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Acto de buscadoras, símbolo de luto y lucha

El Zócalo se llenó de zapatos, velas y la esencia de los desaparecidos
 
Periódico La Jornada
Lunes 17 de marzo de 2025, p. 6

Zapatos y velas. El calzado porque simboliza el paso por la tierra de las personas desaparecidas y el caminar de sus familias que los buscan. Y las velas, porque son la luz que ilumina la búsqueda. Estos sencillos objetos fueron los que protagonizaron, la tarde del sábado 15 de marzo, la jornada de luto y lucha contra la desaparición forzada en el Zócalo de la Ciudad de México.

Además, un croquis a escala sobre la plancha, trazado a brochazos de pintura blanca, reproduciendo el predio del rancho Izaguirre, de Teuchitlán, Jalisco. Hacia el centro, tres o cuatro círculos representando las fosas donde se encontraron restos humanos, algunos calcinados. Hacia la izquierda, mirando de frente el Palacio Nacional con sus puertas y ventanas cerradas y mudas, el área de confinamiento. Hacia atrás las cocinas y baños. Y en el extremo opuesto, un área de entrenamiento. Y la garita de entrada a ese espacio de pesadilla.

En el llamado a la vigilia por los desaparecidos que lanzaron colectivos de buscadores se pedía reunir al menos 400 zapatos, un símbolo que se labró a partir de la iniciativa Huellas de la Memoria. Al final, el calzado y las candelas que se colocaban como ofrendas en los espacios del croquis triplicaron holgadamente la meta.

Hacia las 5 de la tarde, a esa hora donde las sombras se alargan sobre el pavimento, media plaza estaba llena. La gente abría paso a quienes identificaban como familiares de personas víctimas de desaparición forzada, por las camisetas que vestían, con la fotografía de su ser querido; por las flores, por los rostros extenuados, decididos. Las familias se acercaban a la pequeña carpa roja donde se orquestaba el acto litúrgico que estaba por comenzar.

Lejos, en el otro extremo de la plaza, las pipas de agua y trabajadores de limpia del gobierno capitalino cepillaban las huellas de otra gran manifestación escenificada apenas una semana antes, las huellas violeta y verde de las mujeres con causa. Pintas de consignas que se borran con lejía, pero que de alguna manera permanecen.

La convocatoria fue lanzada simplemente por colectivas y familias; por buscadoras de distintas generaciones –desde los años de la guerra sucia medio siglo atrás, pasando por los años del priísmo duro, el calderonismo permeado por el crimen organizado, el peñanietismo y los años recientes de la 4T, todos con su cauda de personas a las que se les perdió el rastro. ¿Más de 120 mil, como dicen las organizaciones? Hay una danza de cifras, pero cualquiera que sea es demasiado.

Sin membretes, mucho menos siglas partidistas, las familias fueron las únicas que dieron contenido a este encuentro. A decir de muchos de los que llevan décadas acompañando esta causa, ha sido el más numeroso y de mayor impacto, hasta ahora. Y cierto que tuvieron que defenderse de los políticos y grupos que intentaron montarse en el momento. Para muestra, un botón: Javier Lozano, furibundo panista, enemigo jurado de la cuatroté, subió a la red social X un video sobre su asistencia a la vigilia del Zócalo, mucho antes del inicio del acto, dando fe de que no había nadie todavía y que dejaba un par de zapatos –bien boleados, por lo que se vio– al pie del astabandera.

Por el riesgo de oportunismos como éste, los buscadores advirtieron en la carta que se leyó a la presidenta Claudia Sheinbaum: “No nos mueve un proyecto político, ni favorable ni contrario al suyo… Presidenta, que no la engañen ni se engañe; no pertenecemos a ningún partido político, ni tenemos otras banderas que no sean la verdad, la justicia y la presentación de nuestros seres queridos con vida. Pensamos que es urgente que nos sentemos a dialogar”.

Las buscadoras que participaron en caravanas, que bloquearon calles, que visitan morgues y cárceles, que marchan y peregrinan por las oficinas de gobierno y las fiscalías –donde suelen encontrar a funcionarios que casi bostezan en su cara–, rastreadoras que desde los años negros de Ciudad Juárez (sexenio de Fox, por cierto) aprendieron a barrer los territorios con palas y uñas; brigadistas que después de Ayotzinapa refinaron la técnica con varillas y alguna que otra tecnología (drones, geolocalizadores) y que se especializan cada vez más a pesar de sus pocos recursos, dijeron a la Presidenta: Ha llegado la hora de que usted nos mire de frente y asuma con nosotros la responsabilidad de buscar a los desaparecidos y parar las desapariciones.

El ritual ecuménico, encabezado por un conchero que invocó a las deidades mexicas y por sacerdotes de diversas confesiones, hizo que los presentes miraran el sufrimiento en los ojos de las familias y abrió un espacio para que se gritaran a los cuatro vientos los nombres de tantos que faltan. Ahí, la michoacana heroica María Herrera, referente en esta causa, gritó los nombres de los cuatro hijos –Jesús, Gustavo, Luis y Raúl– que le faltan desde hace 17 años. Para rematar: Y el nombre de todos, porque todos son nuestros hijos.