uillermo Iglesias Ramos tenía 58 años al explotar la mina 8, Unidad Pasta de Conchos, de Industrial Minera México, propiedad de Grupo México, de Germán Larrea, el segundo hombre más rico del país. Minero de 30 años de antigüedad, extrajo carbón en Pasta de Conchos desde sus inicios. Operaba una máquina de producción y era sindicalizado. Sus restos fueron rescatados el pasado 4 de diciembre, el tercero en ser sacado de los 13 mineros localizados, hasta ahora, de los 65 atrapados en el siniestro del 19 de febrero de 2006. Es su papá
, notificaron las autoridades a sus hijos, en el mero día de los 18 años del fallecimiento de su esposa. La FGR se los entregó el pasado 6 de febrero. Ahora sí, luego de casi 20 años, las coronas y ramos de flores con cinta ancha morada o blanca e inscrito el nombre de don Guillermo para el funeral celebrado en casa, la velación fue el día 7, en Nueva Rosita, Coahuila. La caravana que lo acompañó a su última morada depositó el ataúd en la tierra. Fue enterrado en el panteón Santa Rosa. Brille para él la luz perpetua, la invocación dolida.
Diecinueve años atrás, en los primeros días posteriores a la explosión, cuando a las cuadrillas de rescate Minera México no les entregaba el paquete de planos para contingencia porque no los tenía, y se percataban de que los cañones no tenían red de hidrantes, ni extinguidores, ni camillas, ni botiquines, ni caseta de emergencia, ni rutas de evacuación, ni salida de emergencia con cuerda de vida. Francisco Xavier García de Quevedo, presidente de IMMSA, sin haber agotado todos los recursos técnicos posibles, declaró el día 26: “La explosión fue expansiva y afectó toda la mina, generó temperaturas superiores a 600 grados centígrados por las altas concentraciones de metano […] provocó la destrucción de instalaciones, grandes derrumbes y el desplazamiento de equipos, […] la atmósfera cambió instantáneamente para convertirse en un ambiente general de alta concentración de metano y monóxido de carbono con casi nula presencia de oxígeno. Estas condiciones hicieron imposible la sobrevivencia”. Continuó: “Por esta razón hemos concluido con la tarea de rescate y debemos pasar a la […] recuperación de nuestros mineros y que sus familias puedan, con toda dignidad, empezar su duelo”. Recuperación cancelada el 4 de abril de 2007.
Casi dos décadas atrás, Minera México, primero, impidió a los mineros acceder a condiciones de trabajo dignas, frustrando, a la vez, un rápido rescate de los compañeros y la recuperación de los cuerpos. Y, segundo, impidió a los familiares la reparación inderogable de la recuperación de sus restos mortales, rehabilitación fundamental y básica de un daño irreparable y exigencia legítima de un derecho irreducible: enterrarlos; su nombre en la cruz o sobre el mármol, su fotografía, un epitafio, los apellidos para la cadena generacional, flores, la inhumación en el camposanto al concluir la misa (para los católicos). Las entrañas se lo dicen a uno, la sepultura es el depósito del afecto familiar y el duelo es el depósito de la aflicción, del llanto y del pesar, bienes personales que no se intercambian por dinero. La insensibilidad empresarial, sumada a la negligencia y complicidad de los gobiernos de Fox, Calderón y Peña, negando a los familiares el duelo debido, los dejaron a merced del caos emocional ante la violencia de llorarles sin cadáver, abrazando a la nada y despidiéndose de nadie, enfrentados a una cruel sensación, una segunda muerte: la de mi ser querido que carecerá siquiera de una tumba, y ante el hecho de no saber la verdad de lo ocurrido.
Sin embargo, al vulnerarse un derecho tan esencial, se provocó la rebelión de los corazones. Impedir rescatarlos trajo aparejada la lucha de sus familias por hacerlo. Luchando, en un mes convirtieron el siniestro en un reclamo por la justicia, por el castigo a los responsables (cinco funcionarios de la empresa obraron culposamente, el MP ejercitó la acción penal, pero Larrea desembolsó 182 mil 629.20 pesos por cada minero, y así reparó el daño, se decretó el sobreseimiento del proceso), y por el esclarecimiento de la verdad, porque no se sabe aún si la mayoría de los mineros murió en la explosión (los cuerpos recuperados de Felipe de Jesús Torres y José Manuel Peña, en junio y diciembre de 2006, no estaban quemados, ni intoxicados). Así nació la Organización Familia Pasta de Conchos (OFPC): luchar por el rescate, la verdad y la justicia se convirtió en el único camino no conformista de vivir un inadecuado ritual funerario, la continuación atípica del duelo y una forma de rescatar la dignidad. Sus hechos lo han venido confirmando.
Por ello, en 2012, la OFPC emprendió la campaña Mineros del carbón, mártires del trabajo
, enfocada en cómo trabajan y cómo mueren los mineros para legitimar la premisa de que la vida vale más que el carbón, de modo que no prevaleciera más, en la historia de la región, ante múltiples muertes no investigadas, ni la impunidad, ni el olvido. Buscaba modificar la manera de ver la fuente de trabajo: han de ser lugares seguros y el entorno de respeto para los mineros y sus derechos, que no mueran antes de tiempo. Este despertar reconoce la voluntad política de la 4T de hacer el rescate y no cejará de exigir celeridad y los recursos necesarios hasta liberar a los 50 mineros restantes. ¡Rescate, ya!
* Defensor de derechos humanos laborales