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Trump: Estado policial
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gentes de la FBI arrestaron ayer a la jueza de Wisconsin, Hannah Dugan, acusada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos de ayudar a un inmigrante indocumentado a escapar de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) que se presentaron en el tribunal presidido por Dugan a fin de detenerlo. La juzgadora enfrenta cargos de obstrucción de la justicia y ocultación a una persona para evitar su arresto, los cuales podrían costarle hasta cinco años de cárcel, aunque de momento seguirá su proceso en libertad. Durante la primera presidencia de Trump, otra jueza fue imputada en un caso parecido, pero los cargos fueron desechados y sólo encaró un proceso disciplinario.

Con el arresto de Dugan, el gobierno de Donald Trump rompió lo que hasta ayer la sociedad estadunidense consideraba un dique irrompible de su sistema democrático: la sacralidad e intocabilidad de los jueces, quienes suelen permanecer inmunes incluso en casos en que existen graves y probados señalamientos en su contra. Asimismo, el trumpismo ha enviado un mensaje de que no se detendrá ante nada ni nadie en el cumplimiento de su espectáculo propagandístico en contra de la comunidad migrante, a la cual ha elegido como chivo expiatorio de todos los males de su país, muchos de los cuales son provocados por el magnate, sus compinches multimillonarios y la clase política –de ambos partidos– que ponen intereses personales y del gran capital por delante de las mayorías.

El calificativo de espectáculo para la batida contra las personas que se encuentran en territorio estadunidense sin los documentos necesarios se sostiene en tanto hasta ahora la Casa Blanca no ha incrementado de manera significativa el número de deportaciones y nada apunta que se dirija a la expulsión de las 20 millones de personas que el mandatario prometió en campaña, pero sí ha convertido la persecución en un suceso mediático en el que la violencia de Estado, la crueldad y la humillación se transmiten en tiempo real para delicia de los sectores fascistas que constituyen el electorado duro del trumpismo y para mantener a sus opositores paralizados por el miedo a un régimen que cada día tiene menos que envidiar a los totalitarismos.

En este despliegue de sadismo, el gobierno republicano ha perpetrado secuestros de migrantes que contaban con sus papeles en regla o se encontraban en el trámite para obtenerlos, e incluso de personas con residencia permanente, y ya se documentó al menos un caso en que se detuvo a un ciudadano y se le acusó de ser un extranjero no autorizado en una evidente causa de racial profiling, es decir, criminalizar a alguien debido a sus características físicas. Estos secuestros se han realizado con lujo de violencia, involucrando a menores de edad y con agentes enmascarados como si se tratase de operativos para detener a jefes del crimen organizado. Ayer, por ejemplo, se conoció que una bebé estadunidense de dos años fue deportada a Honduras de manera ilegal después de que su madre y su hermana mayor fueran arrestadas durante una cita de seguimiento a su situación migratoria, un procedimiento que se ha vuelto habitual.

Como todo régimen autoritario, el trumpismo invoca la ley para quebrantarla. En su justificación del arresto de la jueza Dugan, la fiscal general Pam Bondi aseguró que nadie se encuentra por encima de la ley, ni siquiera los jueces, una afirmación que sólo puede interpretarse como una burla cuando proviene de un Ejecutivo que en sólo tres meses ha roto todos los códigos a todos los niveles.

El miércoles, este diario publicó un importante trabajo periodístico en el que se da cuenta del crecimiento de frentes de resistencia a las políticas más atroces del magnate, desde universidades, políticos locales que se niegan a participar en la cacería humana, estudiantes hasta la comunidad judía, en cuyo nombre la Casa Blanca financia el genocidio contra el pueblo palestino. Cabe esperar que estos grupos encuentren los caminos para salvar lo que queda de la democracia estadunidense y revertir la oscura deriva en que se encuentra su nación.