Fernando del Paso
Religión y educación/ I
El ángel Gabriel le anunció a María,
en Nazaret, que, sin que fuera conocida por varón, esto es, sin
perder su virginidad, concebiría, por obra y gracia del Espíritu
Santo, a un niño cuyo nombre sería Jesús, Hijo del
Altísimo. Cuando Mahoma, el fundador del Islam, tenía tres
años de edad, el mismo ángel Gabriel lo recostó en
la tierra, abrió su pecho sin causarle dolor, sacó su corazón,
lo limpió del pecado original, lo llenó de fe, conocimiento
y luz, volvió a colocarlo en su seno, y la piel quedó lisa
e intocada. Saturno mutiló con una guadaña de diamantes a
su padre, de cuya herida brotó la sangre que fecundó la blanca
espuma del mar de la que nació Venus, diosa del amor. Coatlicue,
la deidad de las enaguas de serpientes, encontró un día un
ovillo de plumas que guardó en su ceñidor y quedó
entonces encinta de Huitzilopochtli sin el concurso de varón. Buda
fue también concebido por una madre virgen, tras haber ésta
soñado que el futuro Gautama entraba a su seno bajo la forma de
un elefante blanco y, cuando nació, las aguas del mar perdieron
su sabor salobre. Acrisio encerró a su hija Dánae en una
torre, para alejarla del amor, pero Júpiter, el dios más
poderoso del Olimpo, se transformó en lluvia de oro para fecundarla
y engendrar a Perseo. Odín, dios del cielo, de la poesía,
las artes mágicas, el trabajo y las fuerzas de la naturaleza tenía
como único ojo al sol, por haber sacrificado el otro para obtener
un sorbo del agua de la fuente de la Sabiduría. Jesús resucitó
a Lázaro y al hijo de la viuda de Naín. Mahoma, montado en
la yegua mágica Al-Borak, visitó en vida todos los cielos,
en los que se reunió con su padre Adán, con Azrael, el ángel
de la muerte, y por último con el patriarca Abraham en el séptimo
de los cielos, donde cada habitante tenía 70 mil cabezas: en cada
cabeza 70 mil bocas; en cada boca 70 mil lenguas que hablaban, cada una,
70 mil idiomas diferentes, todos ellos dedicados a cantar, sin tregua,
desde siempre y para la eternidad, la gloria del Altísimo. Quetzalcóatl
viajó al inframundo para reclamarle a Mictlantecuhtli los huesos
de los muertos y Orfeo descendió a los infiernos para rescatar a
Eurídice. Brahma, nacido de un huevo de oro que flotaba sobre las
aguas primordiales, se dedicó a la meditación durante varios
miles de años, sentado en una flor de loto, antes de iniciar la
creación del mundo. Jesús multiplicó en la montaña
los panes y los peces. Mahoma alimentó a un millar de hombres con
un cordero asado y un pan de cebada, y con las chispas de las rocas que
golpeó con un martillo de hierro, iluminó el palacio imperial
de Constantinopla, la residencia real de Persia y todo el reino del Yemen,
conocido también como la Arabia Feliz.
Lo más bello del hombre -decía el
poeta Paul Eluard-, es más bello que el hombre. Más
bella, sí, que el ser humano y su miseria física y espiritual,
ha sido su prodigiosa capacidad para crear cosmogonías, leyendas,
mitos, dioses y demonios, paraísos e infiernos que no son sino el
espejo de los mecanismos de un alma que se debate entre los contrarios:
la vida y la muerte, el todo y el nada, el odio y el amor, el día
y la noche, el instante y la eternidad. Y toda esta creación, con
los siglos, ha adquirido las dimensiones de un universo propio: el de una
imaginación colectiva portentosa, cuyo conocimiento debería
formar parte de la educación de todo ser humano.
La
polémica sobre la educación religiosa es, en nuestro país,
incipiente y antigua a la vez. No hace mucho tiempo que manifesté,
en una carta publicada en este mismo diario, La Jornada, mi opinión
al respecto. Rescato hoy el tema, a propósito de las recientes declaraciones
del cardenal Norberto Rivera, quien, al hablar de la educación laica,
expresó que ésta provoca que los valores pierdan consistencia
y se relativicen, y que a causa de ello desaparezca "la visión unitaria
del hombre". Estoy, en parte, de acuerdo con el señor Rivera, y
es por eso que, en mi opinión ?reitero: ya expresada?, es necesario
enseñar, sí, desde la primaria y hasta la secundaria, la
historia de las religiones y del pensamiento religioso a través
de la historia. En este siglo, en este milenio, en este mundo donde todo
?para bien y para mal? se globaliza a la velocidad de la luz y a la velocidad
de la sombra, pocas cosas podrán proporcionarnos una visión
unitaria del hombre de todas las edades y todas las razas, nacionalidades,
religiones y lenguas, que un estudio como el que propongo, el cual, desde
luego, no contradice en lo más mínimo el concepto de una
educación laica.
Retomo el tema, decía, y me propongo esbozarlo
a continuación. Se trata sólo de un esquema, sencillo pero
muy ambicioso, que, confieso, creo que está más cerca de
la Utopía que de la realidad. Al escribir este texto, sentí
que araba en el mar. Al leerlo en voz alta, que predico en el desierto.
Pero asumí esta tarea con júbilo, como un compromiso moral.
Si vamos a preparar a los alumnos en estos temas, tendremos
que preparar primero a los maestros y elaborar libros de texto consecuentes
que podrían ser seleccionados mediante concursos. La relación
de las principales maravillas y milagros atribuidos a las diversas deidades
y sus profetas tendrían que figurar en los primeros años,
narrados como si fueran cuentos de hadas, narraciones fantásticas
?que al cabo eso son?, de modo que no haya ningún niño que
no haya oído hablar de cómo las murallas de Jericó
se derrumbaron al son de las trompetas, cómo Prometeo se robó
del Olimpo el fuego sagrado para dárselo a los hombres, cómo
Viracocha, hijo del sol y hermano de Mancocapac, se apareció a los
incas en forma de fantasma para anunciar la llegada de los conquistadores
y cómo, en fin, Tezcatlipoca, el dios invisible sembrador de discordias,
nunca se cansaba de viajar entre el cielo, la tierra y el infierno.
Ante la imposibilidad de estudiar la historia de todas
las creencias, se debe elegir, para el programa, las principales religiones
y mitologías. Yo propondría, entre estas últimas,
la egipcia y la griega, la hindú, la escandinava, y de nuestro continente
la náhuatl, la maya, la huichola tal vez, y la inca. Y entre las
primeras, el hinduismo procedente del brahmanismo, el sikhismo, el budismo
y el lamaísmo, el confucianismo y las tres grandes religiones monoteístas:
el cristianismo, el ju-daísmo y el islamismo, con sus numerosas
ramificaciones. Y en particular sus orígenes en gran parte comunes,
y sus vínculos. Como sabemos, el Antiguo Testamento, en el que prevalece
un Jehová irascible, colérico y vengativo, está compartido
por judíos y cristianos. En parte, también, por el Islam,
cuya teología y ciertas de sus tradiciones se basan en el Pentateuco,
o sea, en los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Exodo,
Levítico, Números y Deuteronomio, atribuidos a Moisés.
Por lo mismo, los mahometanos ?además de observar el rito de la
circuncisión cuando los varones cumplen cinco o seis años?
comparten con los judíos la prohibición de comer animales
considerados como inmundos, el puerco en particular, así como la
forma de sacrificarlos, normas todas estipuladas en el Levítico.
Son éstos los libros sagrados de las diversas religiones,
los que más útiles nos serán para iniciarnos en su
conocimiento, así sea somero, acercándose a ellos en una
primera etapa como libros de cuentos, para hacerlo más tarde, en
una etapa superior, objeto de análisis comparativos. Entre estos
libros podríamos mencionar: los Himnos Védicos y el
Upanishad hindúes; el Dhammapada budista; el Zend
Avesta persa, el Popol-Vuh quiché. Quizás un vistazo
al Zohar como una de las expresiones de la cábala o sistema
teosófico judío medieval, y a los libros sobre teosofía
y espiritismo de madame Blavastky y Allan Kardec, la Guía de
los perplejos del gran teólogo judío Maimónides,
y el Talmud de los hebreos, código fundamental del derecho
judío. Y desde luego, el Corán y la Biblia. No tendrán
los alumnos, por supuesto, que leer estos voluminosos escritos. Bastará,
las más de las veces, señalar algunos hechos notables. Por
ejemplo, que el Corán, además de Moisés, y de Adán
y Eva, comparte con judíos y cristianos otros profetas y varios
ángeles, entre ellos el ya mencionado Gabriel; que en el texto árabe
se niega que Jesús ?llamado Isa? haya sido hijo de Dios, pero se
le reverencia también como el profeta más grande después
de Mahoma y, cosa extraordinaria, se dice que su madre, María o
Maryem, lo concibió, virgen, cuando el ángel Gabriel sopló
en su seno. Los mahometanos comparten también, con los católicos,
el perdón de los pecados, salvo el de idolatría. La Biblia
es, por otra parte, uno de los libros, o conjuntos de libros, más
maravillosos que se han escrito en todos los tiempos. Me duele pensar que
los jóvenes crezcan en la ignorancia de, por ejemplo, los Salmos
de David, o el Cantar de los Cantares de Salomón, el Eclesiastés
o el Apocalipsis. Sería recomendable, pienso, una comparación
del contenido de la Biblia protestante y la católica: una, la de
Casiodoro de Reina, la otra, la de Nácar y Colunga. Y una referencia
a los Evangelios Apócrifos ?así llamados porque la
Iglesia los considera falsos: entre ellos el Protoevangelio de Santiago,
el Evangelio Armenio de la Infancia y la Historia Copta de José
el Carpintero?, que después de todo son los que contienen, como
lo señala el ensayista español Juan G. Atienza en su libro
Nuestra Señora de Lucifer, algunas de las leyendas cristianas
vigentes más importantes, que nunca figuraron en los textos aprobados
por la Iglesia católica, en particular en los Cuatro Evangelios
o Tetramorphos, tales como los nombres nunca mencionados en la Biblia católica
de los reyes magos Melchor, Gaspar y Baltasar; así como la historia
de Longinos, el que atravesó con su lanza el costado de Jesús;
la de la Verónica, que le enjugó el sudor y la sangre a Jesús
camino del Gólgotha con un lienzo en el que quedó impreso
el rostro del Salvador; los nombres de Dimas y Gestas, la presentación
de María en el templo o el nacimiento de Jesús entre un buey
y un asno. De particular interés, en mi opinión, sería
un resumen del libro de Los Evangelios del teólogo y filósofo
alemán David Federico Strauss. Temas de reflexión podrían
ser por qué, si los reyes magos representaban las tres partes que
se pensaba tenía el mundo: Europa, Africa y Asia, faltó el
rey de otro continente cuya existencia sí era conocida por los cielos,
América, y por qué en ésta se hallaron ?esto se lo
preguntaba asombrado el cronista de Indias, padre Acosta? animales como
la llama, la nutria o el tepezcuintle, que nunca habían tenido oportunidad
de subirse al Arca de Noé.
De una antología de fragmentos de estos libros,
de la cuidadosa y sabia condensación de su meollo, y de la enseñanza
de las principales características de las grandes religiones, de
la bondad y el amor en ellas manifiestos, de su creencia o no en la vida
eterna o en una integración panteísta del alma al universo,
de su afirmación en la transmutación o la encarnación
de las almas, de su tolerancia o intolerancia hacia otras religiones, de
su ecumenismo y de la forma en la cual sus teorías y sus prédicas
se han aplicado en la vida cotidiana a lo largo de la historia, de sus
triunfos y sus fracasos, sus aciertos y sus errores, de su puritanismo
o su apertura, su moderación o su fanatismo, podremos obtener un
más que interesante, maravilloso panorama del pensamiento religioso
del hombre sobre la tierra. Lo que equivale a decir un panorama de una
parte ?la más importante, quizá, las más resplandeciente?
de su imaginación.