Luis Hernández Navarro
Monterrey y sus críticos
U©na de las paradojas del movimiento contra la globalización neoliberal en México radica en que, a pesar de que este país es una de sus cunas, no ha podido convertirse en fuerza social relevante.
La insurgencia zapatista de enero de 1994 se explicó a sí misma como respuesta al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Dos años y medio después, el EZLN efectuó en la Selva Lacandona el primer Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, momento clave en la articulación de la resistencia mundial contra el Consenso de Washington.
En el terreno de las ideas se han elaborado en México análisis relevantes sobre la globalización. Los ensayos del subcomandante Marcos: 7 piezas sueltas del rompecabezas mundial (El neoliberalismo como rompecabezas: la inútil unidad mundial que fragmenta y destruye naciones) y Oximorón se publicaron y debatieron en multitud de idiomas. Reflexiones como las de Pablo González Casanova (el neoliberalismo de guerra) o Víctor Flores Olea son aportaciones relevantes a la caracterización del fenómeno.
Sin embargo, este esfuerzo inicial no cuajó en la formación de un movimiento amplio. Las redes más comprometidas con una globalización alternativa, como la Red Mexicana de Acción contra el Libre Comercio (RMALC) han documentado los efectos dañinos de la liberalización económica, han participado regularmente en foros alternativos en otros países, pero no han podido movilizar masivamente a sectores de la población en esta lucha ni han articulado los intereses de los nuevos damnificados sociales. A pesar de su empeño, su presencia en la política nacional y los medios de comunicación es marginal.
Grupos de agricultores y campesinos han protestado intermitentemente en contra del TLCAN, pero sus acciones no han atraído las simpatías de la población. Aunque algunas de sus acciones, como el cierre de fronteras y aduanas, han sido espectaculares, su lucha ha tenido poca resonancia. La protesta que realizó un grupo de activistas el año pasado en Cancún alcanzó relevancia sólo porque fue salvajemente reprimida por la policía.
La presencia de grupos mexicanos en foros alternativos e iniciativas de asedio contra cumbres multilaterales han sido muy reducidas. Los núcleos promotores no se han "sintonizado" ni con los sentimientos de la nación ni con las asociaciones regionales que podrían ser la base de esta lucha.
En las grandes jornadas contra la globalización neoliberal, como Seattle o Génova, participaron multitudes de diversos países, pero siempre el peso principal de la movilización recayó en las fuerzas locales. En ellas se ha constituido un nuevo actor social, usualmente distanciado de la política institucional, aunque en lugares como Italia o Brasil la acción de partidos de izquierda haya sido clave en su formación.
En México, los movimientos populares que podrían haberse convertido en una fuerza contra la globalización no lo han hecho. Desde 1989 sus dirigentes se involucraron activamente en la construcción de partidos políticos, actividades parlamentarias y gobiernos locales, y le han dedicado la mayoría de su tiempo y esfuerzos.
La larga y desgastante huelga de la UNAM desmovilizó a una comunidad y a una generación de activistas estudiantiles que podrían haber impulsado una alternativa en este terreno. Los pocos sobrevivientes del paro -enfrentados entre sí y que se asumen como vanguardia- han quedado aislados, sin autoridad política y sin capacidad de convocatoria para emprender una tarea de esta magnitud.
Desde 1997 el EZLN ha privilegiado como forma de lucha las grandes movilizaciones por el reconocimiento de los derechos indígenas y el silencio estratégico, de manera que su capacidad para estimular la participación social de sectores subalternos no se ha volcado en la lucha contra la mundialización.
En la búsqueda del centro político y de una imagen "moderna" y no violenta, la actual dirección del PRD ha procurado distanciarse de expresiones de este signo, al punto de que su participación en el segundo encuentro de Porto Alegre fue escasa y de bajo perfil.
Muchas pequeñas organizaciones autónomas locales en todo el país protagonizan importantes luchas de resistencia. Han sido formadas por religiosos, maestros, profesionistas y campesinos que no tienen usualmente filiación partidaria. Desempeñaron un papel clave durante la consulta sobre la iniciativa de la Cocopa de marzo de 1999 y la marcha zapatista de marzo de 2002, pero no son una fuerza nacional articulada. En otras circunstancias podrían ser la base social de ese nuevo sujeto, pero aún no lo son.
La Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo en Monterrey ofrece a quienes se oponen a la globalización neoliberal en México una oportunidad única para ganar visibilidad y comunicar su propuesta a los ciudadanos de a pie. No lo podrán hacer si las posiciones que buscan "respetabilidad" codeándose con los organismos multilaterales por sobre la movilización social ganan a su interior. Mantener la autonomía e identidad propias es clave en este movimiento, que sólo será tal si se asume como un poder constituyente.