Ganar el abismo
l título de esta entrega es frase de Roberto Juarroz, poeta argentino que falleció el 31 de marzo hace 30 años y cuyo centenario se celebrará el próximo 5 de octubre. Puede decirse en cuanto a su trabajo lírico que prácticamente dedicó su vida a una sola obra, los más de 10 tomos de Poesía vertical. Pero como teórico de la poesía (lo de teórico
acaso no se avendría bien con su asistemática visión del fenómeno poético) dejó al menos dos libros, Poesía y realidad, originalmente una conferencia, y Poesía y creación, larga y sustancial entrevista con Guillermo Bodio. Ambos volúmenes recogen su poética, de la que, limitándonos al primero, ofrecemos un elemental esbozo:
La palabra poética, como el ala, es la condición para soportar el abismo. El oficio del poeta, más bien un antioficio, consistiría en hablar ante el abismo en el que estamos con el abismo que somos. El poeta, al crear su poesía, lucha por toda la dignidad y la grandeza que están entreveradas con la pequeñez del hombre.
La poesía es una visionaria y arriesgada tentativa de acceder a un espacio que ha desvelado y angustiado siempre al hombre: el espacio de lo imposible, que a veces parece también el espacio de lo indecible.
La poesía es el intento de decir lo indecible, el uso más extremo y arriesgado del lenguaje. La poesía, el margen mayor de creación que posee el hombre.
La poesía es el mayor realismo posible. La poesía es una mística de la realidad. Al asumir la transgresión redentora e inevitable del lenguaje, para ir más lejos en la expresión de lo real y de lo humano, la poesía crea más realidad, agrega realidad a la realidad, es realidad. Vivo el poema como una explosión de ser [o de realidad] por debajo del lenguaje.
La poesía sólo al servicio de su propia libertad creadora no tiene retorno, se convierte en destino. La poesía se parece a la salvación, exista o no exista salvación. Los poetas están solos ante el lenguaje, pero este solo basta para salvarlos. No resulta difícil comprender que la poesía es a menudo aledaña de la locura, vecina de sus territorios desconcertantes.
La poesía es extrema exigencia, rigor sin atenuantes, perturbador reclamo. La poesía pide nada menos que la vida.
La poesía es el arte de lo imposible, centrada en el cultivo y el ejercicio de la palabra transfigurada.
La poesía es pensamiento y no pensamiento, más allá y más acá del pensamiento.