na pesadilla nórdica. La joven Karoline (Victoria Carmen Sonne) trabaja como costurera en una fábrica textil de Copenhague hacia finales de la Primera Guerra Mundial. Por largo tiempo, su marido dejó de enviar noticias suyas desde el frente de batalla, por lo que ella lo considera ya fallecido. En un sorpresivo cambio de suerte, digno de un cuento de hadas, el administrador de la empresa se enamora de su joven amante proletaria y desafiando la voluntad de su aristocrática madre autoritaria, decide casarse con ella. El improbable idilio entre patrón y obrera dura muy poco, debido al carácter pusilánime del novio que cede a los chantajes maternos, dejando a Karoline embarazada y sin otro recurso para sobrevivir que el de sacrificar al bebé nonato de un modo criminal, con la ayuda de una aguja larga, variante de todas las agujas que emplea en su oficio de costurera. Una solícita mujer, Dagmar Oberbye (Trine Dyrholm) le brinda ayuda y atiende su hemorragia, para después darle empleo como ayudante en un negocio propio, una suerte de agencia clandestina de colocación de infantes en adopción, donde se lucra con el infortunio de madres solteras incapaces de conservar el resultado de un embarazo no deseado. Los métodos crueles de trabajo de la matrona Dagmar, y los peculiares lazos de amistad y complicidad que se tejen entre las dos mujeres, son el asunto central de La chica de la aguja ( Pigen med nålen, 2024), coprodución entre Dinamarca, Suecia y Polonia, y perturbador largometraje en blanco y negro del joven realizador sueco Magnus van Horn.
Esta historia de horror nórdico, situada en barrios proletarios de un Copenhague de principios del siglo XX y ambientada en lugares históricos de Suecia y de Polonia, está inspirada en hechos reales y en la figura de una célebre asesina serial de bebés, Dagmar Johanne Amelie Oberbye, quien entre 1913 y 1920 asesinó a una veintena de infantes, para ser luego procesada en 1921 en uno de los juicios más controvertidos de la historia danesa. A la leyenda negra de la infanticida, el director de La chica de la aguja ha agregado el personaje ficticio de la joven costurera, testigo directo y circunstancialmente involucrado en la metódica faena de horror. Mención aparte merece la intervención inesperada del marido de Karoline, quien regresa de la guerra con el rostro desfigurado, sin otra perspectiva de empleo que el de ser un fenómeno de feria en un circo itinerante. Hay mucho en este episodio del realismo social del Victor Hugo en su novela El hombre que ríe (1869) y también de El hombre elefante (1980), el alucinante relato fílmico de David Lynch. El director sueco ha construido, a partir de un suceso de nota roja, una ficción cautivadora de principio a fin, con un ritmo dramático muy ágil, cargado con notas de suspenso muy enfatizadas por la estupenda composición musical de Frederikke Hoffmeier y los contrastes y claroscuros en una fotografía en blanco y negro, de inspiración expresionista, del talentoso artista y actor polaco Michal Dymek, notable también por su trabajo como fotógrafo de la película Eo (2022), del veterano Jerzy Skolimowski.
Al certero trabajo de ambientación histórica y buen manejo de suspenso en una historia con giros sorprendentes, se añade el mérito de la composición dramática de sus dos protagonistas, en especial la del difícil rol que interpreta una carismática Trine Dyrholm, quien oscila entre la ternura maternal y el frío cálculo de la asesina sin escrúpulos ni arrepentimiento, y el de Victoria Carmen Sonne (actriz notable ya en la cinta islandesa Godland, Hlynur Palmason, 2022), cuyo rostro y actitud impasibles contastan con la energía que luego dispensará a raudales para intentar salir indemne del infierno terrenal en el que ha quedado atrapada. Un estreno macabro susceptible de hacer palidecer aún más al muy disparejo Nosferatu (Robert Eggers, 2024), también en cartelera.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 16 y 21 horas, en Cine Tonalá y en salas comerciales.