inco años antes del amanecer zapatista de 1994, nació el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba) en un Chiapas herido que irán sanando los pueblos del EZLN desde las autonomías. El tiempo maya cuenta historias que el calendario gregoriano apenas susurra: dos memorias vivas, una raíz, otra que aprende. Los 36 años del Frayba en un 03 b’atz’ de la cuenta de 5 mil 153 años del calendario maya muestran su caminar tras las huellas de sus hermanos mayores, los 31 años del EZLN. Aprenden de su sabiduría y determinación, que va más allá de la lucha en materia de derechos humanos, convirtiéndose en parteras de sociedades otras.
En 1989, mientras el país y el mundo miraban hacia otros lados, nació el Frayba, en un contexto de violencia generalizada hacia los pueblos indígenas del estado, comenzando a documentar y denunciar estas agresiones sistemáticas. El acompañamiento en materia de derechos humanos se convirtió en una escuela para una conciencia más amplia e integral, que reconoce y respeta la palabra desde los pueblos. La memoria así se transformó en un derecho colectivo desde la documentación, en un instrumento vital, como un faro en la niebla espesa de la injusticia estatal.
Jorge Santiago, del consejo directivo, en entrevista reciente jala el hilo tejiendo un telar histórico. Desde la guerra civil en El Salvador, la revolución sandinista en Nicaragua y la guerra en Guatemala, hasta la disolución soviética que transformó el escenario global. Donde se tejen con fuerza inquebrantable las presencias vivas de pueblos que en 1992 nombraron organizadamente los 500 años de despojos. En esa trama local aparece la resistencia de Las Abejas de Acteal, El Pueblo Creyente, y tantos otros hilos de rebeldía multicolor.
Santiago, mientras jalaba el hilo de la memoria, se detuvo en enero de 1994, momento constitutivo que marcó el caminar del Frayba. Desde entonces, recuerda, resuena aquella consigna que cristalizó el compromiso inquebrantable contra la militarización y paramilitarización: Chiapas no es cuartel, fuera Ejército de él
, grito colectivo, nacido ante la evidencia de la guerra del Estado, hoy habita los corazones y los pasos de quienes acompañan a los pueblos en su lucha contra la estrategia bélica gubernamental.
El Frayba ha aprendido a maniobrar como el agua entre piedras: mediando en Catedral (1994), en Sakamch’en (1995), y durante tres décadas, acompañando a comunidades zapatistas asediadas por el paramilitarismo y programas como Sembrando Vida que actúan como cercas de control. Jorge Santiago dice: la mediación representa el compromiso de sumarse a una lucha junto a los pueblos. Con plena conciencia de pensar los derechos humanos frente a un Estado con una postura de contrainsurgencia
. Como testigo incansable, el Frayba concibe los derechos humanos como valores fundamentados en necesidades comunes por la buena vida y la dignidad humana
. No abstracciones jurídicas, sino raíces vitales que deben nutrirse con acciones concretas, con acompañamiento real.
La historia de los pueblos tiene recuerdos en que aparece el equipo del Frayba, que hace suya la convicción que en su momento enunció Samuel Ruiz: la importancia de las condiciones materiales de existencia, las que determinan el alcance real de los derechos humanos, y que para su realización efectiva es necesario una auténtica emancipación económica, política y espiritual
.
El Frayba permanece documentando y manteniendo los ojos abiertos ante cada sexenio gubernamental que, con diferentes máscaras, continúa la misma guerra integral y de desgaste. Los últimos 10 años, bajo las coordinaciones de Pedro Faro y Dora Barranco, han evidenciado cómo esta guerra contra las autonomías zapatistas se disfraza con megaproyectos, se arma con la Guardia Nacional y se fortalece cobijando al crimen organizado.
Santiago explica aquella posición en medio de esa oscuridad que paraliza se trata de no perderse y buscar la validez de ese instrumento
.
En 2025 se cumplen 30 años de que el Frayba mantiene viva la presencia civil en territorios asediados. Las Bricos permanecen como luciérnagas que iluminan rincones donde el Estado y el sistema criminal pretenden imponer su oscuridad.
El EZLN, en su mensaje de diciembre pasado, nos recuerda que el río largo fluye en la vida de los pueblos. Su mirada alcanza el año 2144, horizonte alcanzable para quienes saben que la dignidad es fuerza inagotable si se cuida con amor, como hacen las madres buscadoras, para quienes el amor no se negocia, es dignidad para encontrar justicia.
Confiamos en que el Frayba seguirá floreciendo bajo ese mismo sol de justicia y dignidad que los pueblos organizados mantienen encendido desde tiempos inmemoriales. 36 años: Larga vida al hilo de la memoria viva.
* Integrante de la Red de Resistencias y Rebeldías Ajmaq