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Martes 25 de febrero de 2025, p. 18
Moscú. Al cumplirse ayer el tercer año desde que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ordenó lo que llama operación militar especial
en Ucrania, la guerra entre estos dos pueblos eslavos, otrora hermanos y ahora distanciados, quizá para siempre, continúa sembrando muerte y devastación como lo ha hecho durante mil 97 días consecutivos.
Mucho se ha escrito y comentado en radio y televisión estos días acerca de la irrupción del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el escenario como pretendido mediador entre Rusia y Ucrania en unas negociaciones que –según los observadores más sensatos, es decir, los imparciales– están lejos de haber comenzado y que, planteadas en los términos actuales, sin tomar en cuenta los intereses de todas las partes involucradas, difícilmente puedan poner fin a la guerra.
Hasta ahora, sostienen quienes siguen de cerca lo que ocurre en Washington, Moscú, Kiev y Bruselas, las grandes capitales implicadas, Vladimir Putin y Volodymir Zelensky se limitan a ofrecer por separado a Donald Trump algún trato
que, conforme a la mejor tradición del estira y afloja que presupone la compraventa de inmuebles, creen que pueda resultar de su interés.
El mandatario ruso propone normalizar relaciones para impulsar la cooperación económica hasta en el Ártico y, apunta el politólogo ruso Aleksandr Morozov, partir de la premisa de que tener arsenales nucleares da derecho a dominar zonas de influencia, pero –agrega– el mundo no es el mismo y ya no parece posible reditar una suerte de sistema de Yalta o Potsdam.
El gobernante ucranio sugiere compartir los recursos minerales del país, pero en una proporción razonable y no en la desmesurada que planteó Trump y declinó con dignidad Zelensky, considera el analista ucranio Georgy Chizhov.
Las condiciones rusas
En tanto, declaraciones recientes del canciller Serguei Lavrov, el asesor presidencial en materia de política exterior, Yuri Ushakov, y el portavoz de la presidencia rusa, Dimitri Peskov, por citar a algunos funcionarios, ponen de relieve que el Kremlin insiste en mantener más o menos 20 por ciento de la superficie del vecino país eslavo: los territorios ucranios ya conquistados, incluidos los que todavía le falta ocupar en las regiones de Donietsk, Jersón y Zaporiyia, incorporadas a la Federación Rusa, junto con Lugansk. También quiere que Kiev renuncie a la idea de ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se declare neutral y desarme a su ejército, aparte de modificar las leyes para favorecer la lengua, la cultura y religión de la población de las regiones con más o menos habitantes de origen ruso. Ucrania rechaza esas imposiciones.
El gobierno de Ucrania, por su parte, si bien ya moderó su retórica inicial de recuperar el territorio que tenía como parte de la Unión Soviética de acuerdo con sus fronteras de 1991 o incluso los límites que había hasta el 24 de febrero de 2022, confía en que la cesión de territorio tenga un estatus temporal y centra su estrategia en conseguir sólidas garantías de seguridad.
Entre éstas, menciona su adhesión inmediata a la alianza noratlán-tica o el despliegue de un contingente de paz con militares de países europeos en la línea de separación de los mil 200 kilómetros del frente, armamento suficiente para no volver a ser atacado y dinero para reconstruir las infraestructuras y viviendas dañadas. Rusia no acepta tales exigencias.
En ese contexto, y al margen de lo que diga o deje de decir cada día Trump, las noticias de las semanas recientes muestran que Rusia sigue bombardeando ciudades ucranias; y Kiev, instalaciones industriales y militares rusas; el ejército de Moscú, con una superioridad en armamento de dos o tres veces, continúa su lento avance en Donietsk, conquistando pequeñas aldeas abandonadas y, tras seis meses y un año de asedio, algún bastión del enemigo cuando ya queda reducido a ruinas y pierde su valor estratégico; las tropas ucranias permanecen en la región rusa de Kursk, sin que puedan expulsarlas de ahí.
Y en esta guerra de desgaste para Rusia y para Ucrania ambos ejércitos sufren numerosas bajas en muertos y heridos.