Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 26 de marzo de 2002
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Política

Luis Hernández Navarro

Monterrey: el precio de la fama

curioso comportamiento el de Vicente Fox en la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo realizada por las Naciones Unidas. Primero infló la burbuja exagerando en la opinión pública los alcances internacionales del evento para luego reventarla propiciando un grave incidente diplomático con Cuba. Los beneficios se le convirtieron en pérdidas.

Más que anfitrión de un evento, que por su naturaleza escapa a las acciones del país sede en Monterrey, el gobierno mexicano se comportó como si fuera el artífice de los consensos alcanzados en otro lugar y por otras manos. Por momentos, la propaganda oficial hizo aparecer la conferencia no como producto de una convocatoria de la ONU, sino como resultado de las gestiones diplomáticas de México.

La conferencia de la ONU se convirtió para el mandatario mexicano, acosado por una caída sostenida en su popularidad, en un verdadero túnel de escape. Vicente Fox quiso ganar en Monterrey un respiro para reponerse de los descalabros en la arena interna, capitalizando a su favor los reflectores de la reunión internacional.

Cara pagará su apuesta. Le sopló tanto al globo que acabó reventándolo. Quiso ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el velorio, y terminó representando todos los papeles con grandes tropiezos.

En su función de moderador del evento pidió a Hugo Chávez que concluyera su intervención porque se había excedido en el límite de tiempo, pero permitió que los representantes de los organismos financieros multilaterales y el presidente George W. Bush tomaran hasta el doble del tiempo permitido sin decir una palabra. Como anfitrión cenó con los hombres del dinero y del poder mientras los ministros de países pobres y lejanos se-guían hablando en el salón de plenos. Como arquitecto de una nueva relación internacional ofreció a las naciones más desfavorecidas servir de puente con el mundo desarrollado, pero terminó sumándose acríticamente a la agenda de los poderosos.

Al desempeñarse como diplomático provocó un incidente con la delegación cubana que se convirtió en el sello distintivo de la conferencia. Como político puso en entredicho su credibilidad al asegurar que su gobierno no había tenido nada que ver con el retiro de Fidel Castro de la cumbre, a pesar de todas las evidencias en contrario. Cual publicista exaltó los resultados del encuentro ("todo un éxito y una muestra de liderazgo", dijo en la radio), no obstante las evidencias de sus limitaciones.

Difícilmente obtendrá el presidente Fox más ganancias de las que ya cosechó en la conferencia, pero aún no acaba de pagar sus deudas. Y la cuenta que está por llegarle es alta. Para muchos mexicanos el mandatario comprometió ante Estados Unidos lo que quedaba de soberanía nacional y se deshizo drásticamente de una larga tradición diplomática a cambio de nada. El ex presidente Salinas siquiera vendió un espejismo de desarrollo; el hombre de las botas ni eso.

No se trata, tan sólo, de que haya aceptado las presiones estadunidenses para que el jefe de Estado cubano no coincidiera con George W. Bush en el Parque Fundidora, sino que el conjunto de la agenda binacional quedó subordinada a la lógica de la Casa Blanca a cambio de promesas. Por más que se diga que los dos países son socios en condiciones de igualdad, no se puede ocultar el sometimiento del gobierno mexicano a los deseos de su vecino del norte. La declaración de la frontera inteligente que los mandatarios de ambas naciones firmaron tiene un objetivo central: garantizar la seguridad de Estados Unidos y convertir a nuestro país en el guardián de esos intereses.

La oferta de apoyo incondicional de Jorge Castañeda a Washington después del 11 de septiembre, sus continuos coqueteos con el Tío Sam y su adhesión a las condiciones estadunidenses para ayudar a los países pobres (políticas de ajuste estructural, reformas jurídicas en el aparato judicial de los países receptores para proteger derechos de los inversionistas, respeto a la propiedad intelectual y a las patentes, y mayor combate a la corrupción) han sido cargadas tanto a la cuenta personal del canciller como a la de su jefe. El desarmador de utopías no absorberá solo el precio de su ambición.

Ciertamente, en la ruta del servilismo al poder imperial el mandatario actúa sin dobleces. Nadie puede decir que ofreció otra política hacia Estados Unidos diferente de la practicada. Tiene a su favor, además, el aplauso de los señores del dinero, que compartieron el pan y la sal con George W. Bush en la cena servida en el museo Marco de Monterrey. No en balde en la mesa principal se sentó Lorenzo Zambrano, principal financiador de la campaña electoral de Fox. Pero esos apoyos no son el país entero.

Sorprende, por ello, el momento elegido para reivindicar la política diplomática del tapete. Si el hombre de las botas quería capitalizar a su favor la Cumbre de Monterrey debió cuidar la relación con Cuba. No lo hizo y el globo le reventó. Que nadie se asuste en su equipo cuando le llegue la cuenta.

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