BARCELONA: LA LUCHA POR LA GLOBALIDAD
En
Barcelona y Monterrey la globalidad está en disputa. En días
próximos en la capital neoleonesa se llevará a cabo la Conferencia
Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo de la ONU;
este fin de semana en Barcelona, los jefes de Estado y gobierno de la Unión
Europea (UE) se reunirán para, en principio, poner en marcha las
reformas necesarias para una Europa más próspera, dinámica
y al servicio del ciudadano. Sin embargo, las sociedades civiles de las
naciones comunitarias temen que en realidad el cónclave sirva para
acentuar las tendencias desreguladoras y privatizadoras y para intensificar
la entrega de los sectores públicos al libre mercado.
En la reunión que empieza en el puerto mediterráneo
habrá de verse si los europeos son capaces de plantear alternativas
a la globalización salvaje que propugna Estados Unidos y proponer
términos más razonables, sostenibles y humanos a una integración
mundial que ciertamente resulta inevitable o si, por el contrario, se plegarán
a las directrices económicas de Washington.
Ciertamente, el capitalismo continental europeo presenta
perceptibles y profundas diferencias históricas con respecto al
liberalismo a ultranza del mundo anglosajón; este factor podría
convertirse en un fundamento para el deseable y necesario deslinde de la
Europa comunitaria de la manera en que se han venido imponiendo hasta ahora
los inequitativos, devastadores y desestabilizadores términos para
los intercambios internacionales.
Un dato esperanzador a este respecto es la palpable diferencia
de actitudes de ambos poderes mundiales en relación con la asistencia
para el desarrollo: ayer el presidente estadunidense George W. Bush anunció
un incremento de cinco mil millones de dólares en las partidas de
su país para tal fin en el curso de los próximos tres años;
se trata de una suma insignificante, si se le compara con los 400 mil millones
de dólares que la Casa Blanca destinará a su delirante gasto
militar, y muy inferior al 0.7 por ciento del PIB que la ONU estableció,
hace 15 años, como monto deseable en transferencias para el desarrollo
y el combate a la pobreza. En cambio la UE informó ayer mismo del
acuerdo de sus ministros de Finanzas para destinar 0.39 por ciento de su
producto interno bruto para ese mismo fin, lo que supondrá una suma
cercana a los 30 mil millones de dólares.
Por su parte, los antiglobatizadores europeos piensan
hacer oír en Barcelona sus voces de disenso y sus propuestas para
conducir la globalización hacia un encuentro de seres humanos y
no de corporaciones; hacia la cooperación internacional y no, como
ocurre ahora, al saqueo; a la redistribución, en suma, de los recursos
mundiales y a la reducción de las pavorosas desigualdades planetarias
que constituyen, junto con las guerras en curso, una de las máximas
vergüenzas de la especie humana.