Opinión
Ver día anteriorDomingo 19 de enero de 2025Ediciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Fundación mítica
E

l Centro Histórico de la Ciudad de México guarda en sus entrañas la mítica México- Tenochtitlan, que este año cumple 700 de su fundación. La prodigiosa urbe lacustre que impactó a los españoles, en 200 años se volvió la sede de un poderoso imperio que llevó al conquistador Hernán Cortés a decidir fundar en sus vestigios la capital de la Nueva España.

El enclave mexica se levantó con enorme esfuerzo en un islote en medio de los lagos, con materiales imperecederos, sobre todo piedras de distintas calidades y tamaños, que resistieran el embate de las aguas, los suelos lodosos y dieran estabilidad y permanencia a grandes construcciones como sus templos y palacios. Su demolición no fue fácil, y muchas de las casas y templos hispanos se yerguen sobre los sólidos cimientos prehispánicos.

O sea que México Tenochtitlan sigue ahí, y cada vez que se hace alguna excavación surge a la luz y siguen apareciendo hallazgos sorprendentes. Por esa razón el arqueólogo Eduardo Matos, cuando estuvo al frente del Proyecto Templo Mayor, creó en 1991 el Programa de Arqueología Urbana, (PAU). El propósito era hacer trabajos arqueológicos en el área que ocupó el recinto sagrado de Tenochtitlan, que corresponde a siete manzanas de la ciudad actual, que circundan el Templo Mayor.

Son innumerables las huellas que quedan, comenzando por el propio recinto sagrado, pero adentro de gran parte de los edificios más importantes se conservan restos significativos. Por mencionar sólo algunos: en los palacios de la antigua Inquisición, del marqués del Apartado y del Arzobispado, el Museo de las Culturas y el Palacio Nacional.

El Museo del Templo Mayor muestra una parte de los tesoros encontrados, entre los que sobresalen los monolitos monumentales de Coyolchauqui y Axayácatl.

Sin embargo, en buena parte del Centro Histórico las calles y muchas de las construcciones actuales se encuentran en un estado lamentable, invadidas por el comercio informal que en muchas vías ya es fijo en las banquetas y frecuentemente, en parte del arroyo vehícular; basura y desperdicios son parte del paisaje.

Hace unos días se denunció la invasión del viejo claustro y el exterior del templo de Jesús María, que se encuentra a dos cuadras de Palacio Nacional. El lugar guarda una interesante historia que hemos mencionado en varias ocasiones en éstas páginas, solicitando siempre su rescate.

Los fundaron a fines del siglo XVI cuatro religiosas concepcionistas, quienes pasaron múltiples dificultades para lograr su cometido, tanto económicas como por el subsuelo inestable y los temblores. Finalmente tuvieron la fortuna de contar con el apoyo del rey Felipe II, quien incluso les concedió especiales gracias y privilegios, se dice que la razón fue que ahí colocaron a una hija natural suya, quien llegó a México a los dos años de edad con el arzobispo Moya de Contreras. Ahí permaneció hasta su muerte por demencia, cuando contaba con sólo 13 años.

A lo largo de los siglos tuvo varias ampliaciones y remodelaciones, la última a principios del siglo XIX, cuando el notable arquitecto Manuel Tolsá, entre otros trabajos, rediseñó las portadas gemelas que caracterizan los conventos de monjas.

Tras la aplicación de las leyes de Reforma, el soberbio convento que les fue quitado a las religiosas, tras varios usos, se convirtió en el famoso cine Mundial, del que aún quedaba la decoración del vestíbulo, con grandes esculturas tipo griego, y en el plafón que cubre el inmenso patio sobrevivió una graciosa ornamentación de la época. Después fue una tienda de cadena comercial. En el pasado hubo un proyecto del arquitecto Saúl Alcántara para que albergara un laboratorio de restauración y nunca se realizó. Ahora es bodega de triques.

Este es sólo un caso de los muchos que están en esta situación y que ahora que se van a conmemorar los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan merecerían ser salvados y devolverles la dignidad que merecen.

Para levantarnos el ánimo vamos a comer a la terraza de la Librería Porrúa, en Argentina 15, al restaurante El Mayor, que ofrece una vista privilegiada del Templo Mayor y tiene muy buena cocina mexicana. Mis imperdibles: el perejil frito al limón; el fideo seco sobre una cama de frijol con aguacate, crema y queso panela; los camarones al pibil o el lomo de cerdo con costra de cacao en salsa de chipotle. El postre, plátanos al mezcal preparados en la mesa.