¡De la milpa, mexicanos!
exicanos al grito de la resistencia, con la Cuarta Transformación en su Segundo Piso, que precisa de cumplir con la reconquista del suelo generoso y productivo, a la manera de los mexicanos que durante más de 8 mil años se demostraron a sí mismos que la tierra era pródiga si se la cuidaba y alimentaba de manera apropiada a su altitud, clima, ciclos de lluvia y sequía, en fin, según la naturaleza en que se cultivaba y cuya comprensión por los humanos tomó milenios descifrar: desde los ciclos productivos hasta las familias de vegetales simbióticos entre ellos y con el suelo donde crecían… Sabiduría profunda e irremplazable que la fuerza frenética y la soberbia llegada de otro continente, con su capacidad destructora sintetizada en equipos de conquista extraterritorial y desprecio por las creencias ajenas, desprestigiaron los saberes milenarios y su irrefutable eficacia, transformándolos en expresiones como “perdóneme, Su… xx” o perdóneme el Señor Dios
, expresiones que convirtieron a los sujetos del saber milenario de América en versiones desprestigiadas de sí mismos y a sus descendientes mestizos en inseguros sujetos que reivindicaban su parte clara
sobre la morena
, ambas símbolos de virtud y pecado, respectivamente. Mientras los siglos pasaron, podando desde arriba los saberes sobre la tierra y sus frutos, para darles valor sólo si modificaban sus modos de cultivo: desde las fechas de la siembra y la variedad de las plantas, hasta la pertinencia de alternar distintas especies y, lo más grave, el invento y aplicación de fertilizantes e insecticidas mágicos
(por mortíferos). Pero, si esto es una verdad irrefutable en el siglo XXI, es inexplicable que los mestizos sigamos insistiendo en imponer a los campesinos modos de cultivo que han demostrado su eficacia para destruir los suelos, necesitar cada vez más químicos para controlar plagas y deber cambiar de suelo para resembrar, como si fuéramos país de trigos… mientras nuestros maíces se contaminan y empobrecen, igual que los suelos donde los siembran. Y mientras la modernidad de las siembras inspiradas en el modelo de los sembradíos de cereales de la familia Triticum, acaba con la fecundidad y autorrevitalización de suelos que no fallaron durante milenios en reproducir las milpas de cinco a más elementos…
¿Qué nos falta o qué nos falla, para no comprender que el modelo del monocultivo, no creado por la naturaleza, sino por el hombre de los trigos, que cubrieron del norte de India y Mesopotamia a las costas occidentales de Europa y el norte de África, y recubrirEstados Unidos, es un sistema inventado por los hombres, y que, como toda la tecnología que hoy por hoy puede sustituir nuestra inteligencia y manos productivas (se dice) quiere imponerse también en la producción del maíz, del arroz y de los tubérculos farináceos, los otros tres alimentos constructores de lo humano del hombre?
Es fundamental pensar la historia en todo momento y, sobre todo, para planificar la actualidad y el futuro de un pueblo, cuanto más los del propio. Porque, si podemos comprender las tecnologías más avanzadas (entendidas como la sustitución del hacer del hombre por artefactos que pueden remplazar sus manos por herramientas y desplazando la reflexión a programas cibernéticos), ¿por qué no podemos comprender que el desarrollo de la filosofía, el arte, las matemáticas y tantos otros atributos exclusivamente humanos, partieron de sociedades cuyas necesidades vitales eran satisfechas con sólo observar, comprender y seguir a la naturaleza? Mientras las condiciones difíciles de supervivencia fueron las que generaron en los hombres (genérico de géneros) las que desarrollaron el concepto de adaptación al medio como revolución, transformación, en fin destrucción… del medio.
Este espacio y muchos más como éste no bastarían para solventar esta discusión, pero sí podemos dar un salto arriesgado en el discurso para plantear a la 4T, Segundo Piso, que el destino manifiesto de Estados Unidos está muy alejado del nuestro: nosotros tenemos tierras recuperables que nada impide decretar como bien de la nación (ejidos y tierras comunitarias), repartirlas entre los migrantes retachados (de preferencia para ubicar su destino donde fue su origen) y gracias a sus conocimientos regresar a las tierras sus cualidades productivas (sin tecnologías contaminantes). Sin evocar ya, la felicidad nuestra y la de ellos por la recuperación del quehacer de sus ancestros respectivos. La meta: devolvernos nuestra soberanía y autosuficiencia alimentarias con productos que amamos y que ya probaron durante milenios su eficiencia para mantener cuerpos sanos y bellos con mentes saludables, pacíficas, empáticas y creadoras.
La historia nos puso los eventos de estos días para mostrarnos de qué somos capaces: ¿Reforma constitucional para la redistribución de las tierras productivas? ¿Censo exhaustivo de los ex migrantes repatriados para facilitarles su regreso a casa, con el compromiso de cultivar milpas como antaño y cubrir el mercado interno…? ¿O será un sueño donde los antagonistas son los científicos
contra los idealistas de lo humano
?