un arte que va hacia atrás y hacia adelante
La exposición permanecerá abierta al público hasta el 31 de agosto en el Museo Rufino Tamayo

Viernes 25 de abril de 2025, p. 5
En un contexto de crisis ambiental y extractivismo, en el que el futuro del hombre se ve comprometido, el Museo Rufino Tamayo inauguró ayer Futuros arcaicos, exposición integrada en su mayoría por obras de la colección del recinto que no se han mostrado recientemente, las cuales aluden a ese porvenir incierto y proponen revalorar el territorio: el origen como una forma posible de futuro.
Estas piezas evocan sonidos primigenios: metálicos, materiales, pétreos y animales, también provenientes del acervo de los museos de Arte Moderno y Carrillo Gil, que nunca se habían puesto en diálogo entre sí. Por ejemplo, hay obras de Roberto Matta, de Susana Sierra (que no se exhibía desde 1980) y de Irma Palacios
, señaló Andrea Torreblanca, curadora de la exposición y directora del espacio.
Entre los casos sobresalientes, añadió, están el cuatro de Joan Miró, fechado en 1927, y el tapiz Guernica (1976-1977), de María Raventós, integrante de la escuela catalana de Grau-Garriga.
“Más que escoger una pieza u otra, se trataba de entender la mirada de Rufino y Olga Tamayo en tanto coleccionistas, y cómo desde entonces ya tenían puesta la mirada en lo arcaico; es decir, un arte que va hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo.
Es una muestra en la que más que plantear un futuro basado en la cibernética y la inteligencia artificial (IA) como idea de progreso, se propone un retorno al origen terrestre, donde predominan la materia y la energía en estado natural
, detalló.
La paradoja de esta exposición es la forma en que estos artistas, modernos y contemporáneos, pretenden avanzar mediante una mirada al pasado. Inscritos en una inercia en la que mirar al futuro suele implicar descartar el pasado, ellos lo recuperan, se apropian de manifestaciones arcaicas para proyectar su obra
, añadió Lorenza Herrasti, otra de las curadoras.
La muestra, organizada en tres salas, se inicia con pinturas que evocan el desierto, los paisajes pétreos, los sedimentos y los fósiles. Aquí destacan Figuras (1966), de Antoni Tàpies; Vientos del este (2010), y Paisaje mineral (1984), de Irma Palacios, así como Clytemnestra II (1960), de Gunther Gerzso.
Un rasgo distintivo del montaje es la forma en que dialogan las obras entre sí. En una pared central, por ejemplo, puede verse Pintura (1927), de Joan Miró, al lado del cuarteto de máscaras contemporáneas Desarmadillo (2022), Dios del horror y la masa (2022), Lagarto (2022), Cadera sin fin (2022), todas de Damián Ortega.
Lo interesante es que conviven artistas modernos y contemporáneos. Un ejemplo es esta pared en la que hay un Miró de 1927 y la obra de Damián, que es muy reciente, pero que a su vez representa máscaras que se creen más antiguas que el fuego. Esta convivencia es muy importante en la exposición para entender el tiempo como cíclico
, explicó Torreblanca .
La segunda sala alude a elementos como el fuego, el Sol, la metalurgia, la alquimia –esta última entendida como una forma de transformación de la materia o transmutación de la vida. Aquí se pueden apreciar obras como La tía del tarot (1945), de Wolfgang Paalen; Pequeño profeta versión II (1962), de Kenneth Armitage, y Tánatos (1973), de Wojciech Sadley.
En el centro del espacio, suspendida en el aire, se encuentra Alquimia II (1983), de Olga Amaral. En esta pieza se recrea la transición: de qué manera un proceso como la metalurgia da lugar a un momento cultural. Pasamos del desierto, del paisaje terrestre, a una transformación de la materia
, añadió la curadora.
En esta área también se ha dispuesto un foro que emula una ágora griega pensada para acompañar la exhibición con charlas, conciertos y otras actividades. La idea es que se lleven a cabo conferencias con el propósito de activar las salas y discutir y expandir los temas que propone la exposición
.
La tercera área ofrece una atmósfera más oscura: las paredes pintadas de negro remiten a lo astral, lo cósmico. Esta sala quiere aludir a lo cíclico, a la idea de un nuevo comienzo, donde todas las obras comparten la exploración del negro cósmico
, explicó la curadora.
Durante el recorrido, los visitantes encontrarán guiños a Rufino Tamayo, el artista y coleccionista.
Otra característica que enriquece la experiencia es la ambientación sonora de cada sala, compuesta por música experimental creada por mujeres artistas de los años 50.
Futuros arcaicos se inauguró ayer con un concierto de música experimental a cargo de Leslie García. La muestra estará abierta al público hasta el 31 de agosto en el Museo Rufino Tamayo (avenida Reforma 51, Polanco, Ciudad de México).