Teresa del Conde
El acervo del MACO
El Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) celebró el mes pasado el décimo aniversario de su fundación y entre los actos conmemorativos se incluyó la exhibición de lo que es ya su acervo permanente, integrado por donaciones de la Fundación Che Gómez (por ejemplo las obras de Francisco Gutiérrez), de varios artistas originarios o no del estado y por algunas adquisiciones entre las que están los seis retratos de Georgina Quintana, que se museografiaron, no así otros de la misma pintora que me parecieron poco afortunados, pero ello se explica porque corresponden a personajes de Oaxaca.
A esto se suma el meollo inicial del acervo, constituido por las piezas premiadas en las sucesivas bienales Tamayo, que se iniciaron en 1982. El conjunto ya es histórico y creo que las bases de la próxima Bienal Tamayo no deberían cambiar en ese aspecto, pues salvo excepciones consabidas, las obras premiadas por diferentes jurados están entre las mejores de la colección. Causa extrañeza que no se hayan exhibido todas, por falta de espacio, pero tal vez hubiera sido prudente hacer el esfuerzo de correr alguna exposición temporal a efecto de que este rubro se presentara completo.
De otra parte me parece que en cuanto a donaciones como a posibles adquisiciones (en realidad son muy pocas estas últimas) habría que abandonar el ''oaxaqueñismo" si es que el museo se encamina a convertirse en foro de exhibición de arte contemporáneo a partir de una colección que cuenta ya con obras relevantes. Mencionaré sólo dos que se convirtieron en mis predilectas: la hermosa composición sobre papel de Gunther Gerzso y el interesante collage de Rodolfo Nieto.
Está por aparecer el catálogo ilustrado de lo ahora exhibido, por ello no me referiré con detalle sino a lo siguiente: la bien ideada museografía hace valer al máximo las piezas y a esto se añade que la mayoría de las esculturas (mucho menos en número que las pinturas) son de muy buen nivel y el recinto es muy apto para contenerlas y se antoja que este rubro del acervo podría convertirse en un eje más.
Jorge Du Bon, Perla Krauze y Kyoto Ota son vecinos de espacio y donde se encuentran es un sitio afortunado. De pequeñas dimensiones, pero no por eso menos notables son las obras de Janet Mullarnay, la irlandesa que ha tenido muestra individual en la Hugh Lane Municipal Gallery de Dublín. Contemplando la obra que aquí la representa, recordé Almas y escaleras, su instalación integrada por objetos exhibida el año pasado en el MACO.
Contrasta aquella instalación con la ambientación (que no instalación) de Francisco Alvarado Juárez: Canto a la fauna americana. Se puede ver desde la calle, debido a que la remodelación de espacios antes ocupados por oficinas en la planta baja del edificio lo permite. Me pregunté, Ƒqué pensarán quienes la ven? ƑAcaso que se inauguró en el propio andador una marisquería o una discoteca? No obstante la gente entra para transitar por la abigarrada floresta de papeles multicolores, como de día de feria , que tapizan vistosamente o ahogan los espacios.
El público ha dejado comentarios positivos sobre el recorrido, que toma menos de cinco minutos y que pertenece ''al museo", o sea: ''estuvimos en el museo", pero sólo vimos La jungla. Será, me temo, que la visita resulta bien porque no hay mucho que pensar al respecto.
Hay un espacio amplio dedicado a la fotografía, cosa que me parece un acierto que habrá de afinarse en un futuro muy próximo. Las fotos son tradicionales en cuanto a procedimiento -plata sobre gelatina- pero las hay que son históricas (años veinte o treinta) mezcladas con fotografías actuales. Tal vez aquí sí habría que pensar en una cronología y adherir tomas de algunos artistas que -como Gerardo Suter- han sido pródigos no sólo en registrar, sino en lograr encuadres magníficos de ciertos sitios, como Mitla, por ejemplo.
Hay un cuadro de formato grande realizado por pintores en contubernio, cuya existencia desconocía. Es como una suite de cinco movimientos y los autores son Gilberto Aceves Navarro, José Luis Cuevas, Francisco Toledo, Luis Zárate y Sergio Hernández. No es que el conjunto sea coherente, pero la mano de cada uno de ellos (y sus respectivas personalidades también) es muy visible en toda esa área saturada de trazos y colores.
Sin embargo, el mejor premio de la estancia en Oaxaca estuvo referido al Jardín Botánico de Santo Domingo, aún no inaugurado de manera oficial. Su regidor científico, Alejandro de Avila, y su ingeniero-arquitecto, el maestro Luis Zárate, merecen muchas loas. El espacio pergeñado por Toledo será fuente de conocimientos y de placer para los visitantes.