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Julio Verne: mientras el corazón lata
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ace 120 años, el 24 de marzo de 1905 a las 2:45 de la tarde falleció en su domicilio de Amiens, de la calle Longueville 44, Jules Gabriel Verne a los 77 años, hombre de letras, oficial de la Legión de Honor, funcionario de instrucción pública, antiguo consejero municipal de la ciudad, según el acta oficial de su deceso. Un clásico, a decir de Gorki, un maestro sorprendente para Tolstoi, el más grande magnetizador de los tiempos modernos según Breton. Ray Bradbury se consideró su hijo ilegítimo. Dicen que Nietzsche vino a romper un camino trazado y Julio Verne a abrir un camino no trazado aún. Como sea, se ha convertido quizás en el escritor más traducido por encima de Shakespeare, como revelan los datos de la Organización de Naciones Unidas, para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Un continuador de la Odisea homérica, cuyas escenas son para el Nobel Jean-Marie Gustave Le Clézio tan importantes como los mitos o las imágenes de la poesía griega.

En 1863, Julio Verne escribió su primera novela, pero su editor consideró demasiado crudo el mundo que describía: una sociedad dominada por la técnica, poblada por fríos rascacielos de cristal, automóviles impulsados por gas, trenes como el Shinkansen, que comunicaban la metrópoli mediante cuatro círculos y que eran impulsados por aire comprimido y se desplazaban por las vías sin desgastarlas gracias a la fuerza electromagnética. Una ciudad funcional, pero con sus habitantes reducidos a comportarse como un engrane más de esa maquinaria. Y el futuro, ese futuro, nos alcanzó. Él sabía que todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad.

Una de las cosas más sorprendentes de Julio Verne es habernos demostrado que la imaginación, la loca de la casa, como la llamaba Fernando del Paso, es el cogote del arte y la literatura, sí, pero también de la ciencia y la técnica.

Las novelas de Verne, ese abogado que se negó a ejercer su profesión para fortuna de la literatura y la ciencia, han sido nuestro futuro anticipado. Nuestro bosquejo del mañana. Existen muchos ejemplos en sus novelas que lo confirman: el colosal Nautilius que surca los mares impulsado por electricidad y cuyas armas despiden descargas eléctricas a distancia o el ya clásico Viaje de la Tierra a la Luna, donde imagina un proyectil vagón de aluminio de forma cilíndrica terminada como un cono capaz de albergar en su interior a un tripulante. De Florida despegó la famosa Apolo 8, cuya misión fue alcanzar la Luna. De Cabo Cañaveral, un lugar muy cercano al imaginado por el escritor francés.

No dejan de sorprendernos el número de anticipaciones descritas por Verne en sus novelas (el helicóptero, Internet, las armas de destrucción masiva, el elevador). Pero el escritor las relativizaba: No me enorgullece particularmente haber escrito sobre el automóvil, el submarino y el dirigible antes de que estuvieran en el dominio de las realidades científicas. Cuando hablé de ellos en mis libros como de cosas reales, ya estaban inventadas a medias.

Todo gran escritor crea, además de su obra, su propia legislación; sus leyes para acercarse a ella. Por eso no me sorprende el doliente reclamo de Verne al decir que el gran pesar de mi vida ha sido que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa. Imposible acercarse a su literatura con las reglas de la academia tradicional, con los valores de la crítica sin imaginación. Si el establishment literario de su país no lo acogió, lo han acogido millones de entusiastas lectores. Algunos han hecho películas o puestas en escena inspirados en sus obras, o le han rendido sentido homenaje como Julio Cortázar con La vuelta al día en 80 mundos, colección de textos breves sobre cualquier cosa destinados a divertir. Para el Gran Cronopio, Verne fue su primer y más grande maestro literario.

Sesenta y cuatro novelas, 24 cuentos, 37 obras teatrales y 124 poemas han entusiasmado a varias generaciones de lectores para llevarlos. Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino, Miguel Strogoff, La isla misteriosa, Viaje a la Luna, La vuelta al mundo en 80 días, aventuras que seguirán alimentando la imaginación de los lectores mientras el corazón lata, mientras la carne palpite.