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Beethoven me pertenece a mí tanto como a un alemán, sostiene Gabriela Ortiz

La compositora mexicana hace una residencia en la Filarmónica de NY, con la que estrenó una obra este sábado

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▲ Gabriela Ortiz, poco después de ganar el Premio Nacional de Bellas Artes, el 20 de diciembre de 2016.Foto Jair Cabrera
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de enero de 2025, p. 4

Nueva York., La compositora mexicana Gabriela Ortiz es esta temporada invitada especial del Carnegie Hall de Nueva York. Como muchos otros grandes templos de la música en Estados Unidos, la centenaria institución ha hecho una apuesta por atraer nuevos talentos de todo el mundo para captar nuevos públicos.

Considerada una de los compositores más talentosos del mundo por el director de la Filarmónica de Los Ángeles, el venezolano Gustavo Dudamel, Ortiz estrenó el sábado una nueva composición, Liquid City, en el recinto neoyorquino.

En el contexto de su residencia para la temporada 2024-2025 en esa Filarmónica, invitó a nuevos talentos latinoamericanos, entre ellos la colombiana Carolina Noguera, que estrenará una obra que solicitó el Carnegie.

Para alguien que no vive en Estados Unidos, que es mujer y mexicana, esta residencia ha supuesto un reconocimiento a un gran esfuerzo, porque no ha sido fácil abrir puertas a escala internacional, dice Ortiz.

Las orquestas en Estados Unidos son mucho más incluyentes, asegura esta profesora y compositora que ha hecho su formación en las mejores academias europeas a golpe de becas. Espera que lo sigan siendo en el nuevo contexto político con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

La música va mucho más allá (de la política). Es un lenguaje universal que tiene un contexto cultural que la hace diversa, asegura. Beethoven me pertenece tanto a mí como a un alemán, ilustra.

Hablar de una sola escuela hoy día es imposible. El siglo XXI se define por una diversidad de lenguajes, remarca.

Por la diversidad de mensajes, mi música tiene una carga política muy fuerte; me interesa hablar del cambio climático, el feminismo, la migración, el racismo, la globalización y de lo que pasa en el mundo.

La mexicana de 60 años ha compuesto incluso un ballet sobre la violencia contra las mujeres en México o una pieza inspirada en un líder revolucionario africano.

Ortiz inauguró su colaboración con el Carnegie en octubre con tres piezas, un concierto para cuerda con la violinista Alisa Weilerstein, que inauguró el programa Celebrating Latin Culture in the US, y otro con la también violinista María Dueñas, joven prodigio española, con la que ha colaborado en varias ocasiones.

Dudamel ha sido su gran impulsor. Ha hecho ocho encargos a Ortiz y ha llevado su música por Los Ángeles, Nueva York, Londres, París o Berlín, donde la Filarmónica de la capital alemana interpretó música de una latinoamericana por primera vez en 141 años de historia.

Un compositor aprende cuando escucha su música bien tocada. Para mí, ha sido algo fundamental aprender de la Filarmónica de Los Ángeles, refiere.

Con Dudamel también ha grabado un disco que tiene cuatro nominaciones a los Grammy, recuerda.

En junio próximo, otro de los grandes, el director de la orquesta de la Ópera de Nueva York, Yannick Nézet-Séguin, dirigirá otra obra de esta hija de músicos folcloristas mexicanos en el Carnegie.

La primera vez que oímos una pieza para violín y orquesta que (Ortiz) compuso para la Filarmónica de Los Ángeles y María Dueñas (...) nos llamó la atención lo original de su música y cómo crea este mundo único, señala Liz Mahler, del equipo artístico del Carnegie.

Era como hallar un nuevo planeta (...) y que todos estuviéramos descubriendo esto juntos, indica. Mahler se refiere a Altar de cuerda, encargo de la filarmónica angelina.

El reto de la música contemporánea para el público más familiarizado con la música clásica tradicional que responde a una estructura predecible es que (...) tiene que absorber la pieza que escucha por primera vez, sin esa estructura o sin saber cuál será el lenguaje musical, agrega.

Ortiz ha emergido como una voz prominente del cambio en la música clásica, un campo centrado durante demasiado tiempo en los maestros europeos, escribió de ella el New York Times el año pasado.

Una necesidad hecha virtud, porque ante el envejecimiento de las audiencias, muchas salas de conciertos, sobre todo directores como Dudamel, que dirigirá la Filarmónica de Nueva York a partir de la temporada 2026-2027, apuestan por democratizar la música como herramienta transformadora de los jóvenes y la sociedad.