Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 1 de abril de 2002
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Cultura
REPORTAJE

Ponen color y palabras a plegarias de creyentes; el oficio, en extinción

Retableros de exvotos, mensajeros de la fe

Se llama Alfredo Vilchis, pero lo conocen como Leonardo Davilchis. Desde hace dos décadas ejerce la pintura, que aprendió de forma autodidacta, en particular la elaboración de exvotos, retablos mediante los cuales fieles agradecen milagros. Davilchis ha hecho unas 4 mil de esas piezas. Los exvotos, dice, son un acto de fe, pero también una especie de película; cuentan una historia. Este artista urbano es considerado además cronista de su época

ANGEL VARGAS

Su destino quedó definido siendo muy niño, cuando un día se perdió en un corredor lleno de colores y se topó allí con la posibilidad de hablar con las nubes. Aunque no hizo más preguntas, en realidad nunca le satisfizo la explicación que le dio la abuela de que no había nada de mágico en eso que había visto; que eran sólo los retablos de una iglesia. Y fue así, con el paso del tiempo, que decidió hacerse pintor, para tratar de recuperar ese recuerdo de infancia.

Ahora la fama de Alfredo Vilchis es tal que no sólo en su colonia, Minas de Cristo (al poniente del DF), se le reconoce como "el pintor del barrio", sino que fue rebautizado con el sobrenombre de Leonardo Davilchis en el mercado de antigüedades de la Lagunilla, donde expende sus obras cada fin de semana desde hace dos décadas.

Dato curioso yun tanto chusco: también es conocido en varios puntos de la ciudad como "el Carlitos Monsiváis del pincel" por su afán de retratar los pormenores de su tiempo y su gente mediante la pintura, como lo hace el reconocido escritor a través de sus crónicas.

La de Semana Santa o Semana Mayor es una de las tres mejores épocas del año para los pintores que, como Alfredo Vilchis, consagran su quehacer a la elaboración de retablos o exvotos, como se le denomina a un determinado tipo de obra pictórica de origen y fines religiosos.

Las otras fechas de venta alta son diciembre, por las fiestas navideñas, y entre julio y agosto, aunque se desconocen las razones, según el propio artista, nacido hace 42 años y quien se adentró de manera autodidacta al ejercicio de la pintura hace dos décadas, cuando lo despidieron de la fábrica donde laboraba como obrero y debió buscar otra manera de ganarse el pan. Primero comenzó pintando miniaturas y se decidió a hacer retablos cuando encontró uno que le gustó mucho e incluso lo compró.

Oficio por temporadas

Ser retablero o pintor de exvotos, sin embargo, no es un oficio fácil en la actualidad, pues, salvo las épocas ya mencionadas, en el transcurso del año el encargo de trabajos tiene varios altibajos, además de que la obra ya realizada presenta dificultades para ser colocada incluso entre los coleccionistas, a quienes, por cierto, se debe en gran medida que en las últimas décadas este arte salga paulatinamente de las iglesias y templos para transformarse en elemento de ornato.

Es por esa razón que este oficio cada día tiene menos practicantes en nuestro país, no obstante que se encuentra incrustado en la cultura nacional desde la época de la Conquista, merced a los religiosos españoles que, a su vez, lo heredaron de generación en generación, en línea retrospectiva, hasta llegar a los albores del cristianismo, cuando los primeros seguidores de esa fe retomaron esta práctica votiva de culturas tan ancetrales como la etrusca, la griega y la romana.

En Mesoamérica, al igual que en otras civilizaciones de la antigüedad, el rito de solicitar ayuda o la intercesión de divinidades mediante ofrendas con elementos pictóricos, escultóricos, cerámicos o de joyería fue asimismo un elemento común. De allí que los retablos y exvotos puedan ser considerados también un rasgo cultural prehispánico que ha trascendido los siglos, si bien con sus respectivos matices y elementos de sincretismo.

Según Alfredo Vilchis, los exvotos son ante todo un acto de fe, pero también una especie de película, ya que dan cuenta de toda una historia: "tienen un principio y un final, por supuesto, un final siempre feliz, porque de otra forma no habría por qué agradecer el favor recibido al santo o la virgen requerido o requerida".

Son obras que sin importar su origen y fin religioso, explica, deben de contener todos los elementos de la vida diaria, desde drama y tragedia hasta alegría y situaciones chuscas:

"Los retablos son cosa seria, pero no solemne. Con ellos se trata de hablar con una virgen o un santo, agradecerles un favor, pero no necesariamente se debe ser formal, hay ocasiones que es necesario que aparezca algo gracioso".

El ingenio de cualquier retablista aparece tanto en las imágenes que plasma como en el texto de gratitud que pone al calce de la obra. Sin embargo, según el artista, es en la parte escrita donde radica el valor de la pieza, al grado de ser un elemento esencial para ese género artístico.

"El lenguaje generalmente parece chusco, porque se plasma la forma coloquial como habla la gente; palabras como 'fuinos', 'ahorale', 'haiga', 'juéranos ido'... son pan de cada obra. Las faltas de ortografía y los errores gramaticales, en mi caso, no los hago adrede; con tantos años en esto me salen de manera natural y, cuando me doy cuenta, me digo: ¿cómo pude hacer eso?, por ejemplo, ¿cómo pude poner virgen con b de burro? Pero ni modo, son errores a los que no les doy mucha importancia, incluso le dan más originalidad a la obra, porque los exvotos, desde siempre, los ha hecho la gente del pueblo, que muchas veces apenas si sabe leer", agrega el pintor.

"No pretendo modernizar a los exvotos, me apego a como han sido; lo único que sí hago es contar hechos actuales que le pasan a gente que vive en mi tiempo, la conozca o no. ¿Cómo voy a poner a una persona del campo o del barrio con un lenguaje refinado?; sería algo falso, una mentira".

Vocación o negocio

retablo 2Según Alfredo Vilchis, "existe de retablero a retablero: hay quienes trabajan por gusto del oficio y querer ayudar al prójimo, y quienes lo hacen por dinero, copian sus obras de algún libro y comercian con ellas.

"En mi caso, para pintar debo primero sentir lo que hago, meterme en el papel del donante, captar sus sentimientos para que pueda traducirlos, y después busco que las situaciones estén apegadas lo más posible a la realidad. De otra forma, mejor no hago nada. Al final, soy una especie de intermediario entre los santos y las vírgenes y las personas que los necesitan. Incluso puedo decir que, al hacer un retablo, formamos una especie de Santísima Trinidad".

Si bien durante varios años, incluso siglos, la realización de un exvoto obedecía a razones de agradecimiento por situaciones sumamente delicadas, como evitar la muerte en un accidente, la recuperación de la salud o de la fortuna, el encuentro del verdadero amor... fue en las últimas décadas del siglo XX cuando se amplió el espectro de situaciones por agradecer y ahora no existen límites.

Hasta motivos futboleros

En las casi 4 mil piezas que Vilchis ha realizado hasta la fecha, los donantes continúan ofreciendo gratitud porque salieron de una enfermedad o porque les ha ido bien en su negocio, pero también lo hacen porque un niño obtuvo buenas calificaciones en la escuela y hasta porque la selección de futbol calificó al Mundial o las Chivas golearon al América.

Las deidades más recurridas son, en primer lugar, la Virgen de Guadalupe y luego el Santo Niño de Atocha y la Virgen de San Juan de Los Lagos. Eso a nivel nacional, en cuanto al Distrito Federal, el más socorrido es San Judas Tadeo.

En los últimos años, dice el artista, se han incrementado las peticiones de obras que hacen referencia a la prostitución, la delincuencia, la drogadicción y, sobre todo, el homosexualismo. "Algunos homosexuales se me acercan y me dicen que les pinte algo para dar gracias porque no los han golpeado por ser putos o porque encontraron pareja o porque no los han corrido del trabajo".

Además de los trabajos sobre pedido, Alfredo Vilchis también crea obra a partir de los sucesos que le cuentan en las calles y en diversos sitios de la ciudad, como las pulquerías, así como de aquella información de la que dan cuenta los diferentes medios de comunicación. Este tipo de obra es, de hecho, la que vende los fines de semana en la Lagunilla, con precios que oscilan entre los 250 y 300 pesos.

"Con este tipo de trabajo, antes que nada, siento que evito el saqueo de iglesias, pero también que comparto un poco de mi historia personal y la de mi país. No son copias de libros, sino imágenes de lo que he vivido o me informado, hechos de la actualidad".

Admirador de Nahui Ollin, el Doctor Atl, Diego Rivera y Francisco Goitia, Leonardo Davilchis se ha hecho de un sello personal que lo hace inconfundible entre los coleccionistas, por la forma y el colorido de sus imágenes y el contenido de sus textos, pero también porque en varios de sus exvotos aparece un personaje nacido de su imaginación: el arcangel justiciero, que se encarga de proteger al donante del retablo, lo mismo vestido como granadero que como futbolista.

Además, también es frecuente que, cuando le piden que reproduzca un Cristo, él se autorretrate, aunque asegura que es de manera inconsciente.

El pintor se declara orgulloso no sólo por ser retablista, sino por haber iniciado una dinastía familiar de este tipo de artistas, ya que sus tres hijos varones comienzan ha realizar obra e incluso han participado ya en exposiciones. De hecho, preparan una que versará sobre la Revolución Mexicana, que será presentada en el Museo Nacional de la Revolución, a partir del 17 de mayo.

"Estoy sumamente satisfecho de mi oficio; no soy rico, pero sí feliz por poder ayudar a la gente. Para mí el arte es un milagro, el gran milagro que nos da Dios, claro, después de la vida. Agradezco a la virgen que me haya puesto en este camino y así permitirme la oportunidad de cumplir mi sueño de poder hablar de nuevo con las nubes", rubrica.

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