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La fauna, elemento infaltable en zonas arqueológicas de Yucatán

Reptiles, aves y sobre todo perros son presencias habituales de sitios como Edzná, Tulum y Chichén Itzá

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▲ Una iguana toma el Sol en la zona arqueológica de Tulum, antigua ciudad maya ubicada en Quintana Roo.Foto Jair Cabrera
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▲ Avistamiento de una chara yucateca, en Edzná.Foto Jair Cabrera
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Periódico La Jornada
Martes 21 de enero de 2025, p. 3

Chichén Itzá, Yuc., La fauna tiene una presencia importante en las zonas arqueológicas de la Península de Yucatán. Tulum, Chichén Itzá y Edzná se vinculan con reptiles, aves y sobre todo perros. Estos últimos han llegado a ser considerados infaltables en esos sitios del patrimonio mexicano.

La arqueóloga Sara Novelo explicó que Edzná se ha convertido en una especie de santuario de aves, tanto de las endémicas como los cheles, de plumaje azul y negro, y loros pequeños o el legendario pájaro Toh, el pájaro reloj, y algunas que no son comunes en la región. Ella vio un tucán y loros grandes.

Vienen muy temprano y hay personas que llegan para observar aves desde esa hora. Esas especies se están acercando, pues lo poco que queda de esta selva mediana está en la zona arqueológica. Dado el sistema hidráulico maya característico de la urbe hay reservorios de agua, alimento y paz.

En Edzná y en Tulum es notable la presencia de iguanas. Los individuos de esa especie protegida por la ley discurren con elegancia entre las piedras de los monumentos.

En el área central de Chichén Itzá se observa la presencia de los perros siguiendo a los turistas, mayoritariamente extranjeros. Rondando con calma entre los monumentos y acercándose de vez en vez a alguna persona. La mirada, atenta a los movimientos humanos.

El arqueólogo Octavio Juárez contó a este diario que varios canes son considerados de casa en ese sitio; algunos ya tienen nombre. No refirió algún hecho qué lamentar de esta presencia, aunque algunos tienen temperamento o son muy protectores de sus crías.

Refirió que cuando llegan nuevos individuos de la especie, hembras en su mayoría, son llevadas al veterinario, pagado por los trabajadores, para curarlas de sarna u otras afecciones. Luego se intenta conseguirles un hogar. Algunos ya fueron adoptados por turistas, quienes los llevaron a California, Estados Unidos, y a Canadá.

Lamentó que muchas de las perras son abandonadas y por ello recalan en la zona. Ahí están Cachimba y Guajira junto con unos cinco canes más, así como algunos otros que vienen o nacieron ahí. Hay más que son perros de pueblitos cercanos y se vienen, u otros que interactúan con los turistas por comida. Se hace un grupo y nacen perros de la zona, salvajes. Una de ellas se cayó del juego de pelota.

Esos animales, continuó el especialista, se tornan más feroces en las noches. Aun así varios, como Pintorín, Tigre y Osa, se han convertido en compañeros de los guardias nocturnos y no se dejan ver durante el día.

La Jornada fue testigo de esta transformación feral en las proximidades del Gran Museo de Chichén Itzá. Varios canes se abalanzaron furiosos contra el taxi que se dirigía hacia la población cercana, Pisté. Protegen su territorio. El conductor sentenció: los perros de la zona arqueológica están cruzados con jaguar. De noche se vuelven muy fieros. En el día son tranquilos.

La arqueóloga Sara Novelo comentó que en Edzná los canes acompañan a los veladores y se acercan a los turistas y custodios por custodios. “Una zona arqueológica sin perros no es zona arqueológica. La verdad no son agresivos, a menos que los veas en la noche. Se transforman: son nuestros ‘huayes’, nuestros espíritus protectores”.