José Blanco
Ajedrez, cháchara, desencuentros
en Monterrey hubo de todo, como en botica. A través de Condoleeza Rice, el gobierno de Bush movió un alfil y la cancillería mexicana un caballo en apoyo a ese movimiento. Pero La Habana tenía preparado un enroque sorpresa. Al salir de Cintermex, Castro dijo airado, en pocas palabras y en tono enigmático, que Bush era un recién nacido o cuando mucho un escolar, y que él -Castro- tenía muchos años en la brega política. Este ajedrez en penumbra, sin embargo, era ajeno a la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo; parece estar vinculado a la reunión de Ginebra de esta semana, donde por enésima vez se pondrá a votación el asunto de los derechos humanos en Cuba. Según algunos corrillos, el siguiente movimiento de tal ajedrez puede estar a cargo del presidente Lagos.
Ello no obstante, el affaire Castro logró opacar, en una parte de los medios mexicanos, los contenidos de la reunión; no ocurrió así en la prensa internacional, que apenas se dio por enterada de ese suceso en La Sultana. La cháchara callejera, más la que tuvo lugar dentro mismo de la reunión, terminaron por oscurecer los contenidos del Consenso regiomontano.
El Consenso de Monterrey, aprobado por aclamación por los Estados asistentes, no excluyó, sin embargo, varios desencuentros al nivel de los gobiernos. Y es que las razones de unos no excluyen las razones -distintas- de otros. Es ingenuo creer que reuniones como la de Monterrey sirven para alcanzar acuerdos novedosos. Los acuerdos internacionales se tejen y se destejen entre una reunión y otra, no en las reuniones mismas, como ésa sobre el financiamiento, que son sólo foros para la expresión pública de declaraciones y compromisos políticos previamente consensuados. Por eso es impensable, si no pueril, creer que una ONG puede incluir sus propuestas en la declaración final de una reunión internacional, por más justas que puedan ser. La lucha y la negociación se dan en otra parte y en otro tiempo. Otro mundo es posible, pero el punto está en las vías y las estrategias.
La de Monterrey es la segunda reunión de una tríada que busca introducir cambios significativos en la operación de la economía internacional, conforme a la estrategia general europea, según lo ha expresado Romano Prodi.
La primera, organizada el pasado noviembre por la OMC, tuvo lugar en Doha y su objetivo fue sentar algunas bases para abrir los mercados a efecto de reactivar el motor del crecimiento mundial, pero también lograr mayor integración de los países en desarrollo y prestar más atención al medio ambiente, a la salud y a la protección de los ciudadanos. Para Europa, Doha significó, en especial, comprometerse a negociar de manera constructiva la apertura de sus mercados, incluidos los de los sectores sensibles de la agricultura y los productos textiles.
La de Monterrey versó sobre el financiamiento para el desarrollo y la reducción de la pobreza masiva. Dicho por Bush, en su insuperable estilo de ex abrupto, los países desarrollados exigen cuatro condiciones para soltar los recursos de la ayuda oficial al desarrollo: 1) combate a la corrupción; 2) reformas en los sistemas de salud y educación; 3) políticas económicas sanas y liberalización comercial; 4) vincular los recursos del sector público con los del privado para impulsar el desarrollo.
Evaluadas en sus propios méritos, tales condiciones son indispensables y debieran ser objetivos nacionales permanentes en los países subdesarrollados. Gobiernos corruptos, pésima gestión administrativa, irresponsabilidad financiera, desigualdad social y económica sostenidas, han sido ahí brutales realidades inocultables. Incomprensión de los factores constituyentes de ese mundo, ignorancia de la especificidad de la operación de la economía subdesarrollada, a su vez, son faltas graves de los gobiernos desarrollados y de los organismos multilaterales. Incomprensión por parte de los gobiernos de los países subdesarrollados sobre para qué sirven algunos de los organismos internacionales, son parte también de los desencuentros. El FMI no sirve para impulsar el desarrollo, su función es otra y es, por ahora -con la arquitectura actual del sistema financiero internacional- indispensable.
Que el desarrollo de los países subdesarrollados depende de ellos mismos es, por supuesto, una verdad incontestable. Sanear la política, desarrollar las instituciones, establecer de veras el estado de derecho, mantener la responsabilidad financiera, atender en serio la agricultura, dar máxima educación a la población, sostener la salud, cuidar la ecología, corresponde a cada uno.
La tercera reunión será la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible en Johannesburgo, a fines de agosto. De hoy a la fecha en que ocurra, se habrán consensuado nuevos acuerdos. De ellos estará ausentes los globalifóbicos, pero estarán presentes puntualmente en Sudáfrica; post festum, como siempre.