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La nueva era del proteccionismo arancelario
L

a reciente decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles recíprocos al mundo entero ha generado una ola de incertidumbre y preocupación en los mercados globales. Esta medida, que marca un claro alejamiento de las políticas de liberalización comercial y globalización que han dominado la economía mundial durante la segunda mitad del siglo XX, plantea serias interrogantes sobre el futuro del orden económico internacional.

Resulta irónico que Estados Unidos, el principal impulsor de este modelo de libre comercio, sea el que ahora esté liderando su desmantelamiento. Durante décadas, el país norteamericano abogó por la apertura de mercados y la reducción de barreras comerciales, un modelo que permitió a naciones como China emerger como potencias económicas. Sin embargo, la creciente competencia china y la pérdida de empleos manufactureros en Estados Unidos han alimentado un sentimiento proteccionista que Trump ha sabido capitalizar.

La reindustrialización de Estados Unidos, objetivo central de la política económica de Trump, parece una meta loable. Sin embargo, el costo de este giro proteccionista para el comercio mundial podría ser devastador. La imposición de aranceles recíprocos amenaza con desencadenar una guerra comercial a gran escala, con consecuencias impredecibles para la economía global.

El mensaje de Trump es claro: Estados Unidos vuelve a mandar. Con esta declaración, el presidente estadunidense busca reafirmar el liderazgo de su país en el escenario mundial, al tiempo que envía un mensaje a su base electoral, esa clase media predominantemente blanca y alejada de las costas, que se siente marginada y abandonada por la globalización. Para estos votantes, el sueño americano se ha convertido en una quimera, y Trump se presenta como el salvador que restaurará la grandeza perdida.

La única ventaja que la contraparte negociadora tiene con Trump es su pragmatismo. No es un líder movido por una agenda ideológica, sino un negociador pragmático y calculador; ejemplo perfecto es su posición actual con China: impone duros aranceles, pero deja abierta la puerta de una negociación si le venden TikTok.

En verdad, para entender al personaje, vale la pena ver la película El aprendiz, donde se narra con crudeza cómo Trump fue formando su cosmovisión y ética de trabajo, teniendo como mentor a un abogado de la mafia: Roy Cohn. La frase que Cohn imprime en el entonces joven Donald Trump es la misma con la que trata como presidente al mundo: Ataca, ataca, ataca. No admitas nada y niega todo. No importa lo que suceda, reclama la victoria y nunca aceptes la derrota.

Si bien la prensa internacional ha calificado el plan de Trump de locura e irracionalidad, esto está lejos de ser cierto o útil, para entender nuestro tiempo. Lo verdaderamente irracional sería seguir aferrados a un modelo que ya no responde a las realidades del siglo XXI, un modelo que permitió el ascenso de China y la simultánea implosión social de Estados Unidos.

La era de la globalización sin restricciones ha llegado a su fin. Vivimos tiempos de liderazgos carismáticos y democracias debilitadas, donde las decisiones unilaterales de un presidente pueden sacudir los cimientos de la economía mundial.

México ha navegado aguas turbulentas con temple e inteligencia. Eso lo reconocen aliados, adversarios y mercados. Sin embargo, es aún muy pronto para cantar victoria o lanzar conclusiones.

El 2 de abril cambió la economía global y las implicaciones para México, para nuestro día a día, se irán decantando por años. Eso, desde luego, descontando la incertidumbre cotidiana que genera un liderazgo como el de Trump, y su visión de México.

Si la globalización y la liberalización económica definieron la segunda mitad del siglo XX, no tengamos duda: el proteccionismo y el debilitamiento de las democracias liberales marcarán la segunda mitad del siglo XXI.

Es demasiado pronto para predecir las consecuencias a largo plazo de la política arancelaria de Trump. Sin embargo, una cosa es cierta: el mundo ha cambiado, y el orden económico surgido de la Segunda Guerra Mundial está siendo remplazado por uno nuevo, donde la incertidumbre y la volatilidad serán la norma. La tercera guerra mundial será económica.