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Apropiación sin permiso
Cuando veo copias en los aparadores siento una puñalada en el corazón

Ser diseñador implica crear, no tomar lo ajeno, refiere la poeta y diseñadora Natalia Toledo // Las telas chinas e indias que imitan los textiles de pueblos originarios son horribles y efímeras, reprobó

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▲ Imágenes de vestimentas elaboradas por la también activista Natalia Toledo.Foto cortesía de la artista
 
Periódico La Jornada
Viernes 25 de abril de 2025, p. 3

¿De qué se adueñan los diseñadores y las marcas –nacionales y extranjeras– cuando se apropian sin permiso de un diseño o prenda de origen indígena? Nos roban el alma, recrimina la creadora zapoteca Natalia Toledo. Esos textiles son nuestra segunda piel. Cuando veo copias en los aparadores, siento una puñalada en el corazón.

Poeta y diseñadora de ropa y joyería, además de defensora de las culturas originarias, externa su indignación por la manera inescrupulosa en la que personas ajenas a esos pueblos y comunidades no sólo los despojan de su patrimonio cultural, sino, incluso, los ridiculizan.

Siento tristeza y dolor por ver nuestros diseños en maniquíes que nos presentan de forma ridícula. No somos esos cuerpos castigados por las dietas, esos cuerpos que anhelan ser perfectos, esos cuerpos blanquísimos. No hay allí nada que se parezca a nosotros, sólo están nuestras ropas.

Sostiene que los indígenas mexicanos no visten ropas de otros pueblos por respeto, mientras a las tiendas o las marcas sólo les importan las ganancias, no la tradición ni el significado cultural. Lo único que quieren es vender y, además, a precios mucho más caros. Realmente, son revendedores, no creadores.

Según Natalia Toledo, es inadmisible que importantes firmas internacionales se apropien del patrimonio de una comunidad y lo ostenten como propio. No puedes llamarte diseñador si copias lo que ya existe y sólo lo sacas de contexto para venderlo. Muchas empresas extranjeras tienen un gran aparato de publicidad y ponen esas prendas ante los ojos del mundo como si ellas las hubieran inventado, señala.

No pondría mi marca ni firmaría un huipil de cadenilla con figuras tradicionales ni un traje con flores dibujadas y bordadas por mis paisanas. Ser diseñador implica crear, no tomar lo ajeno. Mis diseños inventan nuevas figuras respetando siempre la forma del huipil y la falda. A veces juego y bordo totopos, maíz, camarones, soles, cayucos, algo que antes no se hacía.

La escritora y activista nacida en 1967 en Juchitán, Oaxaca, trae de sangre su propensión por la creación y el diseño textil. Es hija del célebre pintor Francisco Toledo y la reconocida bordadora de huipiles Olga de Paz, ambos ya fallecidos

En el Istmo de Tehuantepec, los trajes de las mujeres son un acto de amor, resultado de un largo proceso que comienza con seleccionar la tela, luego llevarla con una muxe (persona del tercer género entre la cultura zapoteca) o una señora para que haga los dibujos, después hay que escoger los hilos, los cuales deben combinar con el color de la tela y de la piel, enuncia.

El siguiente paso es ir con la bordadora, que tarda de dos a cinco meses, dependiendo de la complejidad del dibujo. Por último, debe armarlo una costurera y debe buscarse el olán que te guste. Es algo que muy pocos saben. Cuando se ve el traje en un aparador, se admira su belleza, pero se ignora el trabajo que lleva cada puntada.

Este proceso es inherente a la vida de la creadora: Nací en casa de mi abuela, mi mamá dejó de bordar sólo para parir y luego continuó con su labor. El hilo es mi cordón umbilical. Entonces, respeto mucho y no firmo nada que no haya salido de mi cabeza y corazón.

−¿Cómo preserva los valores culturales sin atentar contra ellos?

−La ropa, como la vida, va cambiando. Por eso es tan complejo el tema de la apropiación cultural. Si las mujeres del Istmo no nos atreviéramos al cambio, nuestro traje hubiera muerto desde hace mucho.

Según Natalia Toledo, cada traje en esa región del país es único. Las manos que participan en su elaboración lo hacen irrepetible. También tienen un sentido ritual, al acompañar a la mujer desde la infancia hasta la muerte.

Tengo un traje que mi mamá bordó antes de que yo naciera, tiene mi edad, 57 años, y sigue intacto. Porque los hilos de calidad hacen que permanezca hasta la muerte. Por eso hay una buena inversión en cada compra. No es una pieza desechable.

Las istmeñas sólo tienen dos o tres trajes en su vida para ir a las fiestas importantes de su pueblo, y eso es suficiente. Es una adquisición de entre 30 y 50 mil pesos –según los costos que reporta dicha diseñadora− que no sólo las acompañará siempre, sino, incluso, heredan de generación en generación.

−¿Qué opina de las telas chinas o indias que imitan bordados?

−No se parecen en nada. Son horribles y efímeras. Se hace con la única finalidad de que cuesten pocos pesos y duren sólo tres días. A veces pienso que eso está bien, porque la vida también es efímera, pero sólo como metáfora.

Es una afrenta contra la cultura. Esas telas entraron como todo lo que se puede imitar, y eso tiene que ver con absolutamente todo. Hay piratería hasta en la comida, porque es mucho más barato. Vestir algo de esas imitaciones es como si, teniendo pescado o mariscos para comer, uno optara por una sopa instantánea, ironiza.

Es cuestión de la cabeza de cada quien. Por supuesto, la cabeza de los gobernantes tendría que ayudar a preservar los textiles tradicionales y no permitir que las copias entren en los mercados, porque es muy desleal que haya una señora vendiendo un huipil que tardó meses en hacer y otros que venden a cinco pesos piezas hechas al por mayor. ¿Cómo competir?

Creadora de la marca de diseño de joyas y de textiles Teka, a la que luego debió cambiar de nombre por Ladidoo (piel de hilo, en zapoteco), debido a la proliferación de imitaciones, Natalia Toledo considera que para proteger los diseños indígenas de las apropiaciones indebidas debe haber sanciones claras, como el de la francesa Isabel Marant con las blusas mixes.

Tras reconocer las limitaciones legales, por tratarse en muchos casos de empresas internacionales, considera que tampoco es válido cuando firmas como Carolina Herrera se justifican al señalar que buscan homenajear a las comunidades, pero no las hacen partícipes ni las benefician.