El MVM exhibe dos retablos de gran formato, respuesta de la artista al veto
Lunes 14 de abril de 2025, p. 4
Entre muros pintados por Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, en el corazón del Museo Vivo del Muralismo (MVM), brillan dos frescos de quien alguna vez fue silenciada por ellos: La música y La tragedia, de María Izquierdo. Estos retablos de gran formato pintados al fresco fueron su respuesta rotunda al veto que le impidió convertirse en la primera mujer en realizar un mural en un edificio público del país.
Las piezas se exhiben en la sala Carlos Mérida, como parte de la exposición Muralismo en espacios educativos. Una muestra que abre nuevas lecturas sobre la expansión del muralismo más allá de los grandes palacios y que reivindica la presencia de mujeres en un movimiento que se narró mucho tiempo desde el pincel masculino.
Originaria de San Juan de los Lagos, Jalisco, María Izquierdo (1902-1955) fue una de las primeras artistas mexicanas en tener una carrera internacional. Pintora de caballete, acuarelista, muralista, crítica de arte y voz crítica del monopolio muralista, trazó su camino desde muy joven.
Se casó a los 15 años, tuvo tres hijos, se divorció, y en 1928 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde fue alumna de Germán Gedovius y Manuel Toussaint. Allí, su entonces director, Diego Rivera, quedó impresionado con su trabajo y la apoyó para realizar su primera exposición individual en la Galería de Arte Moderno del Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes.
En aquel momento, Rivera alabó a Izquierdo por su agudeza para el dibujo, la cálida paleta cromática que empleaba y el dominio de la materia plástica.
Su obra viajó a Nueva York en 1930 para exponerse en el Art Center, donde fue descubierta por el curador René D’Harnoncourt, quien después la incluyó en la célebre muestra Mexican Arts del Museo Metropolitano. Entre los admiradores de su trabajo, destacó Antonin Artaud, poeta y dramaturgo francés, quien consideró su pintura una puerta hacia el alma indígena.
Sin embargo, el punto de quiebre en su carrera llegó en 1945, cuando el gobierno del Departamento del Distrito Federal le encargó pintar el cubo de la escalera del Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Iba a ser la primera mujer en hacerlo, pero Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros protestaron, argumentando que no tenía la técnica para hacer el trabajo, por lo que el contrato fue cancelado.

María Izquierdo no guardó silencio y decidió protestar: publicó cartas, denuncias y artículos, entre ellos uno donde llamó monopolio
a la tríada dominante. Pero su respuesta más contundente fue la creación de dos murales transportables: La música y La tragedia, que presentó en 1946 para demostrar su capacidad.
No obstante, en ese momento no fueron comprados y tuvo que donarlos a la Basílica de San Juan de los Lagos, en su tierra natal. Años más tarde fueron restaurados y puestos a resguardo de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Hoy el MVM los recupera para que el público conozca el talento y tesón de Izquierdo, los invitamos a que no se pierdan esta exposición
, dijo a La Jornada Rosario Molina, subdirectora de difusión y contenidos digitales del MVM.
A pesar de aquel veto, Izquierdo nunca dejó de pintar, su obra de caballete creció en profundidad temática y madurez técnica. Entre sus piezas, destacan Autorretrato (1943), El vaso verde (1944) y La tierra (1945). También tuvo una evolución como crítica de arte y fue autora de textos como la Carta a las mujeres de México, en la que invitó a sus lectoras a asumir una emancipación responsable, sin complejos de inferioridad y con conciencia de igualdad.
En el MVM su figura no está sola, ya que en un esfuerzo por visibilizar a las mujeres cercanas al movimiento muralista, el recinto ha nombrado diversos espacios con referentes femeninos: la librería del Fondo de Cultura Económica se llama Tina Modotti; la sala de lectura infantil, Luz Jiménez, y la biblioteca, Aurora Reyes, a quien se considera la primera muralista mexicana.
Pero es María Izquierdo quien, con esta exposición, vuelve a ocupar su sitio entre los muros que una vez le fueron negados. Desde la parte del complejo muralista, que antes fue la Aduana, sus frescos hablan por sí mismos.