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Moisés Sheinberg publica un libro de aventuras para niños salpicado de cultura
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Los mil y un equinoccios, publicado por el sello El Naranjo, está ilustrado por Tania Recio.Foto cortesía de la editorial
 
Periódico La Jornada
Domingo 26 de enero de 2025, p. 3

Ante la llegada de una curiosa carta a su padre, Dimitri, adolescente de casi 14 años, emprende una misteriosa aventura junto con su amigo Rico, con el fin de descifrar pistas que lo llevarán a arriesgarse, conocer música de compositores rusos e ir a lugares históricos. Ése es el punto de partida del libro Los mil y un equinoccios, de Moisés Sheinberg (Ciudad de México, 1966), ilustrado por Tania Recio y publicado por El Naranjo.

En entrevista con La Jornada, el autor explicó que en la pandemia tenía ganas de escribir un libro y se encerró “a leer la biografía de Stravinsky escrita por su asistente; contaba que cuando el compositor vino a México y conoció la historia de Maximiliano, pensó que era una excelente historia para una ópera. Ahí me brincó la idea de escribir algo sobre eso; así fue la génesis de esta novela.

“La publicación tiene muchos elementos musicales; soy melómano, toco el piano, de ahí el apodo del papá: Rubato, palabra italiana que significa ‘robado’, y en una partitura es cuando le quitas tiempo de un segmento de la obra musical para dárselo a otro, haces la parte más lenta o compensas con otra más rápida, o viceversa”, comentó.

Al preguntarle acerca del título, el autor describió que se relaciona con el libro clásico Las mil y una noches, “me pareció interesante cómo Scheherezade sobrevivía cada noche contando un cuento más al sultán. El equinoccio es una cuestión astronómica, son los dos momentos del año en que la noche y el día son iguales. En la obra, descifrar el misterio tenía como fecha límite un día de equinoccio. Me gusta salpicar elementos culturales; los niños comprenden mucho más de lo que pensamos.

“Mi primer libro se lo escribí a mi hija intentando que adquiriera el hábito; la lectura ha sido algo muy importante en mi vida desde niño. Gracias a los libros he tenido miles de aventuras y he aprendido muchísimas cosas. Cuando ella tenía nueve años, le propuse hacerle un cuento, así comencé a escribir, y se alargó… De repente ya era un libro. Luego hice otro para mi hijo y me seguí. La respuesta de los niños ha sido increíble; son los mejores lectores, son honestos”, agregó.

Sheinberg relató que su vida ha dado muchas vueltas: “soy ingeniero, pero amante de los libros. Alguna vez un amigo me dijo: ‘si tanto lees, ¿por qué no escribes?’ Le respondí que no sabía nada, mi profesión era otra, y me contestó algo que nunca voy a olvidar: ‘José Saramago era carpintero’. Allí me sembró el gusanito, hasta que se presentó la oportunidad. Mi primer libro les gustó a mi hija y a mi amigo, me animé y entré a un taller donde me ayudaron a corregirlo, y lo mandé a una editorial.

Mis primeros dos títulos fueron inspirados en mis hijos, cuando eran adolescentes; ahora son grandes, pero me quedé con esos personajes, Dimitri y su amigo Rico son independientes, porque cada vez veo que los papás tienen más miedo de que sus hijos salgan, hagan cosas, pero ellos tienen ganas de salir, de investigar, de indagar, de tener aventuras, y los libros son un medio para eso. A su compañero lo pensé porque siempre necesitas a un otro, como Sherlock Holmes a Watson, detalló el también autor de Estrellas de vainilla (El Naranjo).

Por otro lado, la ilustradora Tania Recio (Ciudad de México, 1973) contó que con la directora de la editorial, Ana Laura Delgado, empezó a trabajar en la creación de personajes. “La obra es muy descriptiva, desde cómo son físicamente: el protagonista es bajito para su edad y el amigo es más alto.

“Los escenarios de la Ciudad de México al principio me crearon un poco de susto, porque soy más de dibujar la naturaleza; tuve que buscar muchas referencias. Después se volvió un buen reto, ya que se trataba de hacer el castillo de Chapultepec, pero mi dibujo no es realista; entonces, debía encontrar la manera entre un montón de fotos en Internet hasta que hallé una que me gustó.

“Soy más abstracta, juego con las texturas, los árboles. Me pasó lo mismo con el mural de José Clemente Orozco. Para ese fui y le tomé fotos; me pareció fantástico, nunca le había puesto atención a la pintura.

Analicé bien todo lo que traía, lo que significaba; uno aprende mucho ilustrando. Quedé muy asombrada, relató la ilustradora.

Recio compartió que “al empezar el libro la guarda inicial no te va a decir nada, pero al final vas a percibir el cierre de la historia.

“Así hago con la mayoría de los libros en los que he participado. Me gusta que no sólo sean decorativas. Es un poco como yo inicio mi trabajo, recibo un correo con el libro y siempre es la aventura, como la de los niños de Los mil y un equinoccios al abrir ese sobre.

“Lo primero que tiene todo ser humano es el tacto, lo siguiente es lo visual. Es bien importante ilustrar, sobre todo en esta época en que los chicos son más visuales, debido al TikTok y otras redes sociales; estamos cargados de imágenes.

“Es una forma de atraparlos, si un libro tiene para observar algo más que letras. Ellos están tan acostumbrados a tanta imagen, que por ahí le vas a entrar.

Tengo 20 años haciendo ilustración, y me doy cuenta de eso. Los dibujos permiten reinterpretar la obra, afirmó.

Para Tania Recio, “la ilustración siempre aporta más. Por ejemplo, esta obra es de misterio, entonces en los diversos escenarios, en su habitación, en el estudio del papá, puse detalles que después se iban a entender, como que el papá tenía cierto libro de Stravinsky, las partituras.

Se trata de ir dejando pistas, sin que el niño averigüe antes y sin arruinar el final. Se trata de ir acompañando a Moisés con lo que va dejando para que el lector pueda ir investigando, concluyó.

Los mil y un equinoccios, de Moisés Sheinberg e ilustrado por Tania Recio, se presentó ayer en la biblioteca BS IBBY México.