he New York Times publicó ayer una nota en la cual afirma que desde hace meses la Agencia Central de Inteligencia estadunidense (CIA, por sus siglas en inglés) realiza vuelos secretos con drones sobre territorio mexicano con el fin de identificar laboratorios de fentanilo. De acuerdo con el rotativo, estos sobrevuelos se han intensificado a partir del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, aunque hasta ahora los dispositivos no portan armamento y la información recabada es compartida con las autoridades mexicanas. El texto fue retomado y ampliado por CNN, mientras un día antes The Washington Post había difundido que la CIA amplía sus actividades de espionaje –hasta ahora centradas en China, Medio Oriente, África y la guerra contra Rusia– con el fin de idear y evaluar planes para compartir más inteligencia con los gobiernos regionales, entrenar unidades antidrogas locales y, posiblemente, llevar a cabo otras acciones encubiertas (es decir, ilegales).
En el lapso de unas horas tres grandes medios globales estadunidenses instalaron entre sus audiencias la noción de que la CIA puso en marcha un programa violatorio de la soberanía mexicana y de que está decidida a proseguir e incrementar estas agresiones. Aunque ni el Times ni CNN ni el Post sustentan sus historias en evidencia material o documental, sino en declaraciones anónimas, las derechas en el país se han apresurado a darlas por ciertas y a exigir la comparecencia de los mandos militares ante el Congreso, demanda difícil de comprender por parte de las mismas personas que solicitan a Washington el envío de tropas a territorio mexicano.
Más allá de la hipocresía y las contradicciones del conservadurismo político y mediático en México, es necesario poner en perspectiva las afirmaciones de la prensa corporativa. Tanto CNN como el Times tienen un historial de divulgación de bulos desestabilizadores acerca de naciones en las que los grandes capitales occidentales desean interferir, no pocas veces, subvirtiendo la vida democrática. Asimismo, dichos medios son abiertos adversarios de Trump y su camarilla, por lo que las publicaciones podrían formar parte del pulso interno entre grupos de poder estadunidenses. En el caso del Post debe hacerse el matiz de que su propietario, el oligarca Jeff Bezos, goza de una conocida cercanía con el presidente. Un elemento de verosimilitud de estas notas radica en el abierto imperialismo trumpista y en el desprecio por la legalidad internacional de que hacen gala tanto el mandatario como los integrantes de su gobierno.
Se trate de una más de las campañas de desestabilización encabezadas por la prensa corporativa o de un hecho real que viola la integridad territorial mexicana, debe considerarse que la historia de los drones espías se divulga a unas horas de que el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, sostenga una reunión de alto nivel con funcionarios estadunidenses en la cual se discutirán los aranceles con que Trump amenaza a México y al resto del mundo. En este contexto, sería una ingenuidad pensar que los grandes multimedia difunden versiones tan sensibles de manera casual; por el contrario, es menester analizar las motivaciones y los intereses detrás de la coincidencia temporal. Sea cual sea la conclusión de este análisis, queda claro que sería un error caer en provocaciones y reaccionar con un patrioterismo mal dirigido, pues la única manera de navegar las trampas del trumpismo es defender la soberanía con grandes dosis de serenidad y de firmeza.