unque La habitación de al lado (Pedro Almodóvar, 2024) en ningún momento se refiere a Susan Sontag, toda la película está impregnada de ella. El hilo que une la pieza del cineasta español con la escritora neoyorquina, el secreto del mensaje de vida y muerte entre dos mujeres, la ilustración de un pacto, está en Sigrid Nunez, autora de la novela en que se basa, What Are You Going Through (¿Cuál es tu tormento? Anagrama, 2021).
También neoyorquina, Nunez (1951) entró en la vida de Sontag (1933-2004) a sus 25 años, cuando una casualidad hizo de la estudiante de literatura, la asistente de la famosa e importante intelectual, amada-odiada-temida, fulgurante autora de Contra la interpretación y Estilos de voluntad radical. La vida te da sorpresas, tiempo después Nunez se casó con David Rieff, hijo de Sontag, se convirtió en su nuera y pasó a residir bajo el mismo techo en River Drive 340, pues David vivía con su mamá, y a ésta no le gustaba estar sola.
El impacto de Susan en Sigrid antes, durante y después de que fue su suegra está narrado en Sempre Susan (Atlas & Co, 2011), testimonio entretenido, revelador (cuenta, por ejemplo, del divertido noviazgo de Susan con el más joven Joseph Brodsky), poco apologético y sencillamente escrito. Al conocerla, Susan enfrentaba un cáncer de mama fase 4 y, por tanto, su vida y su muerte eran asuntos primordiales. Sobrevivió a ese, y a un segundo cáncer años después; hizo falta un tercero, primario también, para matarla. Sigrid nunca fue fan de su suegra. Aunque la admiró definitivamente, podía ser insufrible. Y para su sorpresa, le resultaba aburrida como novelista y cineasta. ¿Cómo alguien que conocía tan bien los resortes de la mejor literatura y sabía enormidades de cine y fotografía era tan pesada para contar historias? Y chistes. Se pasaba de seria. Por eso su obra más apreciada es crítica, ensayística y testimonial.
Tiempo después, en 2016, Nunez escribió la novela en que se basa la cinta. Ambas tan impregnadas de Susan que rebasan lo que una biopic podría ofrecer. Sigrid deconstruye (¡oh, palabrita!) historias reales y crea su propio Iván Ilich. Tomando lo esencial de la trama, Almodóvar presenta esa mélange en el desdoblamiento de dos escritoras: Martha, una Tilda Swinton moribunda de cáncer, e Ingrid (clic a Sigrid de madre alemana), la vital y colorida Julianne Moore de ojos grandes y cabellera de fuego. La primera propone a la amiga rencontrada por casualidad (ambas fueron pareja de Damian, conferencista sobre el colapso climático, un John Turturro muy serio) que la acompañe a suicidarse. No que le ayude, de eso se encargará ella misma, sino que ocupe una habitación contigua y pueda ser quien descubra el cadáver apacible, producto de una eutanasia autoaplicada. No le va a avisar, advierte, sólo cerrará la puerta roja (rojo es el color del filme) el día que suceda.
Hay en la suavidad de ritmo y tonos un eco de Gritos y susurros, obra maestra de Ingmar Bergman, y aunque menos, un dejo de Hannah y sus hermanas, de Woody Allen en su mejor momento. Por cierto, las primeras secuencias de Almodóvar podrían parecer de Allen: famosa escritora (Moore) autografía su libro más reciente en una elegante librería de Manhattan frente a una fila de lectores con todo el esnobismo del caso. Pero la evolución de La habitación de al lado nos conduce a otra parte. Las películas de Almodóvar tienen un estilo recurrente pero rico en sorpresas; las de Allen siguen una misma receta, se han vuelto triviales y no tan chistosas.
Aquí es donde la historia se sublima (en el sentido químico-alquímico) y gana potencia intelectual y ética. Con menos humor del habitual, salvo ciertos ratos tragicómicos, Almodóvar se adentra en una gravedad digna de Susan. No olvidemos que es autora de La enfermedad y sus metáforas, y su secuela El sida y sus metáforas. Vio la muerte a los ojos varias veces, en el espejo y en la mirada de muchos amigos que se llevó aquella pandemia. La genial Tilda, hermosa y andrógina, como Susan, arrastra a su amiga (¿otra versión de sí misma, con acentos de la nuera novelista?) a los últimos días de un combate inútil.
Martha-Swinton, atormentada corresponsal de guerra y mala madre
de una hija distanciada, se admite incapaz de escribir ficción. Ingrid-Moore es lo contrario. Como la prolífica Nunez, practica esa narrativa realista dominante en la literatura estadunidense actual, con su dosis de autoficción. Una literatura que Sontag admiraba poco (admite la propia Nunez); prefería a los europeos y los latinoamericanos (de Beckett a Sebald, de Borges y Rulfo a Cortázar y Bolaño). Y otro ingrediente: debemos a Sontag un gran análisis sobre la fotografía de guerra, Ante el dolor de los demás.
De todo esto sacan Almodóvar y Nunez un doble retrato, racional, inteligente, furioso, irónico. ¿Qué onda con las falsas esperanzas? ¿Con el mito de la batalla
contra el cáncer y el heroísmo de la enferma guerrera
que tanto le irritaba? Por todo esto, creo que La habitación de al lado puede verse en clave de Susan Sontag.