MEDIO ORIENTE: URGENTE INTERVENIR
Ayer,
el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, declaró una suerte de
guerra total contra los palestinos y su dirigencia, la Autoridad Nacional
Palestina, que preside Yasser Arafat. Esa declaración se presentó
como respuesta al atroz atentado suicida perpetrado por elementos de la
organización fundamentalista Hamas en la localidad israelí
de Haifa, en el que murieron 16 personas --incluido el atacante-- y 30
resultaron heridas.
Las palabras del premier israelí, sobre quien pesa
la acusación de haber instigado los crímenes de lesa humanidad
cometidos contra cientos de refugiados palestinos en Sabra y Chatila, Líbano,
en 1982, fueron de inmediato seguidas por una violenta ofensiva de las
fuerzas de Tel Aviv contra la generalidad de las poblaciones en los territorios
palestinos de Gaza y Cisjordania, de donde provenían, en la tarde
de ayer, reportes sobre una matanza de 30 personas perpetrada por los soldados
ocupantes. En su alocución, Sharon dejó en claro que considera
a Arafat "enemigo de la paz" y "del mundo libre", y "orquestador del terrorismo".
No es difícil descifrar la amenaza que tales calificativos
encierran para la vida del dirigente árabe, ni imaginar las terribles
consecuencias que generaría el asesinato, por parte de Israel, de
quien ha resultado ser, a fin de cuentas, el líder del sector palestino
más dispuesto a dialogar y a buscar alternativas para la convivencia
pacífica entre ambos pueblos.
Es significativo, a este respecto, que analistas en Israel
como Emanuel Rosen, de Maariv; Yoel Marcus, de Haaretz, y Nahum Barnea,
de Yediot Ajronot, cuestionen la ofensiva lanzada por Sharon y señalen
que parece más una venganza personal contra Arafat que un intento
serio por poner fin a los atentados terroristas, los cuales se han incrementado
en frecuencia y violencia a raíz del salvajismo practicado por las
fuerzas de ocupación israelíes en Cisjordania, Gaza y Jerusalén
oriental y a consecuencia del virtual arresto domiciliario en el que los
ocupantes mantienen al líder palestino en Ramallah.
En suma, diríase que la pavorosa circunstancia
generada en Medio Oriente no es para Sharon un problema, sino un éxito:
a fin de cuentas, la guerra total es resultado de la larga serie de provocaciones
en la que el actual primer ministro de Israel y los elementos palestinos
radicales y fanáticos parecen haber actuado todo el tiempo como
aliados.
Como quiera, con Sharon triunfante en su reactivación
de la guerra, con los moderados israelíes fuera del gobierno, y
con Arafat aislado, indefenso y casi prisionero, no hay en el escenario
del conflicto factores que permitan frenar la violencia y la confrontación.
Tampoco podría esperarse ya nada del gobierno de Estados Unidos,
el cual se autonombró "mediador" del problema cuando es parte activa
del mismo, en su calidad de aliado estratégico de Israel.
Tales factores se encuentran, por hoy, en el exterior,
y los principales son actores sociales internacionales como José
Bové y otros activistas de la resistencia global que ayer lograron
romper el cerco israelí y reunirse con Arafat en lo que queda de
su oficina de Ramallah, o como los intelectuales europeos --el premio Nobel
José Saramago entre ellos-- que en días pasados hicieron
otro tanto y denunciaron los paralelismos entre las condiciones de la ocupación
en Cisjordania y Gaza y los campos de concentración establecidos
por la Alemania nazi.
Es urgente y obligado que las instancias gubernamentales
de la Unión Europea secunden los esfuerzos pacificadores y que,
en un acto mínimo de congruencia con su discurso a favor de la paz
y contra el genocidio, envíen a la zona una fuerza de interposición
--bajo la bandera de la ONU, si eso fuera aún posible-- que proteja
a los civiles palestinos de la ofensiva militar israelí y a los
civiles israelíes del terrorismo ciego de los fundamentalistas.