activistas de la resistencia global que ayer lograron romper el cerco israelí y reunirse con Arafat en lo que queda de su oficina de Ramallah, o como los intelectuales europeos --el premio Nobel José Saramago entre ellos-- que en días pasados hicieron otro tanto y denunciaron los paralelismos entre las condiciones de la ocupación en Cisjordania y Gaza y los campos de concentración establecidos por la Alemania nazi.

Es urgente y obligado que las instancias gubernamentales de la Unión Europea secunden los esfuerzos pacificadores y que, en un acto mínimo de congruencia con su discurso a favor de la paz y contra el genocidio, envíen a la zona una fuerza de interposición --bajo la bandera de la ONU, si eso fuera aún posible-- que proteja a los civiles palestinos de la ofensiva militar israelí y a los civiles israelíes del terrorismo ciego de los fundamentalistas.

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