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Infancia en tiempos de guerra
B

rian Nissen, pintor, escultor y grabador, nació en Londres, Gran Bretaña, en junio de 1939, justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. La situación se volvió crítica en 1940, cuando las autoridades británicas evacuaron a los niños del sur de Inglaterra hacia el norte para protegerlos de los bombardeos alemanes en vísperas de la inminente invasión. Este periodo estuvo marcado por una gran incertidumbre para muchas familias, incluida la de Brian.

Con el objetivo de proteger a su familia, su padre, Harry Nissen, un apasionado de la filatelia especializado en timbres del Imperio Británico, alquiló una casa en el norte de Gales, donde se unió a la Guardia Nacional. Cuando las circunstancias lo permitían, trabajaba en Londres de lunes a viernes.

Durante la guerra, los compañeros de Harry Nissen en la Guardia Nacional idearon una estrategia ingeniosa para confundir a los aviones alemanes que se dirigían a bombardear Liverpool. Cada vez que sonaba una alerta nocturna, encendían enormes fogatas en las colinas circundantes, lo que llevaba a los pilotos alemanes a creer que habían llegado a su destino. Engañados, soltaban sus bombas sobre las colinas, lo cual permitió proteger a la comunidad de un daño mayor.

A pesar de las difíciles circunstancias, Brian Nissen pasó los primeros tres años de vida en relativa tranquilidad, alejado del peligro y la destrucción que azotaban Londres. Sin duda, aquellos años fueron una experiencia formativa y memorable para él.

Aunque la guerra había cesado, la escasez de alimentos y recursos básicos en las principales ciudades era una realidad. En cambio, en el campo la situación era ligeramente mejor. El pueblo de Llangollen, en Gales, al sur de Liverpool, contaba con abundancia de corderos y productos agrícolas. Muchas familias tenían gallineros y huertos, lo que les permitió disponer de comida.

A los 15 años Nissen ingresó en la escuela de Arte de Londres, donde comenzó a desarrollar sus habilidades en ilustración y dibujo. Pronto recibió encargos para crear portadas de libros y revistas, así como ilustraciones para cuentos. Su estilo llamó la atención de clientes en Inglaterra, Alemania y Holanda, quienes le solicitaron dibujos de figuras femeninas luciendo prendas de moda. Su buena mano para el dibujo le permitió ganar dinero a una edad muy temprana.

A diferencia de muchos artistas, Brian se considera afortunado, ya que siempre tuvo claro su camino, lo que le permitió enfocarse en el arte. Cuando cumplió 20 años se trasladó a París, vivió en un pequeño hotel en el Barrio Latino por casi dos años y se inscribió a la escuela de Bellas Artes para perfeccionar su técnica de dibujo y pintura.

Con un temperamento aventurero y un insaciable deseo de explorar nuevos horizontes, Brian Nissen se sintió inspirado por la lectura del libro Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. En 1963 decidió viajar a México. Sin conocer a nadie, sin hablar español y con la sensación de haber aterrizado en Marte, Nissen se hospedó en el Hotel Bolívar, en el Centro Histórico.

Mientras daba sus primeros pasos por la ciudad, Brian Nissen se encontró con una multitud que acompañaba el traslado del monolito Tláloc, una imponente escultura que pesa alrededor de 167 toneladas, hacia el Museo Nacional de Antropología, que estaba a punto de inaugurarse. Se sumó a la marcha sin pensarlo dos veces, y quizá en ese momento inició su fascinación por la historia de México, su política y, sobre todo, el mundo prehispánico, que ha influido en su obra plástica hasta la actualidad.

En México, Brian inició su carrera artística desde cero, sumergiéndose con dedicación en el arte. Se trasladó a vivir a San Miguel de Allende, donde conoció a Joy Laville y a Roger von Gunten, quien lo introdujo en la galería de Antonio Souza. Esta conexión resultó fructífera, ya que Brian presentó sus dos primeras exposiciones en la Ciudad de México en el recinto de Souza, considerado el más moderno y vanguardista de la época. Aunque la Galería de Arte Mexicano, dirigida por Inés Amor, ya era una institución consolidada, la galería de Souza se destacó por su enfoque innovador en promover a artistas jóvenes y emergentes.

En este medio, Brian conoció a las hermanas Pecanins, quienes estaban planeando la apertura de su propia galería de arte. Después de un par de años, su relación con Montserrat Pecanins evolucionó y comenzó una relación que duraría más de 56 años, llena de amor, arte y aventuras. Juntos vivieron en cuatro ciudades que se fusionaron en una sola: Londres, la ciudad natal de Brian; Nueva York, donde residieron durante 25 años; Barcelona, la ciudad de Montse, y México, su hogar adoptivo. Con el tiempo, las fronteras se desvanecieron, cada esquina, cada rincón y cada paisaje se conectaron y entrelazaron. En esta ciudad universal, Brian está rodeado de recuerdos y experiencias. Su vida aún es un viaje sin fin.