éxico enfrenta desafíos económicos estructurales de atención urgente. Entre 2019 y 2024, el PIB per cápita aumentó apenas 0.42 por ciento anual, reflejando un crecimiento económico prácticamente nulo (0.06 por ciento) y una tasa de crecimiento poblacional de 0.75. Este desempeño mantiene al país en la posición 70 del ranking mundial de ingreso per cápita para 2025, con 13 mil 630 dólares, lo que evidencia un preocupante estancamiento. El bajo crecimiento perpetúa la desigualdad y la dependencia de programas sociales, los cuales, aunque necesarios a corto plazo, no generan prosperidad sostenible. Además, limita la capacidad del país para influir estratégicamente en el escenario global.
La raíz del estancamiento es la caída de la productividad laboral, que entre 1994 y 2024 registró una tasa promedio de –0.1 por ciento. A pesar de ello, entre 2018 y 2024, el salario mínimo creció 100 por ciento en términos reales y el ingreso laboral promedio aumentó 3.1 por ciento anual, mientras la productividad cayó 4 por ciento. Esta brecha entre salarios y productividad amenaza la viabilidad del crecimiento sostenible. Con un ingreso por habitante creciendo apenas 0.65 por ciento anual, la propuesta del Plan Nacional de Desarrollo (PND) de reducir la jornada laboral a 40 horas semanales podría incrementar la informalidad y agudizar el estancamiento.
Entre 2018 y 2024, el gasto social en México aumentó de 10.3 a 12.5 por ciento del PIB, contribuyendo a reducir la pobreza de 52.4 a 46.8 millones de personas. Si bien un mayor gasto social puede mejorar la distribución del ingreso, por sí solo no impulsa el crecimiento económico. La experiencia de Asia del Este demuestra que las transferencias, aunque útiles, no son suficientes para erradicar la pobreza de manera sostenible. En cambio, el crecimiento económico basado en el aumento de la productividad y la generación de empleo formal ha sido el principal factor para mejorar el bienestar de la población a largo plazo.
El PND sostiene que el gasto social impulsa el crecimiento al redistribuir ingresos de los sectores más ricos a los más pobres, bajo la premisa de que esto expande el mercado interno. Sin embargo, si una parte significativa del gasto social se destina a importaciones, el beneficio se traslada a otras economías en lugar de fortalecer la producción nacional. Incluso en el mejor escenario, el impacto neto en el crecimiento es marginal, como quedó demostrado en el sexenio anterior. Las transferencias pueden contribuir a la justicia social, pero no constituyen una estrategia de desarrollo.
Además, el PND apuesta a la relocalización ( nearshoring) como motor de crecimiento, con la expectativa de atraer inversión extranjera desde Asia. No obstante, la política de EU bajo Trump y sus sucesores ha priorizado el regreso de empresas a su territorio ( reshoring), lo que reduce las oportunidades para México. Basar el crecimiento en este proceso es una apuesta optimista y poco realista.
Si no se toman medidas, México seguirá atrapado en un ciclo de estancamiento económico, dependencia externa y escasa innovación. Un nuevo tratado con EU podría agravar la situación al imponer mayores restricciones al crecimiento y aumentar la dependencia de programas sociales para mitigar la falta de empleo. Con el tiempo, estos programas perderán capacidad de expansión, agotando los recursos fiscales y prolongando el estancamiento. Las consecuencias políticas serán inevitables, debilitando la estabilidad interna y erosionando la credibilidad del gobierno.
La única vía hacia un desarrollo soberano es redefinir la relación con EU y eliminar los acuerdos que limitan el crecimiento nacional. Estos compromisos han obstaculizado la consolidación de una industria nacional al prohibir la exigencia de asociaciones entre empresas extranjeras y nacionales, restringir la imposición de contenido local, conceder derechos excesivos de propiedad intelectual y otorgar trato nacional a empresas extranjeras. Esto impide implementar una política industrial efectiva. Sin un sector manufacturero propio, en manos de mexicanos, la innovación seguirá siendo inviable y el estancamiento persistirá. Un sector manufacturero fuerte no sólo genera empleos bien remunerados, sino que también es la base de la innovación y el desarrollo tecnológico, elementos esenciales para el crecimiento económico y para posicionar a México como actor relevante en la economía global del siglo XXI.
México se encuentra en un punto de inflexión. El estancamiento económico, la baja productividad y la creciente dependencia de programas sociales insostenibles amenazan con arraigar un ciclo de bajo crecimiento y desigualdad. Para romper esta inercia, es imprescindible replantear la estrategia económica, apostando por la soberanía nacional, el fortalecimiento del sector manufacturero y la innovación. Es urgente abandonar acuerdos que limitan el desarrollo, como el T-MEC, y adoptar políticas que impulsen la productividad y la competitividad. El futuro del país no puede depender de medidas paliativas; requiere decisiones audaces y transformaciones estructurales de fondo que prioricen el bienestar de la población y la construcción de una economía sólida y autosuficiente. El momento de actuar es ahora, antes de que el estancamiento se transforme en una crisis irreversible.