Plan para reubicar cerca de la mitad de comunidades
de municipios en rebeldía
Zozobra en la selva Lacandona por violencia de paramilitares
y amenazas de desalojos
Ante la parcialidad de autoridades, zapatistas se deslindan
de crímenes perpetrados en la zona
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de Las Casas, Chis., 31 de marzo.
El norte de la selva Lacandona se ha convertido en "territorio minado",
tanto por las provocaciones de los paramilitares de Taniperla y Palestina
y la violencia de Paz y Justicia en Roberto Barrios como por las amenazas
de desalojo en Montes Azules. Todo esto en una zona intensamente militarizada.
El
concejo municipal de Ricardo Flores Magón difundió la relación
completa de comunidades en riesgo de ser desalojadas, reubicadas o afectadas
dentro del territorio autónomo.
Casi la mitad de las 110 comunidades que constituyen éste,
uno de los municipios en rebeldía de mayor extensión, se
encuentran en situación crítica. En primer lugar, Laguna
el Paraíso, Laguna Suspiro, Nuevo San Pedro, Seis de Octubre, Nuevo
Guadalupe Tepeyac y Nueva Cintalapa, las cuales podrían ser desalojadas
por completo de la reserva de la biosfera en fecha próxima.
Los derechos ejidales serían afectados (en sus
dotaciones o ampliaciones) a causa de la reserva, en comunidades tanto
zapatistas como de la Aric Independiente, e incluso priístas: San
Antonio Escobar, Plan de Ayutla, Chamizal, La Culebra, Cintalapa, Limonar,
Santa Rita, Taniperla, El Jardín, Villa las Rosas y Zapotal.
Además verían afectados sus derechos ejidales
por la llamada zona lacandona los poblados Lacanjá Tzeltal, Santo
Domingo, Arroyo Granizo, Plan de Guadalupe y Niños Héroes.
Otras comunidades serían mutiladas directamente
por la "zona de amortiguamiento": Monte Líbano, Santa Elena, Censo,
Taniperla, Manuel Velasco Suárez, San Jerónimo, Agua Azul,
Emiliano Zapata, Perla de Acapulco, El Zapotal, San Caralampio, San José,
Calvario, Nuevo Monte Líbano, Guadalupe San Luis, Sibal, San Francisco,
Infiernillo, Zaragoza y Lacandón.
Y todavía se agregan las comunidades afectadas
por la zona de protección forestal en el río Tulijá:
San Jerónimo Tulijá, Ranchería Paraíso Tulijá,
Ranchería San Isidro, Ranchería San Felipe, Ranchería
San Pedro, Ranchería San Marcos, Río Jordán, San Juan
y Jol Tulijá.
Asesinato en Roberto Barrios
La Red de Defensores Comunitarios por los Derechos Humanos
de la zona Salto de Agua-Palenque denunció la desaparición
de una persona de filiación priísta en el ejido Roberto Barrios.
La esposa del desaparecido, Virginia Méndez Gómez,
acudió con el agente municipal oficial del ejido para darle a conocer
que su esposo, José Alirio Miranda Chávez, de nacionalidad
hondureña y radicado en el ejido, "salió a pescar el día
primero de marzo en la tarde, invitado por Gustavo Méndez Balcázar,
y ya no regresó a su casa".
La señora sospechaba que lo habían ejecutado,
porque la persona que lo invitó a pescar tuvo una riña con
él, y lo culpaba también de un robo en la casa de Simón
Díaz Oleta, quien el 24 de febrero acusó a Miranda Chávez
de robarle un televisor, una grabadora, un rifle y ropas.
El pasado viernes 29 fue encontrado el cadáver
de Miranda Chávez dentro de una fosa mal cavada, en las proximidades
de la comunidad y el río.
Observadores civiles y defensores de derechos humanos
señalaron hoy, en carta dirigida a La Jornada, que varios
agentes del Ministerio Público ingresaron prepotentemente a la comunidad
en vehículos con placas de Campeche, y uno sin placas, "para investigar
los hechos".
Tratando a la población como si todos fueran sospechosos,
los agentes del MP obligaron a los indígenas a exhumar el cadáver,
sin el equipo ni el personal adecuados, en pésimas condiciones de
higiene. El hoy occiso apareció mutilado y con su caña de
pescar al lado. Al retirarse, casi a la una de la tarde, los agentes dijeron
que el diagnóstico de la necropsia estaría listo en 72 horas.
Según testimonios recabados por el municipio autónomo
El Trabajo, a las 10 de la noche del 2 de marzo, Díaz Oleta se presentó
en casa del desaparecido, armado con rifles y machetes en la cintura, amenazando
de muerte a su familia, y al no encontrarlo fue a la casa de Cristóbal
Méndez Pérez (suegro del desaparecido), a quien amenazó
"apuntando de arriba abajo con el cañón".
Las autoridades autónomas (que ya habían
denunciado la desaparición y el posible asesinato) culpan del crimen
a Carmen Cruz Balcázar, Tomás Cruz Balcázar, Humberto
Balcázar Mendoza, Mariano Pérez López, Asisclo Pérez
Gómez y Rubén Pérez De Mesa.
Por
medio de la red, el concejo autónomo exige que se deslinde a las
bases de apoyo zapatistas de toda responsabilidad por la desaparición
de José Alirio, "ya que los agresores son los mencionados, como
lo demostró el agente municipal oficial Francisco Pérez Pérez,
quien en un oficio dirigido a la agencia estatal de investigación
de Palenque señala a Gustavo Méndez Balcázar como
la última persona que vio con vida al esposo de la señora
Virginia".
La red de defensores solicita la intervención de
las autoridades federales, estatales y municipales. Los observadores civiles,
a su vez, señalando las anomalías en la investigación
ministerial, consideran posible "que las autoridades no actúen conforme
a derecho".
Tanto la red como los observadores civiles que presenciaron
la exhumación en Roberto Barrios responsabilizan a la presidencia
municipal de Palenque, la PGJE y el gobierno federal de cualquier agresión
o cacería de brujas contra las bases de apoyo del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Las autoridades priístas de Palenque, siempre hostiles
con los zapatistas, han solapado los delitos de los priístas de
la localidad, presuntos miembros de Paz y Justicia.
Las bases de apoyo del EZLN exigen la investigación
profunda de la desaparición y el asesinato de Miranda Chávez,
así como de los demás crímenes ocurridos en Roberto
Barrios respecto a los cuales jamás se han realizado investigaciones:
la muerte de Rafael Gómez Pérez y las agresiones sufridas
el 12 de marzo de 1997; el asesinato de Trinidad Cruz Pérez, el
14 de marzo de 1998, y el fallecimiento de una niña de 2 años
de edad a causa de las quemaduras que sufrió el 24 de mayo de 1998
por un incendio provocado.
Otra muerte sin resolver (aunque los asesinos están
identificados) es la de José Tila, poco después de presentar
denuncias ante la primera Comisión Internacional de Observación
sobre la violencia de militares y priístas en la región.
Las autoridades autónomas demandan también que se investiguen
otras agresiones, amenazas y hostigamientos, ya denunciados, sin que en
ningún caso se haya hecho justicia.
El concejo autónomo dio a conocer más tarde
un comunicado donde declara: "Nos deslindamos de la desaparición
y muerte de esta persona; nosotros los zapatistas somos gente que estamos
trabajando en la construcción de la autonomía indígena,
y en este proceso es muy importante el respeto a los derechos humanos.
Por esto aclaramos que en este problema no tuvimos nada que ver y no queremos
que nos involucren con la siembra de estupefacientes ni con otros crímenes".